Recientemente, la condena a un hombre por abuso sexual agravado y violencia de género -contra la que fuera su esposa- generó debates y controversias en algunos sectores. Sobre todo, en relación a si se puede hablar de violencia sexual en el contexto de un matrimonio. Tristemente… todavía hay personas que ponen en duda este tipo de eventos.
Al parecer, los consideraran poco probables o muy excepcionales, sólo porque involucran a dos que están en pareja. Como si convivir o casarse implicara un pase libre para las relaciones sexuales, su consentimiento de por vida (o como si sencillamente fuera imposible que una persona casada se comportara de esa forma con su pareja). ¿En serio?
Débito conyugal
Hasta hace no demasiado tiempo, los tribunales de todo el mundo se resistían a considerar el testimonio de mujeres maltratadas por sus esposos cuando el contexto de la violencia era sexual. El factor “matrimonio” relativizaba el posible carácter “no consentido” de una relación sexual. Probablemente este escepticismo se vinculaba con la noción de “débito conyugal” o “deber marital”, cuyo origen se remonta al derecho canónico medieval, referido al “deber de los cónyuges de prestarse mutuamente los actos per se aptos para la generación de la prole”. Su incumplimiento, claro, podía tener consecuencias (como causal de divorcio o de injurias graves).
Pero pensémoslo un momento: “deber” está casi en las antípodas de “consentimiento”. El primero tiene más que ver con una obligación, mientras que el segundo implica, ante todo, libertad.
Maridos y esposas
Que no queden dudas: la violencia sexual puede ocurrir en todos los ámbitos, incluidos los vínculos de pareja. Y puede adoptar diversas formas: contacto sexual forzado, acoso o degradación sexual de la víctima delante de otras personas, y penetración forzada.
Diana Russell, activista y escritora feminista sudafricana, fue una de las pioneras en abordar este tema. En su libro “Rape in Marriage” (“Violación en el matrimonio”) expuso hasta qué punto la violencia -golpes, abuso físico y emocional, violación y amenazas- formaban parte de la experiencia sexual de muchas mujeres dentro y fuera del matrimonio.
En 1978 realizó una investigación con más de 900 mujeres casadas, con resultados impactantes: el 14% habían sido agredidas sexualmente de alguna manera por sus maridos y más del doble habían sido violadas por su esposo que las que lo habían sido por un desconocido. Otro de sus estudios, con mujeres que habían sido violadas por sus parejas, reveló que el 50% habían sufrido esta agresión en más de 20 ocasiones.






















