Sexualmente hablando: Juego de manos...

Sexualmente hablando: Juego de manos...

“Juego de manos, juego de villanos”, dice un antiguo refrán español, aludiendo a aquellos juegos, bromas o situaciones en que se usa cierta fuerza o contacto físicos considerados inapropiados, poco elegantes, groseros. Aunque “villano” puede remitirnos a “vil”, el término solía utilizarse en referencia al habitante de una villa o aldea. Así, en el contexto del dicho, los “villanos” eran personas de poca educación y de gustos e intereses rústicos… por ejemplo, los juegos de manos. Brutos, torpes, que tienden a salirse de control. De ahí que muchos padres lanzan este refrán cuando ven a sus hijos interactuar de esa forma: lo que, en principio, parece divertido e inofensivo, casi siempre termina mal y alguien acaba llorando.

Quizás por eso causó tan mala impresión el incidente ocurrido hace unos días entre el presidente francés Emmanuel Macron y su esposa Brigitte, en su llegada a Hanói, Vietnam: la escena, registrada por la prensa internacional, muestra a la primera dama empujándole con la mano el rostro, justo cuando se abren las puertas del avión. Al darse cuenta, Macron intenta disimular lo ocurrido con una sonrisa y un saludo impostados.

El tan breve como incómodo episodio no tardó en viralizarse en las redes sociales, generando todo tipo de comentarios y especulaciones. Algunos interpretaron el gesto como una muestra de enojo y fastidio; otros lo minimizaron, tomándolo como prueba de confianza e intimidad (aunque una visita oficial no fuera el mejor contexto) y muchos, por supuesto, bromearon con la diferencia de edad que existe entre ambos y con el hecho de que ella supo ser su profesora en el liceo.

Por los bordes

La confianza y la familiaridad propias de la vida de pareja dan lugar a un franco corrimiento de los límites de la llamada “proxemia” (esa distancia física que habitualmente guardamos respecto de los demás, de acuerdo al vínculo que tengamos). Y es que cuando entre dos personas existe una relación romántica, hay cierto “permiso” para avanzar sobre el cuerpo del otro: muestras de afecto espontáneas, masajes al pasar o pequeñas “intervenciones” en favor de mejorar su aspecto (por ejemplo, si se despeinó, se ensució la ropa o la cara).

El problema es cuando esas licencias para el contacto corporal tienen lugar en momentos de conflicto, de tensión, en discusiones. Pero no como una forma de acercarse y calmar los ánimos, sino para expresar, con gestos y conductas, emociones negativas. Y así, muchas parejas, sin llegar a la violencia física más evidente, caminan peligrosamente por sus bordes: empujones más o menos sutiles, pellizcos, “agarradas” con más fuerza de la habitual… Sin duda una mala costumbre, que no es otra cosa que una falta de respeto. Una señal de alerta que no debiera ser ignorada.

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