Desde Tafí Viejo, una familia tucumana busca devolverle humanidad a la medicina
La medicina no solo se mide en tecnología o infraestructura: también en humanidad. Ese fue el eje de la reflexión de María Alejandra y Miguel “Miky” Bolea, hermanos y referentes de Grupo SAMA SRL, la institución nacida en Tafí Viejo que hoy opera a nivel nacional y busca revertir la deshumanización de la atención médica. Durante su participación en “Encuentros LA GACETA”, dentro del ciclo “Sentirnos bien”, compartieron en una charla con la periodista Carolina Servetto, la historia familiar que los llevó a construir un modelo sanitario donde la cercanía con el paciente vale tanto como los avances técnicos.
“Medicina es tener buenos médicos. Podés tener recursos, edificios y capital, pero sin profesionales comprometidos, no hay salud”, afirmó Miguel Bolea, gerente médico del grupo. “Somos una empresa familiar, pero sobre todo una familia que cuida personas. La calidad humana es lo que nos distingue: el paciente no es un número, es alguien que nos conoce, que confía, que sabe que puede golpearnos la puerta si lo necesita”, coincidió su hermana Alejandra, socia gerente.
La historia de Grupo SAMA comenzó en los años 80, cuando su padre y un grupo de médicos decidieron fundar el primer centro de salud de la ciudad. “Mi viejo decía que nadie debía cruzar la diagonal para buscar atención médica”, recordó “Miky”. “Ese fue el motor. Empezamos con 18 camas y hoy tenemos 45, una terapia intensiva modelo y equipos de última generación”, agregó.
El crecimiento, explicó Miguel, fue fruto de una planificación constante y del amor por la profesión. “La salud de la población se construye con muchos sueños pequeños”, dijo. “Hoy mi cabeza está en cómo desarrollar nuevos espacios, especialmente para los niños, porque el futuro también necesita cuidados”, añadió.
Tecnología y humanidad, una convivencia necesaria
Durante la pandemia, el grupo inauguró una terapia intensiva pensada también para la salud mental: luces tenues, menos ruidos y un entorno que favorece el descanso. “De noche apagamos todas las luces y dejamos solo guías bajas, para que el paciente pueda dormir. Parece un detalle, pero cambia mucho su bienestar”, explicó Miguel.
“Hay que revertir la deshumanización de la medicina. Tenemos que volver a la medicina donde exista el diálogo, donde el médico mire a los ojos. Hoy estamos comunicados, pero detrás de una pantalla. Y eso nos aleja de lo esencial: escuchar, acompañar, contener”, aseguró Alejandra.
De una pyme familiar a un modelo de salud
Los hermanos destacaron que SAMA nació como una empresa familiar y hoy es una institución con alcance nacional. “Crecimos mirando a nuestro padre preparar cirugías en casa, estudiar, esforzarse. Esa pasión se nos grabó para siempre”, contó Miguel. “Los cinco hermanos estudiamos y trabajamos afuera, pero todos volvimos a Tafí Viejo. Volvimos porque entendimos que hacer medicina también es devolver lo que uno aprendió”, añadieron los hermanos Bolea.
“Lo nuestro siempre fue apostar por la cercanía. No importa cuán grande sea el edificio: si no hay vínculo, no hay medicina”, sostuvo Alejandra, que dejó un importante mensaje para concluir la charla. “La medicina se aprende con libros, pero se ejerce con el corazón”, cerró.




















