GOLPE EN CÓRDOBA. San Martín no logró sostener la idea que lo había impulsado ante Atlanta y se volvió sin puntos frente a Racing. Foto de Alejandro Carreras/Especial para LA GACETA
San Martín viajó a Córdoba con la confianza de haber encontrado una fórmula que lo había hecho brillar en La Ciudadela frente a Atlanta. Mariano Campodónico decidió no tocar el 3-4-1-2 que tantas satisfacciones le había dado, convencido de que la misma idea podía repetirse lejos de casa. Pero la noche mostró que los planes que funcionan en un escenario no siempre se sostienen en otro. Y que, además, las ausencias pesan.
Las lesiones le jugaron una mala pasada al entrenador. Darío Sand, héroe de los partidos anteriores, no estuvo disponible y Nicolás Carrizo ocupó su lugar en el arco. También faltó Leonardo Monroy, que había sido importante en el primer tiempo contra Atlanta, y en su puesto apareció Federico Murillo.
La idea era mantener el sistema, aunque con nombres diferentes. Y la realidad terminó siendo más adusta, y el equipo sufrió para sostener a un Racing que lo superó numéricamente en ataque y que, cada vez que aceleró en los metros finales, encontró espacios en esa línea de tres que había dado seguridad unos días antes.
Carrizo se transformó rápidamente en protagonista, con intervenciones que impidieron que el marcador se abriera demasiado pronto. San Martín se vio superado en los primeros minutos, pero de a poco se animó a acomodarse, a tomar la pelota y a jugar. El tramo final del primer tiempo lo encontró más seguro, con señales de que podía dar pelea. Sin embargo, en el momento menos esperado, cuando parecía que el sofocón para San Martín ya había pasado, un descuido lo dejó expuesto y Racing no perdonó. A los 43 minutos llegó el gol que marcó el rumbo de la noche. Y a partir de ese momento todo se le hizo cuesta arriba al equipo tucumano.
En el complemento, Campodónico intentó corregir los errores moviendo algunas piezas. Modificó el medio campo y la defensa, y pasó a jugar con una línea de cuatro en el fondo. Fue un intento de equilibrar el partido y de frenar la intensidad del rival, pero la “Academia” cordobesa nunca dejó de tener el control. Cada modificación pareció quitarle más claridad a un San Martín, que de a poco fue perdiendo la forma con la que había empezado el partido.
La apuesta final llegó a 10 minutos del cierre. El entrenador buscó peso ofensivo y mandó a la cancha a tres jugadores ofensivos en busca un empate que podría haber cambiado el panorama de cara a las dos rectas finales de la fase regular. La intención era clara, pero el efecto resultó contrario. San Martín terminó desordenado, con un planteo distinto al inicial y sin margen para reaccionar. No fue un desastre futbolístico, ni un equipo que se cayera sin luchar. Simplemente fue superado por un rival que lo desarmó con decisión y que no le dio oportunidad de volver al partido.
Un golpe a la irregularidad
La derrota en Córdoba volvió a dejar al descubierto una debilidad que se repite: la irregularidad. San Martín puede ofrecer noches brillantes, como contra Maipú o Atlanta, y pocos días después mostrar un rostro mucho más vulnerable. La línea de tres que resultó eficaz en La Ciudadela no resistió frente a un Racing que atacó con más variantes. La ausencia de Sand, referente y capitán, también se hizo sentir. Y los cambios tácticos en pleno partido, más que ordenar, generaron desconcierto en lo anímico y en lo colectivo.
Las explicaciones son múltiples y se pueden analizar una y otra vez, pero el fondo del problema es más claro y es que al equipo le cuesta mantener una racha positiva. Cuando logra imponerse, genera ilusión; cuando tropieza, las dudas regresan. Esa falta de continuidad se convierte en un obstáculo justo en el tramo decisivo del campeonato.
A dos fechas del cierre, San Martín se mantiene sexto, dentro de los puestos de reducido, pero en un lote en el que nadie tiene asegurado nada. La distancia con los que vienen de atrás es mínima y cada punto vale doble. Si el objetivo sigue siendo el mismo, como repiten jugadores y cuerpo técnico, no alcanza con mirar hacia atrás y recordar los triunfos que entusiasmaron. Cada partido que queda tiene que afrontarse con la intensidad de esas noches buenas y, sobre todo, con la capacidad de adaptarse a lo que propone el rival.
Córdoba dejó una advertencia clara: repetir la fórmula no alcanza. El desafío es reinventarse, partido a partido, para no volver a tropezar en el mismo lugar.




















