Esperar que apareciera algún arrepentido que contara lo que había sucedido con Paulina Lebbos la madrugada del 26 de febrero de 2006, no daba resultados. Todas las versiones que llegaron a la fiscalía de Diego López Ávila no encontraban sustento en otras pruebas. Incluso Virginia Mercado, la última persona que la vio con vida, se mantuvo firme en su declaración. Había que barajar y dar de nuevo, porque muchas de las pruebas que estaban en el voluminoso expediente no parecían contundentes. Entonces comenzó un arduo trabajo. En primer lugar, se ordenaron las muestras genéticas recolectadas y un equipo de Gendarmería Nacional recomendó las pericias a las que podían ser sometidas. Lo segundo fue realizar todas las medidas que no hicieron los fiscales anteriores, lo que incluyó entrecruzamiento de llamadas y uso de tecnología para obtener nuevas pruebas. También se tomaron más de 50 testimonios a policías y empleados de vialidad. El resultado parcial de todo eso (hay pruebas aún pendientes) se verá esta semana. La esperanza es que después de siete años, Paulina descanse en paz.

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