Robe Iniesta de Vanity Fair
El mundo de la música española sufre una gran pérdida tras la confirmación de la muerte de Robe Iniesta, líder de la icónica banda Extremoduro. El equipo de comunicación de la agrupación anunció el fallecimiento del artista este miércoles, 10 de diciembre, a los 63 años de edad. Más allá del impacto artístico y cultural que el suceso generó, la atención se dirige a su esfera personal, que siempre mantuvo resguardada.
Robe Iniesta siempre mantuvo su vida familiar lejos del ojo público, priorizando la intimidad por encima de la exposición mediática, un rasgo poco habitual en su nivel de fama. Su círculo íntimo estaba compuesto por su esposa, Vivi Vázquez, y sus dos hijos, Nahún y Karín Iniesta. En los últimos años, el músico optó por un estilo de vida tranquilo en su residencia de Lezama, Vizcaya, muy diferente a sus inicios en la escena del rock transgresivo.
La discreta familia de Robe Iniesta
Vivi Vázquez, la esposa de Robe, fue un pilar constante en la vida del rockero. Ella lo acompañó desde los días iniciales de giras y ensayos hasta los momentos más complicados de su salud. La pareja cultivó una relación sólida y discreta, priorizando la vida en el hogar por sobre el circo mediático.
Los dos hijos del artista, Nahún y Karín, mantienen una vida propia que evita el protagonismo de su padre. Robe describía a sus descendientes como jóvenes autónomos y dueños de sus propios intereses. Nahún siguió la senda musical como baterista de Kontrol-M, pero evita la exposición, incluso rechazando entrevistas por su parentesco, mientras Karín se dedicó a sus estudios con la misma discreción familiar.
¿Cómo ocurrió la muerte de Robe Iniesta?
La estabilidad familiar resultó crucial en los últimos años, periodo donde Robe se enfrentó a varias complicaciones médicas graves. En noviembre de 2024, el músico debió suspender de manera indefinida una serie de conciertos que tenía planeados en Madrid. Esta cancelación ocurrió tras recibir un diagnóstico de tromboembolismo pulmonar, una enfermedad que requería reposo absoluto para su recuperación.
La enfermedad marcó un punto de inflexión, cerrando de facto la etapa de Robe sobre los escenarios. La recuperación y los cuidados del artista fueron siempre asistidos por la cercanía de sus seres queridos, consolidando un vínculo que trascendía la música. Pese a la fama, su vida era sencilla en Lezema, dedicada a la lectura, la cocina y un poco de deporte. El hombre "libre y sin cadenas" deja roto a todo el público que lo siguió, heredando un legado de cuidado y discreción que él mismo cultivó con esmero.





















