Trap, hip hop y RKT: la historia urgente de una revolución cultural argentina
El tucumano Amadeo Gandolfo y Camila Caamaño son los autores de “El ritmo no perdona...”, libro que da cuenta de un fenómeno que modificó la forma de hacer y de consumir música en el siglo XXI. Los cómo, los por qué y lo que viene.
AL FRENTE DEL PROYECTO. Amadeo Gandolfo y Camila Caamaño, coautora y colaboradora en el suplemento NO de Página/12. Crédito de las fotos: Coni Rosman.
Confiesan Amadeo Gandolfo y Camila Caamaño que dar a luz “El ritmo no perdona. Una historia crítica del trap, el hip hop y el RKT en el nuevo siglo argentino” fue una experiencia agotadora. De eso se trata historiar fenómenos en tiempo real, cuando los hechos y los protagonistas desfilan en paralelo al proceso de investigación y escritura. Amadeo y Camila salieron airosos y lo que nació fue un libro notable, tanto por su impresionante dotación informativo-documental como por los debates y preguntas que generan su lectura. Esa fue, a fin de cuentas, la misión cumplida por los autores.
Editado por el sello Caja Negra, en su colección Synesthesia Música, “El ritmo no perdona...” desmenuza lo que los autores llaman “música mainstream argentina”, desgranada en estas vertientes -el trap, el hip hop y el RKT- que dialogan, se cruzan, conviven y, para el gran público, suelen ser motivo de toda clase de análisis. Son los ritmos que cambiaron la forma de hacer y de consumir música en el siglo XXI y seguirles el hilo a semejantes revoluciones culturales fue todo un desafío.
Gandolfo representa, además, la “pata tucumana” del proyecto (ver perfil), mientras Camila aporta su perfil periodístico (actualmente colabora con el suplemento NO, de Página/12). En el caso de Amadeo, la entrevista le brinda un espacio para hablar de todo lo que la provincia representa para él, un Tucumán al que define como esquizofrénico; conservador y asfixiante por un lado, capaz de liberar tremendas vetas creativas por el otro. Herencia no le falta: su papá, Ricardo, puso su poesía al servicio de las letras de Redd, icónica banda del progresivo tucumano que sigue siendo un bocado para paladares exquisitos.
- ¿Qué los llevó a escribir un libro sobre estos géneros populares urbanos desde una perspectiva crítica y no meramente descriptiva? ¿Qué urgencia o vacío buscaban atender?
- Camila: No se puede hablar de un movimiento social y cultural como fue el trap mainstream en Argentina sin apelar a nuestra perspectiva crítica, de lo contrario sería una seguidilla de sucesos recapitulados desde la superficie. La profundidad analítica que nos movió a embarcarnos en el proyecto era indispensable para hablar del tema. Y se responde precisamente por el estado de la crítica actual, porque creemos que las piezas textuales que apuntan a hablar de una época, de registrar un momento de la historia, con ánimos de debatir, discutir y abrir nuevas preguntas están en extinción. De otro modo, el libro podría haber sido una antología de artículos, por ejemplo.
- ¿Cómo fue eso de “interpretar en tiempo récord sucesos al mismo tiempos que pasan”, como apunta Pablo Schanton en el prólogo?
- Camila: Agotador. Cada párrafo que escribíamos se cuestionaba en el transcurso de algunos días, no porque cambiásemos de opinión, sino porque era tanta la información (desde declaraciones de sus protagonistas, shows, lanzamientos de discos) que teníamos que ir editando sobre la marcha, sabiendo que luego habría un exigente proceso de edición y corrección una vez entregado el primer manuscrito. El proceso fue un desafío de equilibrio entre el criterio y el entusiasmo.
- El libro plantea que estos géneros no pueden entenderse sin mirar el contexto social y político de los barrios. ¿Cómo piensan que se manifiesta esa relación entre sonido y territorio en la Argentina del siglo XXI?
- Amadeo: Es una pregunta complicada de responder, porque si observamos el arco de las músicas populares argentinas en el siglo XXI no hay tanta asociación entre barrio y música. O sea, el trap fue una música eminentemente porteña en un primer momento, con algunas derivaciones en otros lugares del país, como Bardero$, que eran del sur. Pero no había una conexión tan fuerte con el barrio hasta el RKT. Era una poética un poco más desterritorializada. El RKT, en cambio, sí tuvo una asociación muy fuerte con el barrio y sobre todo con el conurbano, que se manifestó en diversas formas de ejercitar el lujo posible desde una inscripción geográfica y de clase que parecía impedirlo.
