15 Septiembre 2013
DISTINTOS. Cientos de miles de catalanes exigieron en las calles poder votar por la independencia de España. REUTERS
MADRID.- El independentismo en Cataluña es el principal problema político que el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, tiene sobre la mesa en su despacho de La Moncloa. Lo confirmó la demostración de fuerza que el secesionismo catalán hizo el miércoles, con una cadena humana que cubrió 400 kilómetros en la región del noreste de España.
Desde que hace un año el jefe del Poder Ejecutivo catalán, Artur Mas, lanzara su desafío soberanista y fijara luego para 2014 la celebración de una consulta de autodeterminación, Rajoy se refugió en el mutismo sobre el tema, roto solo para expresar su rechazo a un referéndum que considera ilegal y fuera de la Constitución española.
La secesión es para los catalanes el punto final a un desencuentro con el resto de España y una forma de acabar con la crisis económica. Alegan que la región con mayor PBI del país (aunque también la más endeudada) se encontraría entre las principales potencias económicas de Europa si fuera independiente. Pero ni quienes unieron sus manos el miércoles representan a toda Cataluña, ni todos sus habitantes son independentistas.
"Hay que escucharlos, se esté de acuerdo o no. Haríamos mal en mirar para otro lado o en intentar minimizarlos", manifestó el líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Alfredo Pérez Rubalcaba. "La cuestión catalana exige una solución política, que pasa por la confrontación de proyectos y por el voto de los ciudadanos. Parapetarse tras la Constitución para negar el referéndum solo conduce al agravamiento del conflicto", escribió en el diario El País el filósofo Josep Ramoneda.
La cadena humana podría haber movido algo en el Gobierno, cuya vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, habló de las "mayorías silenciosas" que se quedaron en casa y dijo: "escuchamos a todos".
Desde la histórica manifestación de hace un año en Barcelona, en la que el 11 de septiembre de 2012 centenares de miles de personas clamaron por la secesión, el independentismo catalán ganó fuerza. Según una encuesta reciente, el 52% de los catalanes quiere la independencia, y el 24% votaría en contra en un referendo. La consulta la reclama el 80%. Otra prueba del auge secesionista es el peso ganado por la formación independentista Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), segunda fuerza en el Parlamento regional. Según algunos sondeos, ya sobrepasó a Convergència i Unió (CiU), la coalición que lidera Mas.
Mientras Rajoy apostaba por dejar pasar el tiempo, Mas quedó atrapado entre el rechazo de Madrid a autorizar su consulta y la presión para llevarlo a cabo de ERC, gracias a cuyo apoyo el líder de CiU pudo ser investido de nuevo en noviembre. Los dos, Rajoy y Mas, buscan una salida en el callejón. A fines de agosto se reunieron en secreto para tratar de evitar un choque, y el catalán dejó la puerta abierta para postergar la consulta de 2014. Si no obtiene la autorización de Madrid, no la hará, pero convertirá en plebiscito a los comicios catalanes de 2016.
Una pieza de cambio en la negociación puede ser una mejora de la financiación catalana que Rajoy rechazó hace un año, negativa que supuso el pistoletazo de salida al proceso soberanista. Pero parece difícil que esa concesión convenza a quienes reclaman la independencia y se ven reforzados por el éxito de la multitudinaria cadena humana.
Desde que hace un año el jefe del Poder Ejecutivo catalán, Artur Mas, lanzara su desafío soberanista y fijara luego para 2014 la celebración de una consulta de autodeterminación, Rajoy se refugió en el mutismo sobre el tema, roto solo para expresar su rechazo a un referéndum que considera ilegal y fuera de la Constitución española.
La secesión es para los catalanes el punto final a un desencuentro con el resto de España y una forma de acabar con la crisis económica. Alegan que la región con mayor PBI del país (aunque también la más endeudada) se encontraría entre las principales potencias económicas de Europa si fuera independiente. Pero ni quienes unieron sus manos el miércoles representan a toda Cataluña, ni todos sus habitantes son independentistas.
"Hay que escucharlos, se esté de acuerdo o no. Haríamos mal en mirar para otro lado o en intentar minimizarlos", manifestó el líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Alfredo Pérez Rubalcaba. "La cuestión catalana exige una solución política, que pasa por la confrontación de proyectos y por el voto de los ciudadanos. Parapetarse tras la Constitución para negar el referéndum solo conduce al agravamiento del conflicto", escribió en el diario El País el filósofo Josep Ramoneda.
La cadena humana podría haber movido algo en el Gobierno, cuya vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, habló de las "mayorías silenciosas" que se quedaron en casa y dijo: "escuchamos a todos".
Desde la histórica manifestación de hace un año en Barcelona, en la que el 11 de septiembre de 2012 centenares de miles de personas clamaron por la secesión, el independentismo catalán ganó fuerza. Según una encuesta reciente, el 52% de los catalanes quiere la independencia, y el 24% votaría en contra en un referendo. La consulta la reclama el 80%. Otra prueba del auge secesionista es el peso ganado por la formación independentista Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), segunda fuerza en el Parlamento regional. Según algunos sondeos, ya sobrepasó a Convergència i Unió (CiU), la coalición que lidera Mas.
Mientras Rajoy apostaba por dejar pasar el tiempo, Mas quedó atrapado entre el rechazo de Madrid a autorizar su consulta y la presión para llevarlo a cabo de ERC, gracias a cuyo apoyo el líder de CiU pudo ser investido de nuevo en noviembre. Los dos, Rajoy y Mas, buscan una salida en el callejón. A fines de agosto se reunieron en secreto para tratar de evitar un choque, y el catalán dejó la puerta abierta para postergar la consulta de 2014. Si no obtiene la autorización de Madrid, no la hará, pero convertirá en plebiscito a los comicios catalanes de 2016.
Una pieza de cambio en la negociación puede ser una mejora de la financiación catalana que Rajoy rechazó hace un año, negativa que supuso el pistoletazo de salida al proceso soberanista. Pero parece difícil que esa concesión convenza a quienes reclaman la independencia y se ven reforzados por el éxito de la multitudinaria cadena humana.
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