Frío, hambre, dolor y un orgullo incomparable

El tucumano Carlos Quirós estuvo en las islas entre el 11 de abril y el 14 de junio de 1982. Entró en combate, se le congelaron los pies, vio cosas terribles que jamás imaginó que podían ocurrir y comió carne cruda de oveja para subsistir. A 31 años de la guerra del Atlántico Sur no lo duda: ningún conflicto bélico es bueno, pero él está orgulloso de haber luchado por la patria.

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En "Un mundo feliz", Aldous Huxley se preguntaba: "¿y si este mundo fuera el infierno de otro planeta?" Carlos Quirós no duda y asiente con énfasis. Exactamente así fue la guerra de Malvinas para él.

En 1982, Quirós, que hoy tiene 49 años, era soldado conscripto en Campo de Mayo. Estuvo en las islas entre el 11 de abril y el 14 de junio de ese año. Entró en combate. Trabajó en el minado de parte de las planicies. Sufrió el congelamiento de los pies. Cazó ovejas para alimentarse junto a sus compañeros y, a menudo, tuvo que comer esa carne cruda. Mostró la placa troquelada al medio con sus datos y dijo que es la mejor presea. "A pesar de todo, del hambre, de la muerte, del frío... Malvinas sigue siendo todo para mí", confesó.

Quirós nació en Tucumán. A los 10 años se fue a vivir con su familia a Buenos Aires, por una oferta laboral recibida por su padre en la empresa Austral. A los 18 años le tocó el servicio militar en Campo de Mayo.

Hace un tiempo, su sobrino le abrió una cuenta de Facebook, donde volvió a contactarse con muchos compañeros. "Viví cosas que nunca imaginé que podían pasar; tenía 18 años y qué se yo... De jugar al fútbol pasamos a estar en una guerra con todas las letras". - ¿Qué significa Malvinas?- Como siempre digo, pasamos hambre, frío, pero es propio de una guerra. La causa Malvinas es una causa justa y noble al margen de cualquier veta política. El que es argentino la tiene que sentir, más allá del gobierno de turno. Quizás fue, en parte, algo político. Realmente los militares querían seguir en el poder y dieron un manotazo de ahogado con Malvinas. Pero no nos importó el gobierno. El haber estado en Malvinas fue lo mejor que me pasó en la vida; me siento orgulloso de haber ido a defender a mi patria. Ni hablar de los compañeros que quedaron allá. Es la muerte más noble: dar la vida por la patria, como lo hicieron ellos. Todas estas fechas son para recordarlos; ellos son los guardianes centinelas de las islas, como decimos nosotros. Estoy a punto de grabarme en el brazo el nombre de un compañero que quedó allá. Falleció cuando un mortero inglés le dio de lleno en el pecho el 14 de junio. Un compañero le tapó el pecho con su casco. Él alcanzó a decir "mi mamá" y dio vuelta la cabeza. Es muy fuerte. Nunca le dijimos a su madre cómo fue que había muerto su hijo. Realmente eso fue Malvinas: uno permanentemente pensaba en la madre. - ¿Cómo fue la rendición?- Fue un momento triste, con impotencia. Estuve todo el tiempo en un pozo, casi dos meses. Tenía mucho dolor en los pies, recuerdo que me saqué los borceguíes y después no pude volver a ponérmelos. Tenía hinchados los pies por el congelamiento. Me acompañó un cabo al hospital y me di cuenta de que no tenía nada en comparación con lo que les había pasado a otros. Quería salir corriendo de ese lugar: adentro había chicos mutilados, sangre, alaridos. Era una carnicería. Un médico me dijo que fuera a un helicóptero, porque me iban a trasladar. Cuando salí del hospital vi todo blanco, ese fue el único día que nevó. Salí descalzo y pude ver que había un grupo de ingleses que estaba levantando la bandera británica, y me sentí muy raro. Me paré medio confundido a observar aquello. Subí a ese helicóptero con otros heridos y nos llevaron al buque Almirante Irízar, que funcionaba como hospital, y luego a Comodoro Rivadavia. Nos bajaron con unas camillas y unas sogas, y la camilla se movía con el viento. Estuve cinco días en ese buque y nueve meses internado en el hospital de Campo de Mayo. Esa fue mi llegada. Ahí pude llamar a mi papá; que no creía que fuera yo el que le estaba hablando.

