GRUPO. Cinco personas ciegas contaron qué significa para ellos la belleza. LA GACETA/ FOTO DE OSVALDO RIPOLL
La belleza no siempre se mira. A veces se huele, se escucha, se palpa en la textura de una piedra húmeda o en el abrazo inesperado de un hijo. Está en la risa que se comparte alrededor de un asado, en la vibración de una tribuna que late como un corazón desbocado, en la melodía de una voz que se vuelve refugio. Para quienes nunca vieron, o para quienes dejaron de ver, lo bello no desaparece, sino que se transforma en algo más íntimo, más amplio, más humano. Eso es lo que ellos dicen
Miguel Cantos, por ejemplo, ciego de nacimiento, aprendió desde temprano que la belleza no es propiedad exclusiva de los ojos. Profesor en educación especial, locutor y técnico en sistema braille, habla de ella como un entramado de momentos y sensaciones. “El aire helado de los lagos del sur, la piedra que cruje bajo los pies, el agua que corta la piel como un latigazo”, describe.
“Para mí, el olor a asado tiene que ver con la belleza, pero en el contexto de compartirlo con quienes querés”, agrega. Y en esa misma línea, recuerda como bellas no solo las montañas que otros le describieron, sino también la pasión de la gente en un estadio de fútbol o la música que brota de sus alumnos.
Walter Godoy, en cambio, conoció otra transición porque perdió la vista a los 14 años. “El proceso de aceptar mi ceguera fue duro -confiesa-. Pasé de ver a no ver de un momento a otro”.
COLABORACIÓN. Muchas veces policías o vecinos ayudan a caminar por las calles a las personas ciegas. LA GACETA/ FOTO DE OSVALDO RIPOLL
En su memoria persiste la imagen de un joven Leonardo DiCaprio, un rostro armónico que todavía hoy le resulta bello. Pero desde su ceguera adquirida, el criterio cambió: ahora la belleza se reconoce en la voz, en la forma de actuar de las personas, en la música que lo acompaña.
“La belleza depende del observador. Existen infinitas formas que dependen de la experiencia y la percepción de cada uno”, remarca.
Esa idea se refleja también en la mirada de Nicolás Ferreira, abogado de 26 años. “En mi caso, lo asocio con sensaciones y emociones positivas. Con cosas, actividades o personas que transmiten alegría, amor, buena vibra, energía positiva. Creo que la belleza está más en lo que se siente”, dice, mientras evoca la pasión de la cancha, o el hallazgo del amor en una pareja. Para él, lo bello se confunde con lo vital, con esa energía que transmite alegría, amor o buena vibra.
Distintas experiencias
Aunque solemos asociar la belleza con lo visual, la ciencia muestra que la percepción depende también de la memoria y de la experiencia sensorial de cada persona. En el caso de quienes nacieron ciegos o perdieron la vista desde muy pequeños, los sueños y las imágenes mentales no se construyen con formas reconocibles, sino con manchas de colores o patrones abstractos que se entrelazan con sonidos, olores y movimientos.
En cambio, quienes perdieron la vista después de haberla tenido suelen conservar la capacidad de recrear imágenes visuales en su mente. El cerebro guarda recuerdos de paisajes, rostros y colores, que vuelven a emerger en los sueños o en la imaginación.
Esta diferencia marca un contraste profundo ya que mientras unos perciben la belleza como una integración multisensorial sin huella visual previa, otros la aluden desde la memoria de lo que alguna vez vieron, en un diálogo permanente entre lo recordado y lo sentido.
COMUNIDAD. Miguel y Fabiana son dos grandes amigos que aman la comunicación. LA GACETA/ FOTO DE OSVALDO RIPOLL
Esa percepción expandida también quedó en evidencia en agosto de 2008, cuando un grupo de turistas franceses ciegos visitó Tucumán y recorrió las Ruinas de Quilmes y Amaicha del Valle acompañados por jóvenes lazarillos. La experiencia, organizada por la asociación Acerciel, mostró cómo el turismo puede disfrutarse a través de otros sentidos. “Lo que tocamos con las manos nos enseña dónde estamos. Los olores, los sonidos y las sensaciones nos transmiten conocimiento del mundo”, reflexionó entonces Sandra Mourlet, una de las visitantes que en ese momento dialogó con LA GACETA. Para muchos, lo más impactante fue reconocer la historia al palpar las piedras y muros de las antiguas construcciones, mientras la gastronomía local y la calidez del pueblo tucumano completaron la experiencia estética.