- ¿Cómo fueron operando los cambios?
- Amadeo: En una etapa posterior, la que estamos viviendo ahora, sí se manifiesta una relación más estrecha entre sonido y territorio porque las escenas se federalizaron, pero pareciera que en lo que se nota más esto es en el lenguaje antes que en las referencias o las poéticas: por ejemplo, hay una escena gigantesca de rap hoy en Tucumán que hace de los giros idiomáticos propios de nuestro slang una característica de sus letras. También se ve mucho en las letras que hablan de llegar a Buenos Aires o tener a Buenos Aires como referencia para pegarla. Algo de eso también se comprueba con los raperos de Rosario, puntualmente estamos pensando en los Golden Boyz, que incorporan muchas más referencias a la violencia urbana y un estilo de producción más jazzero, más fino.
- Hablábamos del contexto social y político...
- Camila: Está vinculado con la situación social y económica de Argentina en la última década, y con los enormes cambios que trajo la crisis en la que estamos sumergidos desde entonces. Y el impacto de eso es un poco uniforme en todas las escenas, aunque en algunos casos haya llevado más a una despolitización (no se habla de política, se habla de los temas más tradicionales del trap: dinero, mujeres, drogas) y en otros haya llevado a una politización del desencanto (“la única política y aguante que reconozco es el de mi barrio y mis amigos, con los cuales nos hacemos el aguante más allá de las estructuras estatales” como es un poco el discurso de Little Boogie). En otros casos, hay referencias políticas pero sin embanderamiento en ningún movimiento o partido en particular, lo cual denota el enorme desencanto con la política partidaria de esta(s) generaciones.
- ¿Cómo interpretan el pasaje del trap y el RKT desde los márgenes hacia el centro del consumo cultural? ¿Qué se gana y qué se pierde en ese proceso?
- Amadeo: Que se gana: presencia en el centro de la discusión cultural. La capacidad de imponer ciertos temas y ciertas formas de decirlos. En términos más prosaicos, que son los que menos nos interesan: más dinero, más reproducciones, más presencia en medios, más amplificación de cualquier cosa que estos artistas digan. Pero el pasaje de un margen a un centro para cualquier escena cultural implica que hay que prestarle atención, y eso significa que este “objeto cultural previamente no identificado” de pronto forma parte de la discusión, remueve ciertos escalafones culturales previamente establecidos, al menos por un ratito, molesta y obliga a tener una opinión. Que es un poco una de las cosas que nos movió a escribir el libro: la reacción de desprecio que muchos tuvieron cuando esta música se volvió mainstream, y la posibilidad que vislumbramos en un momento de que fuese revolucionaria o al menos que establezca un nuevo orden de cosas. Al final estos deseos se revelaron como un poco exagerados, pero igual sí sentimos que el rap en general, y el trap en particular, implicaron un sacudón en los géneros musicales argentinos del cual es difícil volver.
- ¿Y en cuanto a la pérdida?
- Amadeo: La música tiende a volverse más estandarizada. Se piensa mucho más en términos de cuáles son las movidas que hay que hacer para pegarla con la música antes que en términos de expresión personal. A veces, los nuevos géneros se vuelven más una fábrica de producir chorizos en donde los yeites sonoros y líricos se repiten. También se produce una locura por estar siempre en el candelero que lleva a la sobreproducción en ocasiones vacía. En el caso del RKT es muy notorio ese arco de estallido, sobreproducción y abandono un poco por agotamiento.
- Hablando de los vínculos entre estética musical y tensiones sociales, ¿cómo dialogan el trap y el RKT con las representaciones de clase, género y racialidad en la Argentina contemporánea?
- Amadeo: En cierta manera la respuesta aparece a lo largo de todo el libro. Con respecto a las representaciones de clase, desde el trap y el hip hop hay dos modulaciones: lo logré, trascendí mi clase, soy rico, famoso, me salvé. La otra: vine desde abajo, todo me costó mucho, estoy aquí representando a los pobres, a los menos privilegiados. Estas dos modulaciones pueden identificarse más o menos con las dos corrientes principales del rap en sus orígenes y hasta finales de los 90: el rap comercial y el rap “conciencia”, que buscaba hablar de los problemas de clase y raciales de aquellos que lo producían, despertar conciencia, elevar las mentes. Ese rap conciencia fue convirtiéndose en minoritario, en gran medida por el ascenso del trap, en el hip hop norteamericano. Acá en Argentina tuvo y tiene representantes destacados como Mustafá Yoda.
