Un amor tumultuoso de Victoria Ocampo
INTENSA Y BREVE RELACIÓN. “Tenemos en común el gusto del disparate”, dijo Victoria Ocampo sobre el vinculo Jacques Lacan.
Por Alina Diaconú
Para LA GACETA - BUENOS AIRES
Entre los muchos atributos de Victoria Ocampo - una mujer empoderada en tiempos aún pacatos y prejuiciosos, sobre todo dentro de su propia clase social- estaba el de la seducción. A lo largo de sus viajes, enamoró y se enamoró de grandes personalidades de su época, en los distintos ámbitos de la Cultura y de la Intelectualidad internacional. Los años ‘30 del siglo pasado fueron especialmente importantes para ella en ese sentido, por las conexiones que supo aprovechar en París, sobre todo gracias a las cartas de recomendación de Ansermet, Ortega y Gasset, Keyserling, Jules Supervielle. Eran tiempos donde en París bullían el Arte, la Literatura, la Filosofía y había nacido el famoso movimiento Dadá, con su continuidad, el Surrealismo.
A la sazón, Victoria tenía casi 40 años y había publicado un par de libros, editados por la Revista de Occidente. Separada de “Mónaco” Estrada en 1914, había vivido una pasión de larga duración (13 años) con el diplomático Julián Martínez, el “hombre de su vida”.
Según Teddy Paz Leston, ensayista, traductor y amigo de Victoria, en esa época y residiendo en París, “esa espléndida mujer de 38 años, a la vez tímida y arrogante, estaba dispuesta a conquistar ese mundo en la forma elegida por ella. De esa manera conoce a Montherlant, Drieu La Rochelle, Joan Miró, Tristán Tzara, Jean Cocteau, Ana de Noailles.
Con Drieu La Rochelle mantuvo un apasionado romance y, dicen que por ella, Drieu abandonó a Olésia, su mujer. Como se sabe, en aquel entonces ese escritor adhería al fascismo, fue colaboracionista, pero al finalizar la II Guerra Mundial cambia completamente de postura, se decepciona y su depresión va avanzando a pasos acelerados, hasta terminar con su suicidio, a los 52 años (1945).
1929 es el año en que Victoria conoce en París, en la casa del filósofo Lev Chestov, a Benjamin Fondane, el poeta judío rumano, asesinado en 1944 en Auschwitz, con quien entablará un vínculo de amistad -gracias a ella, vendrá dos veces a la Argentina-. En 1934 filmará la delirante película Tararira, que nunca pudo estrenarse aquí y cuyas copias fueron quemadas por un productor indignado ante un cine tan vanguardista. Edgardo Cozarinsky escribió sobre Fondane y Victoria Ocampo y, hace un par de años, Jimena Repetto filmó un documental ficcional acerca de la curiosa relación Ocampo/Fondane y acerca del destino trágico tanto de la película, como del propio Fondane. (”Te prometo una larga amistad”, se titula ese largometraje , donde tuve la alegría de participar).
“Lo contrario de Drieu”
Volviendo a la casi cuarentona Victoria, he aquí que una noche, en la casa parisina de su amiga argentina Josefina de Atucha, Marquesa de Jaucourt (nombrada por Proust en su correspondencia, ya que ésta era considerada una de las mujeres más elegantes del mundo) conoce a un joven estudiante de Medicina. El joven se llamaba Jacques Lacan. Entablan de inmediato un intenso diálogo que se transformará en una intensa amistad. Lacan tenía, en aquel entonces, once años menos que Victoria y trabajaba día y noche en el Hospital Neuropsiquiátrico Sainte Anne, en las afueras de París.
Se comienzan a ver con asiduidad, van a la Opera con otros amigos y, gracias a las cartas que ella le envía a su hermana predilecta, Angélica, nos enteramos de sus primeras impresiones sobre Lacan y luego, del desarrollo amoroso de esa relación. Los libros de Jorge Baños Orellana cuentan la historia de vida de Lacan.
“Querida Angélica: Lacan es exactamente lo contrario de Drieu, física y moralmente. Pelo negro o casi, entusiasmo, entusiasmo y entusiasmo, gran boca; ¡la boca más y más simpática que te puedas imaginar! (…) Lacan es inteligentísimo. Me gustaría que lo conocieras” (11 de enero de 1929).
Con Drieu, la relación empieza a ser cada vez más conflictiva y, por momentos, a ella le resulta insoportable su personalidad sombría. “Tengo que presentárselo a Lacan para que trate de darle un remedio” le escribe a su hermana.
Sueños napoleónicos
Un año más tarde le cuenta a Angélica (siempre desde París, donde Victoria pasa largas temporadas) que ha estado resfriada, pero que “Lacan me limpió la garganta con un desinfectante maravilloso”.
Ya se nota que el romance entre ambos ha ido avanzando y que Victoria ya está viendo al joven psiquiatra, con sus defectos: “Jacques Lacan es un individuo inteligente y ambicioso. Lleno de no sé qué energía desaforada que lo devora física y moralmente, con sueños napoleónicos de poderío. Trabaja en el hospital todo el día. No sé a qué hora duerme, ni a qué hora come”.
Cuenta que él también escribe poesía, pero para sí mismo, que odia a Paul Valéry pero que, según ella, en sus versos lo imita.
“Lo que puedo decirte –sigue relatándole a Angélica- es que la ambición de Jacques es algo por el estilo de Napoleón…cuando era todavía Buonaparte. Tenemos en común el gusto del disparate”.
