FUNCIÓN DESPEDIDA. La tragedia “Carmen” cuenta con regie de Carlos Branca y dirección general de Emir Saúl, y tiene la intervención de 80 artistas. la gaceta / foto de osvaldo ripoll
La gran tragedia de Georges Bizet, “Carmen”, tendrá su última función desde las 19 en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601), con la intervención de los cuerpos del Ente Cultural de la Provincia (Orquesta Estable, coros Estable y de Niños y Jóvenes y bailarines invitados), bajo la dirección general de Emir Saúl.
Para el montaje escénico, es fundamental la presencia de Carlos Branca. El regisseur argentino, radicado en Italia desde hace dos décadas, tiene un añoso vínculo con Tucumán, aunque hace años que no volvía. “Carmen es una mujer normal, que no hace nada más ni nada menos que lo que hacen los hombres de su época, que van adelante con su deseo. En su momento estaba mal visto, y en la actualidad pasa lo mismo todavía. Una mujer que hace lo que hace ella aún es considerada una prostituta. Las cosas no cambiaron mucho y hay que seguir trabajando para descubrir que esta obra también es una reivindicación del deseo visto como impulso interno de los seres humanos”, sostiene en diálogo con LA GACETA.
- ¿Cómo es tu concepto de “Carmen” para esta puesta?
- Toda puesta siempre tiene que ver con que todos los lenguajes en juego, el canto, el visual, la danza, las luces, tienen que coincidir con un solo concepto y llevarte al lugar objetivo de lo que Bizet y los libretistas (Ludovic Halévy y Henri Meilhac) planearon cuando la escribieron. Trabajo por varios lugares y no me gusta ir por arriba de la idea del autor. Tiene que mandar siempre la música. No me gusta transponer, pero sí darle elementos. Obviamente acá estamos hablando de un femicidio, de una historia de violencia y eso está reflejado en el concepto del toro y del toreador. Cada uno tiene que ser libre, sin respetar los mandatos familiares. En la obra, Micaela es otra víctima de esta cultura, pero yo elijo a Carmen. Y hay un solo delincuente que es Don José, que no se conecta realmente con el deseo suyo, que no se puede conectar con su fragilidad y termina matando.
- Fue el paradigma del empoderamiento femenino en su momento, ¿qué significa hoy?
- No solamente de lo femenino, sino del deseo de vida y de trabajo, lo que haría todo más lindo. Decía Sigmund Freud que lo más importante es tratar de equilibrar el amor en un ser humano. Todavía estamos lejos, no solamente en el caso de las mujeres sino de las minorías sexuales. Que cada uno haga lo que quiera, cuando en realidad está haciendo lo que puede. Si se va en contra del deseo, se arman los líos internos que después son líos sociales. Si uno está mal adentro con el “monstruo” que tenemos, que es nuestro inconsciente de puro salvajismo y pura pulsión, si no lo tenés medianamente trabajado y acorde con el convivir con los demás, se arman desastres. Don José es un delincuente y el toreador es un narcisista que se enamora y acepta a Carmen, cada uno con su pasado y su presente. Como es una tragedia, tiene que terminar en una muerte. El público tiene que sentir terror por lo que ocurre, porque nos puede pasar en cualquier momento a los seres humanos y más a las mujeres.
- ¿Se debe ver esta ópera sólo en clave histórica o se impone una relectura con la actualidad?
- Los seres humanos tenemos que luchar siempre por los derechos humanos, y también por los derechos civiles. Y en esta época, acá y en Italia donde vivo, van un poquito para atrás. El temor siempre provoca violencia, rechazo e intolerancia si uno no lo trabaja. Lo hay al diverso, a la persona que viene de otro país, a otras ideas, a cuando uno define su sexualidad. La fragilidad de cada uno puede ser un punto de fuerza si la reconocemos, seguramente; pero cuando uno la niega, sobreviene la catástrofe.
- ¿Con qué nivel artístico te encontraste?
- El nivel artístico de Tucumán es fantástico, maravilloso. Hace unos 35 años, cuando empecé, venía a Tucumán a encuentros de teatro universitario. Me acuerdo tanto del maestro Juan Tríbulo, por ejemplo. Envidiaba las producciones que hacían y que hacen acá, el tiempo que tienen para dedicarse con toda su fuerza y con todas las dificultades que hay. Y lo humano es impresionante: como estoy todo el día trabajando, lo importante es estar bien con el equipo. Todos tienen el deseo y la predisposición a entregarse con alma y con cuerpo.
- Tu trabajo es disperso, del “Carmen” a “Tirria”, que recientemente estrenaste en la Capital Federal con Diego Capusotto, Andrea Politti y Rafael Spregelburd. ¿Te podés quedar con uno?
- Me gusta ser ecléctico, todo suma. Cuando una persona me dice que sólo le gusta la ópera tradicional, yo la miro un poquito sospechosamente. Trabajé mucho con Luis Bacalov y me decía siempre que él había hecho con Ennio Morricone toda la música ligera italiana, a cargo de los arreglos para cantantes que todavía están en vigencia. Imaginate el oficio que tenían estas personas. La contraposición a lo ligero, al pop, es lo pesado, lo académico. Lo importante es que sea buena o mala, independientemente del género que tenga. Hay cosas buenas en el teatro comercial, en los elencos estables, en la música académica y en la ligera, en el folclore y en el tango, satisfacciones que me trae el ser argentino. Y Spregelburd es mi amigo desde hace muchos años y uno de los dramaturgos más importantes del mundo; vos hablás de Rafael en Europa y te dicen “¡guau!” Sus textos están traducidos a 15 lenguas, es una eminencia.
