“Este es un título para compartir”: San Martín festejó entre familia, cantos y humo rojiblanco

La hinchada acompañó con una fiesta inolvidable y el capitán del “Santo” celebró con su hija.

“Este es un título para compartir”: San Martín festejó entre familia, cantos y humo rojiblanco LA GACETA / OSVALDO RIPOLL

El final en la cancha de Tucumán Rugby tuvo un único dueño: San Martín. La chicharra apenas había sonado cuando el campo se llenó de abrazos, camisetas al viento y una marea roja y blanca que bajó desde la tribuna para envolver a los jugadores campeones del torneo Anual de caballeros. La hinchada, que acompañó toda la tarde con bombos, trompetas, redoblantes y humo de colores, transformó el cierre del partido en una fiesta que parecía no tener fin. Las banderas flameaban al ritmo de un cancionero que no paró ni un minuto y que, desde temprano, marcó la atmósfera de una final cargada de emoción.

Mientras los jugadores saludaban a la familia y a los amigos que se acercaban para festejar, la escena que más se repetía era la de padres, parejas e hijos abrazados alrededor de los protagonistas. Entre ellos, uno de los momentos más conmovedores lo protagonizó Nicolás Ordóñez, el capitán “santo”, junto a su pareja, Josefina Fernández, y su pequeña hija, también llamada Josefina, de apenas año y medio.

Ordóñez aún tenía el palo en la mano cuando habló del significado íntimo de este título.

“Para mí es mucho, muchísimo, porque el sacrificio comienza en la casa. La paternidad este año me encuentra disfrutándola, y en esos altos y bajos uno necesita apoyo. Cuando en tu casa te bancan, te impulsan, ahí está la base para que uno pueda venir y rendir acá con el grupo”, explicó, conmovido.

A su lado, Josefina asentía mientras sostenía a la niña, que jugaba con la camiseta del papá. La pareja vive este deporte desde hace más de una década. “Llevo muchos años acompañándolo, desde 2013 o 2014. Es una alegría poder ser parte de esto”, contó Fernández, recordando que se conocieron en la facultad y que, casi por tradición, empezaron a compartir los finales de temporada entre playoffs y definiciones. “Siempre hay altibajos, pero en esos momentos donde uno llega cansado es importante tener cabeza, escuchar y hablar. La nena siempre está con alegría, sin importar si él tuvo un buen o mal día. Eso ayuda un montón”, agregó.

La emoción del capitán contrastaba con la energía contagiosa que bajaba desde la tribuna. La hinchada, que había empezado con humo blanco y rojo apenas los equipos saltaron al campo, estalló definitivamente cuando se confirmó el 3-1 en el marcador. Los repiques del redoblante guiaron los cantos, las trompetas marcaron el ritmo y las banderas rodearon a los jugadores hasta convertir la vuelta olímpica en una postal perfecta.

En medio de ese clima, Erik Brunet, autor de uno de los goles del partido, se tomó un instante para repasar la campaña. “Es el objetivo que busca siempre San Martín. Lo tenemos claro desde el principio. Tenemos que tratar de ser concretos en todos los partidos y definirlo cuando se pueda”, explicó. Desde lo físico, remarcó que el equipo llegó en alto nivel. “Yo creo que ahí sacamos bastante diferencia. Tenemos un banco largo y todos están al 100%. Eso se nota en estas series de tres partidos posibles”.

Sobre la final, fue directo: “Los tres goles antes del descanso nos dieron tranquilidad. También veníamos con la ventaja del primer partido. No había que desesperarse, sino jugar a lo nuestro”.

Para Juan Ignacio Brandán Gasparré, uno de los jóvenes que irrumpió esta temporada, la alegría tenía un plus: fue su primer título con Primera.

“Muy lindo, porque veníamos laburando desde principio de año. Se armó un grupo muy unido, impecable”, contó. Sobre la efectividad rápida del equipo, destacó: “Fuimos muy efectivos cuando tuvimos que ser. Los goles vinieron solos”, dijo el “Leoncito”, que también valoró el aprendizaje del año. “La Superliga se escapó en la final, pero de ahí nos llevamos mucho. Ese golpe nos terminó uniendo más”, reflexionó.

 La tarde se cerró con jugadores y familias fundidos en abrazos, mientras la hinchada seguía cantando bajo el humo blanco y rojo que todavía flotaba sobre el césped. La postal final fue simple: un “Santo” campeón, un equipo que ganó la ida, la vuelta y el año, y un festejo que sintetizó todo lo que representa este club en una final de hockey masculino.

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