PARA EL RECUERDO. Julio, junto a su hija, Micaela y su nieto, Valentín, moldean un muñeco con nariz de zanahoria y ojos de cáscara de naranjas. LA GACETA / FOTOS DE BELÉN CASTELLANO - SANTIAGO GIMÉNEZ
A las 9, con 2 °C, el cielo sobre El Corte estaba despejado. Desde allí, el cerro parecía aún verde, como cualquier mañana de invierno. Pero mientras se ascendía por la ruta serpenteante hacia San Javier, el paisaje se iba tiñendo de blanco. Los pastizales y las ramas de los árboles comenzaban a blanquearse como si las hubiesen espolvoreado con tiza. Las ramas viejas se rendían al peso de los copos y caían. En menos de 20 minutos, al llegar a la cima, frente al Cristo, todo se volvía neblinoso y una alfombra blanca cubría los caminos, los bancos, los techos, las copas de los árboles. Muchísimos tucumanos no quisieron quedarse con esa descripción y subieron a verlo con sus propios ojos. Aquí, sus historias.
Las lágrimas de Luz
Jugar con la nieve no tiene edad y ayer hubo familias enteras que lo confirmaron en San Javier, lugar de peregrinación de tucumanos y visitantes de otras provincias (como Santiago del Estero), que recorrieron la zona convocados por las bajas temperaturas. Pero la diversión dejó lugar a la emoción de quienes conocieron los copos por primera vez y llegaron hasta el llanto en esa experiencia. La sorpresa de encontrarse con el terreno teñido de blanco, armar los clásicos muñecos y tirarse bolas compactas de hielo se intercalaba con lágrimas que nacieron de lo más profundo, en un momento que jamás se repetirá en sus vidas. A los pies del Cristo Bendicente, la nieve acumuló tres o cuatro centímetros, suficientes para el entretenimiento, pero siempre con cuidado. El peso de la nieve acumulada en los árboles hizo que algunas ramas se rompan, sin consecuencias, y el llegar en vehículos exigía una atención especial porque el agarre en la ruta sufría con el hielo acumulado y hacía patinar las ruedas
FELICES. Francisco y Carina junto a sus hijas, Ana, Francesca y el sobrino, Hirán.
Los ojos de Luz brillaban especialmente, con lágrimas que se escapaban por sentimientos guardados que no quiso contener. “Era mi sueño desde chiquita ver la nieve y lo cumplí. Muchos compañeros míos ya la habían visto y yo quería venir y conocerla. Era como yo me lo imaginaba, no voy a olvidar más este día”, reconoció contenta la niña de nueve años, que llegó desde Villa Carmela junto a su madre, su prima y su tío, quien dejó de trabajar en su taxi para cumplir con el deseo de su sobrina. “Valió la pena verla así de feliz”, resumió el momento para LG Play.
EMOCIONADA. Luz rompió en llanto al contar que había cumplido su sueño.
Más allá del frío que reinaba en el cerro San Javier, admitió ser parte del “team invierno” e hizo en pantalla el clásico muñeco. Algunos ya estaban listos, decorados con zanahorias como narices, cáscaras de naranja como ojos y una bufanda colorida.
Copos que caen
Pasadas las 10, con la temperatura descendiendo a 1°C, la nieve volvió a caer tímida. En el predio del hotel, en Loma Bola y en los senderos cercanos al Cristo, familias enteras se sorprendían con el fenómeno. Para muchos, era la primera vez.
“A la noche conversamos sobre lo que decían las noticias de que iba a nevar y siempre postergamos por cuestiones laborales viajar, pero esta vez dijimos: vamos”, contó María de 46 años, que viajó con su esposo desde Santiago del Estero. Salieron a las cinco de la mañana con la idea de ir a Tafí del Valle, pero al escuchar en la radio que la ruta estaba cortada, desviaron rumbo a San Javier. “Fuimos bendecidos porque apenas llegamos empezó a caer la nieve. Es una experiencia única, más para nosotros que vivimos 10 meses seguidos de intenso calor y yo prefiero el frío. Me abrigo y salgo” dijo ella.
MARÍA Y MARCELO. Partieron a la madrugada desde Santiago del Estero.
A su lado, Marcelo, su esposo de 56 años, se divertía como un chico. “Es fantástico, maravilloso. Hicimos bolas de nieve y nos tiramos el uno al otro. Caminamos despacio porque las escaleras tienen hielo y nos podemos caer. No sé hasta cuándo nos quedamos”, decía antes de despedirse.
Memorias que se repiten
Con una pala de jardinería, una zanahoria y una bufanda a cuadros, Julio López, de 56 años, armó un muñeco de nieve junto a su hija Micaela (23) y su nieto Valentín, de seis años. La escena se parecía demasiado a una foto de hace 15 años, guardada en un portarretratos en su casa de Villa Carmela.
PARA EL RECUERDO. Julio, junto a su hija, Micaela y su nieto, Valentín, moldean un muñeco con nariz de zanahoria y ojos de cáscara de naranjas.
