Mateo Martínez, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
El clima cambió, y con él, también la salud. Lo que hace décadas era impensado hoy es parte del día a día: virus tropicales que circulan en zonas templadas, olas de calor que afectan la salud mental y física, y un sistema sanitario que debe reinventarse para resistir. En una nueva edición de “Encuentros LA GACETA”, dentro del ciclo “Sentirnos bien”, el decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán, Dr. Mateo Martínez, dialogó con la periodista Carolina Servetto sobre la tropicalización del norte argentino y las enfermedades que avanzan con el cambio climático.
“Cuando yo era estudiante no estudié dengue porque no había dengue”, recordó Martínez. “Hoy tenemos dengue, zika y chikungunya instalados en Tucumán y en buena parte del país. El norte se está transformando en tropical. Y eso trae consigo un riesgo creciente de enfermedades que antes eran lejanas”, explicó.
El médico advirtió que esta transición no solo multiplica los casos de dengue, sino que también genera condiciones para la expansión de otras patologías como el hantavirus, vinculado al aumento de roedores. “La Organización Mundial de la Salud habla de una triple invasión: por aire los mosquitos, por tierra los ratones y por mar las medusas. Hay casi una docena de enfermedades que se incrementan a raíz del cambio climático, que ya no es el mismo de hace 12 años atrás”, remarcó.
Una ciudad bajo calor constante y el impacto silencioso en la salud
Martínez alertó además sobre las consecuencias silenciosas del calor extremo en la provincia. “Tucumán se convirtió en una isla de calor: las noches ya no alivian, el viento es escaso y las temperaturas no bajan. Imagine eso para los tucumanos que viven en las periferias, bajo techos de chapa, sin agua ni energía suficiente. Son las principales víctimas de esta nueva realidad climática”, señaló.
El impacto no es solo físico. “El calor prolongado afecta la salud mental, genera irritabilidad, estrés y fatiga permanente. No se trata de un problema de verano: llegó para quedarse”, advirtió el decano.
Por otra parte, Martínez lamentó que aún haya sectores de la sociedad que desconfíen de las vacunas y enfantizó: “No podemos no vacunarnos ni dejar de vacunar a nuestros hijos”, enfatizó. El decano sostuvo que las políticas de salud deben reforzar la promoción y la prevención, y que la educación sanitaria es clave para enfrentar los nuevos desafíos del siglo XXI.
El desafío del sistema sanitario
Hacia el cierre, Martínez reflexionó sobre el impacto humano detrás de la salud pública. “Tenemos profesionales altamente capacitados, con un enorme sentido de responsabilidad, pero con salarios que no alcanzan. Necesitamos salarios dignos para cuidar a quienes nos cuidan”, afirmó.
Para el decano, adaptarse a esta nueva realidad implica mucho más que infraestructura o tecnología: requiere compromiso social. “El clima cambió. Y si la salud también se tropicaliza, debemos reaccionar antes de que sea tarde”, concluyó.























