22 Agosto 2013
HAY QUE BUSCAR LA PROFUNDIDAD. En la zona de la Bahía, los pescadores deben recorrer la orilla para encontrar el lugar ideal donde arrojar la carnada.
"Lo que nos da con una mano, 'Tata' Dios nos quita con la otra", reconoce dolido Don Julio, el hombre que vende carnadas en Termas de Río Hondo. El santiagueño, con la piel curtida por el sol, no puede ser feliz del todo. A pesar de que El Frontal -aunque parezca mentira- está limpio, la crisis hídrica pone en jaque a todos los sitios pesqueros de la zona.
El sol y la sequía no le dan tregua a la ciudad que no para de crecer. Así como en cada visita se descubre una nueva escuela, un centro asistencial o una ruta, todos se sorprenden porque el amarillo ocre ya se comió, imitando a un monstruo insaciable, el poco o casi nada verde que existía en esas agrestes tierras. El nivel del lago es muy bajo. "Aaasustaa", como diría un cordobés que decidió pescar para agregarle acción a sus vacaciones.
Las orillas del lago son todo un espectáculo. Allí, en una sana y natural competencia, conviven flamencos rosados -si leyó bien-, chumucos y una importante cantidad de patos silvestres. Esa belleza sirve para que el pescador se arme de paciencia a la hora de buscar un lugar más profundo donde depositar la carnada.
"Ahora que el río casi no trae agua hay que buscar los pozos", recomienda Don Julio que cita los parajes Río Hondito y del Niño Armando como los más efectivos. "En la zona de la bahía están las bogas y, exactamente al frente, los bagres grandes. Eso sí, se debe tirar con chicote -cable de acero- para que la carnada no se entierre en el barro", agrega el hombre que vende sábalo, anguilas, bigotudos, boguitas y camarones. "Con cualquiera se pesca", publicita desesperado en vender para alimentarse.
En el lago siguen las sorpresas. El agua está tan cristalina que hasta se puede ver a una que otra pícara boga deambulando por la orilla generando una justificada ira entre los pescadores que se cansan de buscar la manera de capturarla. La segunda, y no menos importante, es descubrir que la temperatura del agua sigue siendo fría. Y que deberán pasar varios veranitos para que se caliente un poco y la frecuencia en el pique mejore. Por ahora los mojarrones, imitando a chicos molestos, hacen de las suyas.
No hay dudas de que las condiciones son las propicias para que vuelvan las buenas jornadas de pesca variada. Pero para que ello ocurra, hace falta que llueva. El nivel de oxigenación de las aguas sigue siendo bajo. Y si no aumenta el nivel de agua, es muy probable que la situación se agrave. Ni hablar si las industrias tucumanas no respetan los acuerdos y contaminan. Si derraman sus desperdicios, generarán una matanza sin precedentes.
El sol y la sequía no le dan tregua a la ciudad que no para de crecer. Así como en cada visita se descubre una nueva escuela, un centro asistencial o una ruta, todos se sorprenden porque el amarillo ocre ya se comió, imitando a un monstruo insaciable, el poco o casi nada verde que existía en esas agrestes tierras. El nivel del lago es muy bajo. "Aaasustaa", como diría un cordobés que decidió pescar para agregarle acción a sus vacaciones.
Las orillas del lago son todo un espectáculo. Allí, en una sana y natural competencia, conviven flamencos rosados -si leyó bien-, chumucos y una importante cantidad de patos silvestres. Esa belleza sirve para que el pescador se arme de paciencia a la hora de buscar un lugar más profundo donde depositar la carnada.
"Ahora que el río casi no trae agua hay que buscar los pozos", recomienda Don Julio que cita los parajes Río Hondito y del Niño Armando como los más efectivos. "En la zona de la bahía están las bogas y, exactamente al frente, los bagres grandes. Eso sí, se debe tirar con chicote -cable de acero- para que la carnada no se entierre en el barro", agrega el hombre que vende sábalo, anguilas, bigotudos, boguitas y camarones. "Con cualquiera se pesca", publicita desesperado en vender para alimentarse.
En el lago siguen las sorpresas. El agua está tan cristalina que hasta se puede ver a una que otra pícara boga deambulando por la orilla generando una justificada ira entre los pescadores que se cansan de buscar la manera de capturarla. La segunda, y no menos importante, es descubrir que la temperatura del agua sigue siendo fría. Y que deberán pasar varios veranitos para que se caliente un poco y la frecuencia en el pique mejore. Por ahora los mojarrones, imitando a chicos molestos, hacen de las suyas.
No hay dudas de que las condiciones son las propicias para que vuelvan las buenas jornadas de pesca variada. Pero para que ello ocurra, hace falta que llueva. El nivel de oxigenación de las aguas sigue siendo bajo. Y si no aumenta el nivel de agua, es muy probable que la situación se agrave. Ni hablar si las industrias tucumanas no respetan los acuerdos y contaminan. Si derraman sus desperdicios, generarán una matanza sin precedentes.
Temas
Termas de Río Hondo
Lo más popular