También se puede mencionar cuando el historiador Héctor Tizón, entrevistado por este medio, contó cómo hizo caminar a Jorge Luis Borges (casi ciego) por un puente en nuestra provincia y él le agradeció diciéndole: "gracias por hacerme caminar sobre agua"
Lo bello del otro
Fabiana Vergara, comunicadora y ciega de nacimiento, confiesa que muchas veces disfruta de la belleza a través de los demás. En su mente vive rodeada de cerros en Tucumán y se ha acostumbrado a que le narren el cielo como un cuadro en movimiento. Ella no puede verlo, pero celebra el goce ajeno como si fuera propio. En las personas, dice, la hermosura la encuentra en lo espiritual. “Mis amigos me parecen hermosos por lo que me transmiten”, afirma.
SENTIR. El tacto es uno de los sentidos que se potencian al no tener el de la vista. LA GACETA/ FOTO DE OSVALDO RIPOLL
Su vida está atravesada por voces. Las de la radio, la televisión y el Poder Judicial, donde trabaja a diario. Y allí también encuentra belleza en algo tan intangible como la empatía.
De manera similar, Yaneth Galovard, docente de Ciencias Sagradas, de 30 años y también ciega de nacimiento, distingue entre una “belleza superficial” y otra más profunda. Para ella, una voz o un contacto cercano pueden construir una imagen corporal.
“La voz te devuelve una imagen. Y cuando saludás, cuando percibís la altura o algún rasgo físico, completás esa idea con la descripción de los demás. Pero para mí la belleza también está en lo espiritual, en el movimiento, en lo que se siente. Hago teatro y, aunque no lo veo como otros, percibo la fuerza de las voces, los cuerpos en movimiento, lo que transmiten en escena. Eso me parece hermoso”, comenta.
En esa misma línea, el artista plástico y docente Domingo Beltrán plantea que la experiencia estética no se reduce a lo visual, aunque admite una tensión. “Cuando falta un sentido, los otros se potencian. En las artes visuales, el goce puede darse en esculturas, relieves o instalaciones que incluyen sonidos y objetos para tocar. Pero la pintura, más allá de alguna textura, difícilmente transmita algo profundo sin la vista. En cambio, la música y la palabra sí son campos de belleza plena para los no videntes”, sostiene. Al mismo tiempo, advierte que lo visual ocupa demasiado espacio en nuestra cultura: “Vivimos en una sobreexcitación de imágenes que nos impide profundizar en otros sentidos, cuando lo estético también puede emerger de lo sonoro, lo táctil o lo espiritual”.
La psicóloga Rocío Mendoza recuerda que la belleza, como construcción social, siempre estuvo ligada a estereotipos culturales y mediáticos, a mandatos familiares y aspiraciones personales. “Pero la belleza trasciende cuando se la mira con conciencia y satisfacción”, advierte.
BASTÓN BLANCO. Existen diferentes tipos de bastones según cuan baja sea la visibilidad de quienes tengan esta discapacidad. LA GACETA/ FOTO DE OSVALDO RIPOLL
Y en el caso de las personas ciegas, resalta, los sentidos se reorganizan: el aroma corporal, la calidez de una voz, la actitud frente a la vida pasan a tener un peso mayor que cualquier atributo físico.
La belleza, entonces, se expande más allá del canon y la mirada. No es un rostro ni un paisaje. Es un acorde musical, la risa compartida, el perfume de una flor, la voz que calma, la pasión de una tribuna, una caricia que atraviesa. Es, como dice Cantos, “lo que uno vive y percibe con lo que tiene a disposición”. Una experiencia radicalmente humana que, al no depender de los ojos, demuestra que lo bello habita en todos lados, si sabemos sentirlo.




















