Antes de partir, María José le escribió a Dios

"Diosito, tengo una cosa para pedirte...", arranca la carta que la chica que había quedado atrapada en un cuerpo de niña escribió en un cuaderno.

RECUERDO. En la foto, María José rodeada por los chicos que contaron su historia y por bolsas llenas de tapitas. FOTO DE ARCHIVO - ALUMNOS ESC.  NUESTRA SEÑORA DEL VALLE DE BANDA DEL RIO SALÍ RECUERDO. En la foto, María José rodeada por los chicos que contaron su historia y por bolsas llenas de tapitas. FOTO DE ARCHIVO - ALUMNOS ESC. "NUESTRA SEÑORA DEL VALLE" DE BANDA DEL RIO SALÍ
14 Agosto 2013

Pocas veces se tiene la oportunidad de entrevistar a un ángel. Los chicos de la escuela Nuestra Señora del Valle de Banda del Río Salí tuvieron ese extraño privilegio. Como sólo los buenos periodistas saben hacerlo, lograron conmover a miles de lectores con su historia de "La niña que sueña con su fiesta de 15", como titularon aquel suplemento "Nosotros lo hicimos" del 27 de noviembre de 2012. María José Radis tenía 11 años pero había quedado atrapada en el cuerpo de una niña de tres. No podía caminar y sus pulmones ya no tenían espacio para seguir respirando. Se fue un día como el de ayer, hace exactamente un mes. Pero antes se despidió de sus padres y escribió una carta donde los consuela diciéndoles que los seguirá amando como siempre. También se dirige a "Diosito". "Escuchame, te lo pido", le dice. Cuidá de mis bebés", le encarga, refiriéndose a sus dos hermanitas y a un primo. Y le hace prometer que "algún día" mamá, papá y ella volverán a estar juntos.

María Emilia Lescano, Marcos Flecha Leiva, Sabrina Carrizo, Nicolás Soria y Ana Frías no son de los que abandonan un tema así nomás. Como periodistas responsables siguieron el caso de María José aún mucho después de que terminó el taller de periodismo de una semana que dictó LA GACETA en esa escuela. No se contentaron con la lluvia de donativos que generó la publicación. Por el contrario, se mantuvieron en contacto, a menudo jugaban con ella en su casa y hasta le festejaron su cumpleaños de 12. Con la complicidad de LA GACETA la despidieron en el aeropuerto, el 2 de diciembre del año pasado, cuando por fin consiguió los pasajes para volar a Buenos Aires, abrazada al osito de peluche que le dejó una lectora de nuestro diario, como ocurría con todas las ayudas. Le dejaban desde sobres cerrados con dinero hasta tapitas de gaseosa porque su madre las cambiaba a $ 1.20 el kilo para poder costear el tratamiento. Ese día voló abrazada fuertemente al osito que con las manitos juntas le rezaba al Ángel de la Guarda.

Emilia, Marcos, Sabrina, Nicolás y Ana no se conformaron con ser periodistas por una semana. Sintieron que la historia debía cerrar donde había comenzado, y vinieron a LA GACETA a contar cómo había seguido después de la publicación de "Nosotros lo hicimos". Llegaron en compañía de la mamá de María José, Lorena Lizárraga, serena y silenciosa, con los ojos un poco marchitos, aunque en la aridez de su semblante renacía, por momentos, una débil sonrisa. Había como un clima de recogimiento en esta entrevista, tan distinta a las anteriores, donde la esperanza llenaba de alboroto y alegría la hazaña colectiva de juntar tapitas. Cada donación de los lectores era recibida con gestos de triunfos por la propia María José, que disfrutaba de toda la movida mediática con picardía. En esta última entrevista sólo había recuerdos.

"Festejamos el cumpleaños de 12 de María José. La llevamos a la plaza y luego volvimos y nos mostró su habitación y su colección de muñecas", cuenta Ana. Esas muñecas tenían todo lo que María José soñaba ser: alta, muy alta. "Bueno, pero mirá qué lindo pelo tenés, largo y rubio", intentaba consolarla su madre. Sin embargo a ella no le gustaba verse al espejo. Pero sí le encantaba cantar. Era fanática de Karina. "Y cuando comenzaba a hacerlo había recital para una hora", comenta Lorena mostrando por primera vez su dentadura, en una sonrisa amplia y generosa como la de su hija.

Su madre cuenta que dos días antes de morir, la niña le pidió que le comprara un cuaderno para poder escribir. "Así, dolorida como estaba, incómoda por el suero, tomó la lapicera. '¿Qué escribís tanto María José?', le dije yo. 'Ya después vas a ver', me contestó". "Diosito, tengo una cosa para decirte, cuidala mucho pero mucho a mi Pepa (la abuela), y a todos mis bebés y no te molesto más", escribió con letra apurada, apenas legible.

Escuchame Dios (…) yo sin mi mamá y sin mi papá no sé qué me hago yo (…). Espero que algún día los pueda volver a ver a los dos juntos", dejó en su cuaderno con tapas de princesa.

El día antes de morir, el 13 de julio pasado, María José se despidió de sus padres por separado. "Yo te quiero pedir disculpas a vos y al papá porque ya me quiero ir", se sinceró ante su madre. Sus nuevos amigos fueron a despedirla en su morada final, Romera Pozo, el lugar donde la pequeña pasó su primera infancia y fue tan feliz hasta tercer grado. "Me quedaron grabadas las palabras de la médica, que me dijo que no se explicaba cómo había logrado sobrevivir tanto tiempo", dice Lorena. "Y hoy creo que ella fue un ángel y que desde allá me va a ayudar a mí y a cualquiera que le pida algo, porque ella siempre fue así, solidaria y generosa". Ella ya no puede hablar más. María José ya es luz.

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