Las obras de irrigación

Firme propósito de Lucas Córdoba.

EN LA FINCA MARIÑO, EN 1912. Desde la izquierda, el ex gobernador Lucas Córdoba, el ingeniero José Mariño con sus sobrinos Carlos y Juan Manuel Páez de la Torre y el doctor Fortunato Mariño. LA GACETA / ARCHIVO EN LA FINCA MARIÑO, EN 1912. Desde la izquierda, el ex gobernador Lucas Córdoba, el ingeniero José Mariño con sus sobrinos Carlos y Juan Manuel Páez de la Torre y el doctor Fortunato Mariño. LA GACETA / ARCHIVO
El dos veces gobernador de Tucumán, teniente coronel Lucas Córdoba (1841-1913) tuvo, como una de las direcciones más pronunciadas de su política, la de dotar a la provincia de grandes obras de irrigación. El comienzo del dique El Cadillal fue la expresión culminante de ese criterio.

En su mensaje a la Legislatura de 1903, lo dijo claramente. Quería llamar la atención "sobre el peligro gravísimo que amenaza al numeroso gremio de plantadores de caña de esta provincia, y demás intereses correlacionados con esta fuente de producción y actividad".

Expresaba que las fábricas procuraban aumentar sus plantaciones propias. Una sola de ellas, ya tenía 1.700 hectáreas nuevas con caña. Eso iba a dejar al margen a los plantadores independientes. "La más elemental previsión impone a los poderes públicos el deber de evitar, cueste lo que cueste, la ruina de miles de familias entregadas a las tareas más nobles del trabajo agrícola en la provincia".

Por eso, solicitaba "encarecidamente, el alto y patriótico concurso de vuestras leyes, a fin de llevar a su término feliz el objeto único que debe concentrar nuestras energías y comunes anhelos". Ese objeto era "la realización de aquellas obras hidráulicas que lleven el riego de un extremo a otro de la provincia".

Tal cosa permitiría, agregaba, "la derivación natural y reproductiva de aquella actividad que ennoblece la vida de los tucumanos, con el trabajo de la tierra. Sólo así, habremos consolidado la riqueza y el bienestar del pueblo sobre fundamentos perdurables". A su juicio, esto constituía "el propósito irreductible de hacer el bien". Para lograrlo, invocaba "la protección del Eterno" en las deliberaciones de los legisladores.

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