La Puna, ese desierto lunar cálido y frío, como experiencia

Todos los cuentos del hombre que supo pintar su tierra mejor que nadie.

LA CUESTA DE LIPÁN. Desde Purmamarca se atraviesan panorámicas sobrecogedoras de la desértica Puna Sur. Se cruzan las Salinas Grandes hasta divisar el antiguo pueblo de Susques. LA CUESTA DE LIPÁN. Desde Purmamarca se atraviesan panorámicas sobrecogedoras de la desértica Puna Sur. Se cruzan las Salinas Grandes hasta divisar el antiguo pueblo de Susques.
01 Septiembre 2013

COMPILACIÓN

CUENTOS COMPLETOS

HÉCTOR TIZÓN

(Alfaguara - Buenos Aires)

Hay relatos, aparentemente pequeños, que resultan ser grandes. Tal vez sea porque esconden historias enormes, de silencio y de dolor, resueltas con ligeras pinceladas. También hay relatos que se vuelven descomunales, a pesar de transcurrir en un espacio apenas provinciano, por la proximidad nostálgica que suelen tener algunos sentimientos universales.

Leer los cuentos de Héctor Tizón, en su totalidad y por orden, como lo plantea esta edición, es abordar el tren a un costado de los rieles, para viajar de Jujuy a Jujuy, poniéndole el color de la aldea a los temas del mundo. Casabindo, Cochinoca, Rinconada, Salinas Grandes, Yala, más algún pueblo inventado o irreconocible, son el espacio donde los personajes, muchas veces enmudecidos, viven estas historias. Es la Puna, sin más vueltas. Es la frontera lingüística, más que geográfica o histórica, donde el paisaje se divide o se continúa hacia la América colonial, a través del "dulce habla de las criadas", o hacia las ciudades cosmopolitas.

Y es en esa encrucijada donde Tizón define el origen de su cultura, altoperuana, no pampeana, y da trazos definitivos al paisaje donde se moverán los protagonistas de sus historias. "La Puna, el gran desierto lunar, cálido y frío, más que un lugar geográfico es una experiencia" confiesa el autor en algún ensayo, abonando la idea de que ese territorio es también un espacio de la ficción.

Desde Ligero y tibio, como un sueño, primer cuento publicado por el autor, hasta Los árboles, el último, 46 historias hilvanan en este libro un tiempo recreado desde la memoria. Pero también este volumen incluye cuatro cuentos aparecidos en otras publicaciones (revistas y antologías), más tres relatos inéditos y algunos textos donde el autor reflexiona sobre su propia literatura.

La historia misma

Si bien Tizón escribió varias novelas, algunas de ellas muy reconocidas (Fuego en Casabindo, La casa y el viento, La mujer de Strasser, Luz de las crueles provincias, entre otras), es en la narración breve donde el autor abre y cierra su mundo con total naturalidad, en espacios muchas veces opresivos donde la parquedad del diálogo es la rúbrica para cerrar cada historia. Y para abrir otras, también, como pantallazos cinematográficos en función de otro devenir, de otro tempo narrativo.

Este libro voluminoso, que termina resultando breve, se abre con un excelente y muy bien documentado estudio de Leonor Fleming sobre la obra y la vida de Tizón. Allí desentraña la narrativa de ese abogado (a la postre, juez), que concretó buena parte de su producción en el exilio (al igual que su admirado Sarmiento), y que supo pintar su propia tierra como ninguno, convirtiéndola no en el telón de fondo para sus historias, sino en la historia misma.

© LA GACETA

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Rogelio Ramos Signes

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