Un mes más tarde, después de invitar a comer a su hotel de París a Drieu La Rochelle, a la duquesa española Isabel Dato, a Delia del Carril, a Jacques, le escribe a su hermana:
“Lacan es muy extraordinariamente inteligente, pero de carácter intolerable –peor que Drieu, a pesar de ser totalmente distinto-. Nos peleamos diariamente y a cada rato tomo la resolución de no verlo más. Pero como no tiene reemplazante que se le asemeje, lo sigo viendo. Pensábamos ir a Chartres este domingo, pero acabo de tener una discusión con él por teléfono y creo que no iremos”.
El prestigioso director orquesta Ansermet –después de que Victoria se lo presentara a Lacan- le comentó un día que estaba maravillado por la inteligencia de Jacques, a la cual él definió como éblouissante ( deslumbrante). “Pero su carácter es menos éblouissant “, acotó ella.
Poco tiempo después, cuenta que se peleó con Lacan por culpa de Jean Cocteau. Fue a propósito de la obra de teatro “La voz humana” que a Lacan le fascinó, pero que a ella no le gustó nada, resultándole un bodrio “demasiado sentimental”.
La relación amorosa de ellos duró dos o tres meses, no más, y en sus cartas a Angélica, a partir de 1940, él ya no figura.
Un Don Juan
De Jacques Lacan, muy guapo a sus 27 años, se decía que era un verdadero Don Juan. Que después de casado en primeras nupcias, en 1934, con Marie-Louise Blondin (también mayor que él) llevaba a sus amantes a su casa de fin de semana. Practicaba lo que hoy se llama Poliamor. Pero esto no es todo. Al poco tiempo de casarse, Lacan se enamora de Sylvia Makles, una rumana que había debutado como actriz, que trabajó con el director de cine Jean Renoir y que era …la esposa de Georges Bataille, el famoso escritor y antropólogo, tan conocido por su notable ensayo sobre el Erotismo.
Parece que, en esa doble vida, Lacan tenía a ambas mujeres embarazadas al mismo tiempo.
“Amar es dar lo que no se tiene a quien no es” escribió Lacan años más tarde, ya en su etapa de psicoanalista. Y, en esa visión psicológica, desmitificó el amor, diciendo: “ Tú no eres. Tú eres lo que mi deseo inventa de ti”. El amor como fruto de la imaginación, de una construcción personal, de aquello que se quiere ver en el ser amado.
Por parte de Lacan, lo que sabemos es que durante su amistad y su vínculo sentimental le escribió unas cuantas cartas a Victoria y que, en Villa Victoria de San Isidro se conservan tres ejemplares de seminarios de él, enviados décadas más tarde, con dedicatorias manuscritas a ella.
En uno de esos famosos seminarios, que data de 1975 y titulado “Los escritos técnicos de Freud”, Lacan , más de 40 años después, le escribe en la primera página: “Victoria, amor mío, te dedico esto”.
En 1931, Victoria funda en Buenos Aires la emblemática revista Sur y luego, la editorial con el mismo nombre. En 1935 comienza a publicar sus Testimonios, que continuarán hasta poco antes de su muerte (1979).
INTENSA Y BREVE RELACIÓN. “Tenemos en común el gusto del disparate”, dijo Victoria Ocampo sobre el vinculo Jacques Lacan.
Una mujer de avanzada
Victoria Ocampo fue una mujer de avanzada en todo sentido. Su interés por el Psicoanálisis se debió a la relación con Lacan, enfocándose principalmente en su obra que, como sabemos, al pasarse él de la Neuropsiquiatría a la Psicoterapia, hizo escuela.
Feminista de la primera hora, la encontraremos también muy actualizada en todas las tendencias intelectuales de su época y en todas las vanguardias. Estuvo muy atenta a la llegada de la terapia lacaniana a la Argentina (donde su gran difusor fue Oscar Masotta), pero también la atraían otras corrientes y disciplinas. Victoria se mostró muy sensible al Arte y a las Letras, al Surrealismo, a la Filosofía, y a las búsquedas espirituales (Gandhi, Jung, Krishnamurti -que fue invitado por ella, dio conferencias y se alojó aquí, en su casa-); se interesó, asimismo, por el ocultismo, los estudios psíquicos de Londres, la Sociedad Teosófica.
Si bien Lacan ejerció una influencia notoria sobre Victoria Ocampo en cuanto a su visión de la psiquis humana, entre los dos, la que más peso tuvo sobre la personalidad de Lacan, fue ella. Le despertó el interés por la Filosofía, lo cual fue medular en sus teorías ulteriores y lo volvió consciente de su tremenda inflexibilidad como persona, según una confesión del propio Lacan a Roger Caillois. Lacan se había transformado en un faro que revolucionó con sus ideas el universo del Psicoanálisis mundial.
En los años ’30, Victoria también lo introdujo en el grupo de los surrealistas de París, en la lectura de Joyce y de otros escritores, considerados experimentales y de avanzada.
El romance entre ellos fue breve, pero resultó memorable, especialmente para el joven e inquieto psiquiatra francés.
Como dice aquel bolero: “En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse”.
Así parece haber sido “el terremoto Victoria Ocampo” en la existencia de Jacques Lacan.
© LA GACETA
Alina Diaconú - Escritora y columnista, de origen rumano. Autora de 23 libros en la Argentina, de otros en el exterior y traducida a varios idiomas.