- ¿Y en cuanto al género?
- Amadeo: Es lo más peliagudo de todo, y es una pregunta que debatimos insistentemente y no sabemos si llegamos a alguna conclusión. El rap por un lado construye visiones de género bastante estereotipadas en donde la sexualidad aparece bastante rampantemente, desbocada, y eso por un lado puede ser positivo, al hablar más libremente de sexo, algo que siempre, por otro lado, fue una pulsión continua en las músicas populares desde el jazz, al menos. Pero también puede tomar las formas de una espectacularización de lo sexual que se convierte en explotativa. Muchas de las artistas mujeres que tratamos en el libro habitan en ese fleje, en ese límite, avanzando su sexualidad, luego incorporando elementos que apuntan a una intelectualización, luego volviendo a defender la libre expresión de su sexualidad. También tienen y tuvieron que lidiar con las demandas de una industria que a menudo las ve simplemente como un cuerpo y que no las trata con la misma seriedad con la cual trata a los artistas varones, que pueden hablar de sexo y no son cuestionados de la misma forma que las mujeres. Es un tema complejo, porque por un lado estamos a favor (¿cómo no estarlo? Además porque somos defensores del hedonismo en la música, y el hedonismo sexual muchas veces fue una marca del buen pop) de que expresen su sexualidad en sus términos, pero también estamos a favor de que se las trate en serio como artistas y no se las encasille en ser simplemente la femme fatale o la “hoe”, en términos más clásicos del hip hop.
- ¿Cómo inciden las plataformas digitales y la industria cultural en la construcción del “éxito” dentro de estas escenas? ¿Existe aún un espacio auténticamente independiente o todo está mediado por el algoritmo?
- Camila: Las apariencias de lo que se supone que es el éxito son muy engañosas, el mainstream vende una falsa ilusión de que números = calidad y que una carrera es subir una maratón de alcance, donde lo único que importa es aumentar escuchas y agotar estadios. Lo describió muy bien el periodista Pablo Plotkin: “una generación adicta a superar niveles”.
- ¿Cuál es el efecto?
- Camila: No sólo es violentamente frustrante para los artistas, sino que, en su afán por “consagrarse” acaban firmando contratos esclavizantes, obligados a una lógica de trabajo pensada en volverlos individuos facturables. La trampa de los números como si fuese leyes irrefutables los hace caer incluso a otros actores dentro de la cadena, como pasa por ejemplo con bookers que piensan que una cifra de escuchas mensuales en un país equivale a un corte de tickets asegurado. De todos modos, creo que hay espacios sin estar corruptos, el caso más concreto es el de Bohemian Groove, un sello autogestivo creado por algunos de sus mismos artistas (Dillom y Muerejoven) con pautas que priorizan las necesidades de los artistas y apelan a dinámicas que, en comparación con la salvajada de estos tiempos, son funcionales a la creatividad, como sucede con los camps creativos, una modalidad que suelen elegir para componer los discos.
- ¿Cómo dialogan con el campo académico y con el periodismo musical, que a veces han tratado esta música con prejuicio o condescendencia?
- Camila: Respondo sobre el periodismo, porque particularmente me siento un híbrido. No estudié periodismo y me metí a escribir por mi cuenta porque lo que para mí estaba sucediendo algo único en la música argentina y (casi) nadie lo documentaba como creía que debía hacerse. Así empecé Triste y Tropical, mi newsletter, en dónde intentaba cubrir algo de lo que estaba pasando. Luego terminé escribiendo en el suplemento NO de Página/12, a dondo sigo actualmente. Creo que fue una ventaja que ninguno de los dos esté viciado por los yeites del oficio. Por otro lado, mi experiencia haciendo entrevistas fue mayormente la que nos ayudó a saber que no íbamos a ir a buscar el relato de los protagonistas, más que en fuentes previas. Diría que el campo académico sigue rechazando estas expresiones.
- Si el título afirma que “el ritmo no perdona”, ¿qué creen que nos está diciendo ese ritmo hoy sobre el país y su juventud? ¿Hacia dónde sienten que se dirige la música urbana, teniendo en cuenta que el trap “ha sido perdonado”?
