Cuánta carne consumen al año las personas más longevas, según las investigaciones.
La alimentación equilibrada se consolida como uno de los pilares más influyentes para fortalecer el bienestar general. Profesionales de la salud destacan desde hace años que ciertos hábitos nutricionales no solo mejoran la vitalidad cotidiana, sino que también pueden contribuir a una vida más extensa, posicionando a la dieta como una herramienta preventiva frente a múltiples enfermedades.
Uno de los principales referentes en este campo es Dan Buettner, escritor e investigador asociado a National Geographic, conocido por su trabajo en torno a las Zonas Azules, los territorios definidos por el demógrafo Michel Poulain donde los habitantes alcanzan edades avanzadas con una frecuencia inusual. En estos enclaves, la alimentación, la actividad física y la vida social siguen patrones muy diferentes a los de los países industrializados.
Tras décadas de investigación, Buettner identificó prácticas comunes entre quienes superan los 100 años. Muchas de ellas están relacionadas con la organización de la dieta, un tema que desarrolla en su libro El secreto de las Zonas Azules y en la serie de Netflix donde expone sus hallazgos. Sus conclusiones muestran cómo pequeños ajustes en la mesa diaria pueden impactar significativamente en la longevidad.
Entre las preguntas más frecuentes aparece la cantidad adecuada de carne. Según Buettner, los registros de regiones como Cerdeña, Okinawa, Loma Linda, Icaria y Nicoya evidencian que la ingesta de productos cárnicos guarda una relación directa con la duración de la vida. En estas comunidades -donde abundan los centenarios- la carne ocupa un rol secundario y se utiliza más como acompañamiento que como eje central de las comidas.
Los datos sorprenden
Los habitantes de las Zonas Azules suelen consumir carne alrededor de cinco veces al mes, lo que representa menos de 10 kilos anuales por persona. La comparación con países como Estados Unidos, donde el promedio asciende a 110 kilos por año, marca un contraste de cien kilos que se refleja también en la diferencia de expectativa de vida.
De todos modos, Buettner no propone eliminar la carne por completo. Su recomendación apunta a moderar la ingesta y acercarla a los niveles observados en las Zonas Azules. Sostiene que reducirla a una vez por semana o menos ya constituye un avance importante para mejorar indicadores de salud sin imponer restricciones drásticas.
El investigador también advierte que ciertos productos de origen animal deberían evitarse en la rutina diaria. Entre ellos menciona las carnes procesadas, a las que vincula con un mayor riesgo de enfermedades, además de bebidas muy azucaradas, snacks altos en sodio y golosinas industriales. Limitar estos alimentos, afirma, es una de las decisiones más efectivas para promover un envejecimiento saludable.



