- Tu compromiso no difiere entre una ópera y una obra teatral...
- Le meto la misma pasión a todo lo que hago y prefiero trabajar en varias cosas a la vez, porque así mi mente no se cierra a una sola cosa. Un trabajo me alimenta el otro; soy dialéctico y no puedo dedicarme obsesivamente a uno solo porque tengo la tendencia a ser obsesivo. Es lindo abrir la cabeza, mirar el mundo y que una cosa contamine a la otra. La contaminación es la palabra que me gusta en el sentido del trabajo artístico.
- Mencionás la dialéctica y estudiaste con el tucumano Raúl Serrano...
- ¿Cómo no pensar en mi gran maestro tucumano? A Serrano le debo todo, fui su discípulo, estudié en su escuela, trabajamos juntos haciendo una puesta en escena, tuve el honor de dirigir Bertolt Brecht con él. Ya no está más, pero nos dejó sus libros y sus recuerdos. Tuve una relación de amistad con él, uno de los pedagogos más importantes del mundo, el que trabajó con el método del segundo Stanislavski, como le decía, con las acciones físicas o de los conflictos. Cuando dirijo una obra de teatro o una ópera lírica, tengo en la cabeza como un “fantasmita” que es la cara de Raúl, que me dice un montón de cosas lindas. Era un genio y un investigador, no era una persona que solamente estudiaba el teatro, pero siempre desde la periferia. Lo abordaba desde las ciencias exactas, desde la matemática, desde la biología y obviamente con su formación en el marxismo, con el método de la dialéctica de Carlos Marx.
- Reivindicaste el trabajo en equipo, y Serrano también lo hacía...
- Siempre necesité y necesito tener un maestro, gente a la que admiro, colegas... tengo buena relación con un montón de gente que hace mi trabajo, porque necesito alimentarme. Como me pasó con Serrano, me pasa con algunos artistas europeos también que trabajo o que conozco, que hacen el trabajo que admiro de una manera maravillosa. Tuve esa fortuna en la vida, de siempre tener maestros, elegirlos y luchar hasta poder trabajar con ellos, como me pasó con Luis Bacalov, lo máximo de lo máximo. Lo conocí en 2006 y compartí 10 o 12 óperas suyas, todo gracias a mi mujer italiana, Rosanna Pavarini, que es la persona que trabaja conmigo y que sabe más que yo de teatro y de ópera lírica, porque estudia racionalmente y es creativa desde ese lado. Y yo complemento con el instinto, porque para hacer mi trabajo tenés que ser racional e instintivo, y viceversa; es un laburo conceptual, pero después tenés que aplicarlo también en el espacio físico y con los actores. Trabajo con gente que admiro, actores, músicos o directores.
- ¿Cómo se ve la cultura argentina desde la distancia?
- Yo vivo en Europa, pero vengo a trabajar mucho acá, por lo que la distancia se me acorta. La cultura argentina es fantástica y envidiable. Cuando vuelvo, voy a ver todo lo que pasa en el teatro independiente y me asombro con lo que me estoy perdiendo, me digo “cómo ellos evolucionaron y yo me quedé”. Me lamento por estar afuera porque el teatro argentino es conocido en todo el mundo y el off que pasa en el país es de los mejores del planeta con su nivel de investigación. Me europeicé artísticamente con una búsqueda de la belleza que es rara: a mí me gusta más buscar el conflicto, el horror, la denuncia de lo que pasa, de cómo somos internamente los seres humanos y por qué eso provoca guerras, racismo, diferencias. Las cosas se tendrían que sumar y no restar unas con las otras. El fin del 1800 y principios del 1900 nos dejó un crisol de razas, una mezcla de culturas mostrada en la genialidad de los sainetes de Alberto Vacarezza. Nosotros no tenemos que defender ninguna tradición y eso nos hace libres. Tenemos coraje para mezclar las cosas. En Roma no hay tantos teatros. Buenos Aires, Broadway para el que le gusta la comedia musical, París y Londres son las plazas más importantes. Y Buenos Aires en primer lugar, porque por año tenés 1.000 obras para ver, eso no pasa en ningún lado, con funciones hasta las 2 de la mañana en un garage, arriba, abajo, en teatros comerciales, en el off, en stand up, comedia o tragedia... Hay mucha identidad y mucho arte.
Un recorrido prestigioso
Carlos Branca es director de teatro, de ópera lírica, docente, actor y abogado. Egresó de la Escuela de Teatro de Buenos Aires que creó y condujo el tucumano Raúl Serrano, con quien colaboró en numerosas puestas, y luego se formó en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón en ópera. Dirigió en los principales teatros de toda la Argentina y de Italia (donde se radicó en 2006), y además desarrolló y mantiene activos proyectos en Francia, China y Uruguay -tanto en ópera como en teatro convencional-; y trabajó una década con el ganador del Oscar, Luis Bacalov. Entre sus creaciones figura “Estaba la madre”, sobre la lucha por los derechos humanos en el país.

