- ¿Cómo continuaste con tu vida después de la guerra?

- Estos 31 años fueron muy difíciles. En esa época uno salía a pedir trabajo y decía que era ex combatiente, pensando que podía obtener el empleo. El empresario tenía miedo y no nos llamaba nunca. Imaginate a los muchachos que encontraron una mujer, la paz, el amor, y formaron un hogar, pero ¿cómo se mantenían sin trabajo? No le podías dar de comer a tu familia. Hasta el día de hoy seguimos luchando. Recién hace poco obtuvimos tres pensiones mínimas. Es posible que parte el pueblo nos haya identificado con los militares. En un momento me sentí muy mal, muy deprimido en Buenos Aires. En 1993 decidí venir a mi provincia a tratar de encontrar un poco de tranquilidad y de paz. Para un ex combatiente no hay nada mejor que otro ex combatiente. Hablás con un ex combatiente y te entiende. En Buenos Aires, lamentablemente, hasta el día de hoy hay compañeros que están muy mal.

- ¿Cómo fueron esos 11 años hasta que decidiste volver?

- En 1985, durante el gobierno de RaúlAlfonsín conseguí trabajo en Obras Sanitarias. Entramos varios muchachos. Trabajé hasta 1993 en la parte de mecánica de los vehículos de la empresa. Cuando la privatizaron nos dieron la opción del retiro voluntario. Me vine solo, puse un negocio de comidas y no me fue bien; después un bar y tampoco hubo suerte. Andaba mal psicológicamente. Hace dos años obtuve la vivienda y me puse a alquilar vajilla y sillas en Lomas de Tafí. En ese rubro me mantengo. Sigo soltero, porque bueno... Ninguna mujer me aguantó -sonríe-. Estuve un par de veces conviviendo, pero sé que nadie tiene por qué aguantarnos a pesar de que seamos ex combatientes. Tengo un sobrino que es como mi hijo y el apoyo de mi familia.

- ¿Cómo lidiaste con todo lo que viviste?

- Es una carga muy grande. Los que estuvimos en un pozo tenemos ese dolor. Al volver no podía dormir en una cama. Nunca supe el motivo. Hay muchos que hasta el día de hoy llevan ese sufrimiento adentro, y no es fácil para la familia la convivencia con un veterano. Muchos crearon un hogar, pero al poco tiempo se separaron. Ni hablar de los que se suicidaron. Tenemos 500 compañeros en el país que se quitaron la vida ¿Qué pasó con esos muchachos?

- ¿La culpa de los que se suicidaron es del Estado?

- En parte, sí. Los compañeros que se suicidaron no tuvieron la contención de una familia. Yo sí la tuve. El veterano que tuvo contención quizás sobrelleva un poquitito mejor toda esta situación. La culpa de que haya habido suicidios desde ya que es del Estado. Estuvimos 25 años con una pensión graciable. Recién en el 2004 los ex combatientes nos convertimos en una cuestión de Estado y empezaron las becas para hijos de veteranos, las viviendas… A pesar de todo, el gobierno de Néstor Kirchner fue el mejor gobierno para los veteranos de la guerra.

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- ¿Malvinas fue un infierno?

- Sí. Creo que ninguna guerra es buena y en ninguna se la pasa bien, pero fue algo que nos tocó. A pesar de todo, yo estoy orgulloso de haber estado ahí. Hubo cosas terribles, vi con mis propios ojos a muchachos estaqueados y desnudos en el piso por robar comida de un almacén. A veces matábamos una oveja; yo lo hice varias veces, sobre todo cuando nos tocaba hacer campo minado. Lamentablemente, donde estuve yo nunca tuvimos una ración de comida. En otros lados sí, pero nosotros nos teníamos que mantener como podíamos. Un cabo primero nos daba permiso para cazar ovejas. La sacábamos como sea y cuando teníamos tiempo la pasábamos un poquito por el fuego. Si no, teníamos que comer la carne cruda, con la sangre que nos manchaba la cara… El hambre te hace hacer cosas que nunca pensás que podes llegar a hacer. El hambre es algo terrible.

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