“En la nevada del 2000 vine con mis hijas mayores que en ese momento tenían seis y cuatro años. Hicimos un muñeco de nieve como este, nos sacamos una foto con el muñeco y el Cristo de fondo. Mi nieto veía la foto y siempre me decía: ¿cuándo va a caer nieve?”, contó. Esta vez, el deseo del niño se cumplió.
Las risas se mezclaban con los gritos de sorpresa, con las caídas suaves sobre la nieve y las catapultas improvisadas de bolas que iban de mano en mano, de padre a hijo, de hermano a hermano. Algunos se animaban a probar la nieve con la lengua, otros la juntaban como si fuera achilata. Las videollamadas eran parte del paisaje: “¡mirá la nieve!” repetían los que querían compartir el momento con los que no estaban allí.
FELICES. Francisco y Carina junto a sus hijas, Ana, Francesca y el sobrino,Hirán.
Los autos estacionados sobre la banquina cargaban muñecos de nieve en sus capots, con narices de zanahoria y ojos improvisados de tapitas o cáscaras. A esa hora, el ambiente era festivo y contenía una calma reverente.
El milagro blanco
Fernanda López, de 38 años, puso el despertador temprano: “Desde las cinco de la mañana estoy despierta viendo la televisión y esperando la nieve porque no tuve la dicha antes de ver San Javier todo blanco”, contaba emocionada. A su lado, su madre Rosa Saravia, de 66 años, se agachaba para tocar la nieve por primera vez. “Estoy tan contenta”, decía con una sonrisa amplia. Iba abrigada con un gorro beige tejido por ella misma, mientras su hija lucía uno rosa, también de su autoría. “Les digo a los jubilados que tenemos boleto gratuito, que tomen el colectivo y vengan a disfrutar. Vengan bien emponchados, con gorro y bufanda”, recomendaba.
Rosa y su familia habían salido temprano, empujados por la ansiedad de Fernanda y por la esperanza de ver ese espectáculo que parecía ajeno al clima tucumano. “Estamos disfrutando esta maravilla”, decía mientras su nieto Thiago moldeaba un muñeco blanco.
Julia y Ricardo
A las 12.30, la temperatura era de -1 °C y el flujo de autos era constante. Muchos tucumanos llegaban con termos, mates compartidos, camperas gruesas y celulares con la cámara lista. Julia y Ricardo, ambos de 60 años, se preparaban para continuar el paseo. “Somos de Yerba Buena pero tenemos una casita en El Portezuelo y vamos para ahí”, decía Julia, envuelta en una manta gris, mientras su marido le sacaba fotos de espaldas al Cristo. “El invierno casi no existe en Tucumán, así que este clima se disfruta lo que dure”, agregaba él.
“Es la primera vez que nosotros vemos la nieve. Es algo hermoso y hay que aprovecharlo porque pasará mucho tiempo antes de volver a verlo”, decía ella. Para ambos, la experiencia era casi mágica. “Tocarla es una sensación muy linda”, concluía Julia.
ENAMORADOS. Julia y Ricardo de 60 años ambos, felices al conocer la nieve.
A las 13.30 el cielo seguía encapotado. El Cristo apenas se distinguía entre la niebla. Las ramas chorreaban por el deshielo pero los muñecos de nieve resistían. Muchos visitantes subían ansiosos por ver esa postal blanca. Y aunque el pronóstico advierte que la nieve podría seguir hasta el lunes, para muchos, lo vivido ayer fue suficiente para guardar una nueva historia que, como la de Julio, podrá enmarcarse en casa.
Felicidad
“Para mí, la nieve significa felicidad, es la primera vez que la veo en persona y no en películas. Recomiendo mucho esta experiencia, hay que probarla, es increíble”, dijo ayer Néstor.
Recuerdos
Josefina ya conocía la nieve de cuando fue de viaje de egresada, pero ayer se divirtió como la primera vez, aunque admitió que estaba “congelada”. “Yo pensaba que la nieve era un poco más blanda”, reconoció su hermano menor, que sí tuvo su experiencia inicial y ya había montado su muñeco helado sobre el capot del auto familiar. “La pasé perfecto”, sintetizó.
La zona de los merenderos fue la elegida principalmente por las familias para jugar, aprovechando una salida entre todos ya que se suspendieron las clases, tal como se repetirá hoy (aunque se habilitará el dictado en forma virtual).
Hermanas y primos
Anisa y Esperanza, bien cubiertas con camperas con capuchas, ya habían creado sus propios muñecos, bajo la atenta mirada de su padre Facundo, que como trabajador independiente pudo dedicarle la mañana al disfrute familiar.
Por la zona -transformada en un virtual parque de diversiones con zona de juegos liberada- volaban las bolas de nieve de un lado al otro, entre padre, hijos y sobrinos que debutaban con esa experiencia.
Ciro era uno de los primos encargados de juntar la nieve para el consabido muñeco, y asumió disfrutar del frío, pero a cubierto con un camperón grueso, un buzo y una remera. “Es como me lo imaginaba”, admitió. Era su debut en la nieve, y nunca lo olvidará más allá de que haya muchos más. Así de irrepetible es la sensación de conocer algo deseado, que sdeja una marca de poe vida.























