Una potente erupción solar surgió del Sol el 11 de noviembre, liberando una corriente de protones supercargados que incrementó los niveles de radiación alrededor de la Tierra a un máximo bidecenal. (Crédito de la imagen: Centro de Predicción del Clima Espacial de la NOAA/Space.com)
Hace casi un mes, el Sol demostró su inmenso poder al liberar una rara y potente llamarada solar clasificada como X5.1 desde la mancha solar AR4274. Este evento no fue un simple destello de luz. De acuerdo con los informes posteriores de los especialistas, se trató de un fenómeno cósmico que golpeó nuestro planeta con una ráfaga de partículas de alta velocidad, disparando los niveles de radiación en la atmósfera terrestre a las cifras más altas registradas en casi dos décadas.
Si bien estas erupciones solares a menudo deleitan con auroras boreales hipnotizantes, vistas incluso en lugares inusuales como el sur de Florida en los Estados Unidos, esta llamarada específica no se trató de un espectáculo visual sino de algo más inquietante al desatar una corriente de protones supercargados hacia la Tierra, una consecuencia que sólo muy pocas llamaradas solares llegan a producir. De las aproximadamente 20 llamaradas de clase X que impactaron la Tierra este año, solo la del 11 de noviembre estuvo acompañada por este peligroso flujo de protones de alta velocidad.
La radiación en los vuelos comerciales
Este fenómeno llevó a los investigadores a centrarse rápidamente en la altitud a la que viajan la mayoría de los aviones comerciales, es decir, alrededor de los 12 kilómetros (40.000 pies). Descubrieron que en esa franja de la atmósfera, los niveles de radiación se elevaron brevemente hasta diez veces más que el fondo normal causado por los rayos cósmicos. Aunque la peor parte de la tormenta pasó en unas dos horas, esta repentina elevación supuso un riesgo significativo.
Los protones liberados por una llamarada solar viajan a una velocidad cercana a la de la luz, llegando a nuestro planeta en cuestión de minutos. Benjamin Clewer, investigador de clima espacial en la Universidad de Surrey en el Reino Unido, explicó a Space.com en un reciente informe que, si bien la exposición total fue limitada, estos eventos suelen alcanzar su punto máximo justo al comienzo. Según Clewer, la exposición a dichos niveles de radiación durante más de 12 horas habría excedido el límite oficialmente considerado seguro para un feto en el caso de una mujer embarazada.
El peligro silencioso para la aviación
Los eventos de alto nivel de radiación como este, conocidos como Eventos de Nivel de Tierra (GLE, por sus siglas en inglés), de los cuales solo 77 se han registrado desde la década de 1940, no solo representan un riesgo potencial para la salud humana (además del riesgo para los bebés no nacidos, la exposición aumenta el riesgo de cáncer en todas las personas), sino que también pueden causar estragos en la electrónica de las aeronaves.
Los investigadores están preocupados de que un GLE completo podría hacer que la electrónica de los aviones "se vuelva loca en masa". Este temor se sustenta en un incidente previo, ocurrido solo dos semanas antes del GLE del 11 de noviembre, donde un Airbus de JetBlue que volaba sobre Florida experimentó una pérdida repentina de altitud, atribuida a posibles fallas en la electrónica de a bordo causadas por partículas de alta energía del espacio. El incidente resultó en múltiples lesiones a pasajeros.
Benjamin Clewer advirtió sobre el caos que podría generarse en cabina: "Los pilotos podrían tener diferentes alarmas sonando en la cabina al mismo tiempo. Podrían tener que apagar y reiniciar diferentes partes del equipo". La peor posibilidad, según Clewer, es que "tengan que volar manualmente". Por esta razón, los científicos están haciendo campaña para que todos los aviones se equipen con monitores de radiación, ya que durante estos eventos, es probable que los enlaces de radio con el control terrestre también se interrumpan.























