Reforma electoral en Tucumán: por qué se frenó y la puja liberal

Se discuten modificaciones cosméticas y se redactan borradores, pero si rascamos apenas la superficie de ese ímpetu reformista, encontramos el mismo hormigón armado de siempre.

Reforma electoral en Tucumán: por qué se frenó y la puja liberal

A veces la política tucumana tiene menos de ciencia y más de puesta en escena. El acto que se está montando ahora lleva por título “reforma electoral”, pero el guión es un viejo conocido prestado de la aristocracia siciliana: cambiar algo para que nada cambie.

El gobernador y el vicegobernador vienen agitando las banderas de una suerte de “revolución institucional”. Prometieron transparencia, seguridad, datos abiertos y, la joya de la corona, una reforma político-electoral. Sin embargo, este último tópico -que el propio Osvaldo Jaldo puso sobre la mesa en su apertura de sesiones- parece destinado a habitar el limbo de las promesas retóricas más que el terreno de los hechos. Se discuten modificaciones cosméticas y se redactan borradores, pero si rascamos apenas la superficie de ese ímpetu reformista, encontramos el mismo hormigón armado de siempre. La intención real no parece ser mejorar la calidad democrática, sino blindar el status quo con una capa fresca de pintura.

La hemeroteca no perdona. El 1 de marzo de 2024, Jaldo expresó una convicción “total y absoluta” de modificar el sistema. “Convoco a los representantes (...) a conformar una comisión de trabajo”, dijo entonces. Un año después, en el mismo atril, recordó la promesa, pero introdujo un matiz táctico: la “profundidad” de la reforma ya no dependía de él, sino de la Legislatura. Fue la primera señal de enfriamiento.

Ese ímpetu inicial se fue desdibujando, víctima del pragmatismo de gestión. Jaldo fortaleció su figura gracias a los resultados en seguridad, una administración ordenada y una sintonía fina con el “estilo Milei”. Ya no necesita satisfacer la demanda de esos sectores urbanos que en 2023 dijeron basta al sistema de acoples.

Lo viejo funciona

Además, con La Libertad Avanza repuntando en las encuestas, el oficialismo ha llegado a una conclusión conservadora: en tiempos de incertidumbre, no se toca el motor del auto, aunque haga ruido. Pero hay un factor de poder real más potente que cualquier cálculo electoral: los caciques del interior. Fueron ellos quienes pidieron que Miguel Acevedo quite el pie del acelerador. No están dispuestos a ceder ni un centímetro de poder en lo que entienden como su territorio natural: el “mundo acople”.

La cuestión de fondo no es solo garantizar votos para intendentes y gobernador. Se trata de preservar una caja de miles de millones de pesos que irriga una estructura gigantesca. El mecanismo es de una lógica aplastante: armar cada acople cuesta dinero; a más dinero, más acoples; a más acoples, más votos; a más votos, más poder. Y a más poder, más dinero. Es un círculo perfecto de autoalimentación política que nadie en el oficialismo quiere romper.

Los popes del interior le hicieron saber a Jaldo su incomodidad con el entusiasmo reformista del vicegobernador. Dos pesos pesados hicieron público el mensaje: Sergio Mansilla frenó en seco el avance de Acevedo con un tuit quirúrgico, habilitando a Darío Montero para que rematara la jugada en favor de la “moderación”. No hizo falta mucho más para entender quién manda en el territorio.

Sin tanta vuelta, la gran reforma quedaría reducida a un ajuste administrativo: limitar la cantidad de acoples a un número “generoso”, igualando las listas colectoras a la cantidad de bancas en juego por sección. Una poda que no mata al árbol.

¿Y la boleta electrónica? Aquella modernización que tanto entusiasmó a Acevedo, a la oposición y a algunos legisladores oficialistas, deberá esperar mejores tiempos. Aunque el vicegobernador insiste en que todo depende del consenso y de sus charlas con Jaldo, en los pasillos de la Legislatura la sentencia parece dictada. El propio Acevedo, que dedicó viajes, reuniones y capital político para implementar el sistema antes de que expire 2025, ve cómo su proyecto estrella se desvanece. En el Tucumán de Lampedusa, la modernidad hoy parece una utopía.

Juntos, pero no revueltos

Mientras el reloj de la reforma parece haberse detenido en Tucumán, en el Congreso de la Nación el tiempo corre a otra velocidad. La novedad del pase de Mariano Campero al bloque libertario hizo ruido por estos lares. El ex intendente de Yerba Buena se autopercibe empoderado con ese salto de los “radicales peluca” al bloque del Presidente. Entiende que la maniobra le permite retomar el armado de poder y -dice- de la oposición desde otro lugar.

Campero se escuda en la buena relación con Martín Menem y en el tutelaje de Patricia Bullrich para sentarse a tejer alianzas. El día después de su pase, dialogó con Sebastián Salazar, con Alejandro Molinuevo y con Pablo Macchiarola. También declaró públicamente que su intención es dar un gesto de unidad para destronar al peronismo en 2027.

Sin embargo, la realidad local tiene sus propios dueños. Apenas unos minutos después de que sus dichos se publicaran en LA GACETA, La Libertad Avanza Tucumán emitió un comunicado tajante: Lisandro Catalán aclaró que la sociedad con Campero termina en la General Paz. Juntos en el Congreso, sí; en la provincia, no.

El portazo fue seco y en la cara. Quedó claro que el actual director de YPF no está dispuesto a ceder espacios de decisión ni de protagonismo. El diputado nacional jamás ocultó su ambición de acceder a la Gobernación. Catalán tampoco. Habrá que ver cómo se perfilan los actores de los distintos sectores de la oposición en este tablero. Por lo pronto, Campero y Catalán coinciden en una sola cosa: ambos buscan, cada uno con su propia receta, jubilar los rostros de la “vieja política” para ponerse ellos mismos en el cartel.

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