- Camila: Que es pecado detenerse a pensar, que hay que ser cada vez más productivo, que todo tiene que ser espectacular o no vale la pena. No comulgamos con la etiqueta de “música urbana”, pero si pensamos en cambio en música mainstream argentina, creo que es una masa que se ha bifurcado, que la marca del trap funcionó para romper estructuras, y hoy por hoy bandas de estilos más diversos consiguen llegar a un público que antes era impensado.
- ¿Cómo obró tu componente “tucumano” en este viaje en el que confluyen la escritura, la investigación y la pasión por la música?
- Amadeo: Crecer en Tucumán entre 2003 y 2010, con una escena cultural en general, y musical en particular, tan vital, tan llena de productores, tan intensa, me dio la primera marca de lo que era interesarse por un grupo de personas que hacen cultura juntos. Además de darme un lugar de pertenencia que para mí fue muy feliz. En otros términos: yo aprendí de escenas musicales formando parte primero del punk-hardcore y después del pop tucumano de los albores del siglo. Ahí comencé a escribir. Ahí también comencé a habitar ese lugar un poco anfibio que siempre sentí que fue mi lugar entre la escritura ensayística sobre crítica cultural, bloguera, y la academia, que me brinda herramientas y paga mis cuentas. No sería lo que soy sin mi pasaje por la carrera de Historia de la UNT, pero tampoco sería el mismo sin haber aprendido a escribir en blogs, con su particular estilo y comunidad, algo que sigo haciendo hasta el día de hoy en mi newsletter El Evangelio del Coyote.
- ¿Cómo fue esa trayectoria?
- Amadeo: Mi condición de tucumano interesado en crear y en analizar la creación de cultura terminó signando mi ida de la provincia. Es una historia conocida, que repongo aquí sin ánimo de criticar, solamente describiendo: las escenas culturales provinciales pueden ser muy vitales pero llegan a su techo (de público, de poética, de proyección) rápidamente. Terminás vendiéndole a los mismos que producen. En un momento te das cuenta que todo es más o menos igual. Que las instituciones, en general, no apoyan lo nuevo. Que todo se hace contra viento y marea y con mucha precarización. A eso se sumó que, al menos en el momento en que yo me recibí, la carrera de Historia de la UNT no fomentaba muchas investigaciones sobre historia cultural. Entonces me fui para buscar un medio más propicio donde seguir en este camino.
- En síntesis...
- Amadeo: Mi marca tucumana es medio la marca ambigua de muchos escritores y artistas que crecieron en la provincia y se fueron: me siento muy agradecido de haber crecido ahí, de haber tenido una exterioridad de Buenos Aires que impide que te la creas tanto y que, también, te hace ver lo que pasa en esa gran urbe con cierta distancia; pero al mismo tiempo irme de Tucumán fue una de las mejores decisiones que podría haber tomado, porque me brindó una proyección que nunca hubiese tenido quedándome en la provincia. Me permitió escapar del provincialismo e intentar hablar un lenguaje más universal.
- ¿Cómo te sentís ahora?
- Amadeo: Escribir este libro me permitió volver a conectarme con lo que está pasando en Tucumán a nivel música, y la verdad que la escena de rap y trap tucumana es una locura. Dialogo mucho con Miguel Yassir, que es parte de Lúcuma, una página muy buena de crítica musical, y también es parte de la administración del espacio La Gesta Cultural, y él me ha conectado con proyectos nuevos buenísimos. Han salido discos increíbles en estos últimos dos años, y levantás una piedra y te encontrás con un rapero zarpado. Creo que Tucumán tiene esa condición esquizofrénica: una provincia que puede ser terriblemente conservadora y asfixiante en muchos aspectos, pero en donde sin embargo hay como una pulsión creativa manija que sigue haciendo que surjan propuestas y personalidades reinteresantes, en muchos casos con proyección nacional.
Perfil
De Tucumán a Buenos Aires
Amadeo Gandolfo (San Miguel de Tucumán, 1984) es historiador, Doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet. Escribe el newsletter El Evangelio del Coyote; fue parte del blog El Baile Moderno y coeditor de la revista de crítica de comic Kamandi. Escribió en Los Inrockuptibles y Comiqueando, entre otros medios.




















