Maldita disciplina política

Se prometió que no habría candidaturas testimoniales y hubieron. Se confirmó que hubo un manejo de fondos poco claro en la Convención, pero nadie se acuerda. Un fiscal investiga y muchos se espantan

Aquellos tucumanos que fueron arriados a votar el 27 de octubre tal vez deberían devolver los bolsones. No se hizo su voluntad. El esfuerzo que hicieron para dejarse humillar por un puntero quedó en la nada. Ellos cumplieron con subirse al auto y votar por quien les ordenaban, pero resulta que esa persona que ellos "eligieron" no asumirá. Y la otra es muy posible que lo haga pero que al poco tiempo abandone el cargo. En realidad ellos no la eligieron. ¿O sí?

Es difícil para los políticos de hoy ser y parecer. O mejor dicho pensar y actuar. Esta semana el senador Miguel Angel Pichetto fue clarísimo. No estaba de acuerdo con el proyecto del Código Civil, pero levantó la mano y votó "por disciplina política".

Por la misma razón parece que Juan Manzur aceptó engañar a miles de tucumanos que sufragaron por él. Seguirá en el ministerio de Salud de la Nación y no asumirá como diputado nacional. El oficialismo gastó millones para promocionar esa candidatura. Invirtió tiempo y esfuerzo para instalar al candidato y sin embargo todo se tiró por la borda. Es posible que el despilfarro sea mayor si es que su acompañante en la papeleta (Osvaldo Jaldo) jura y a los dos meses abandona la banca tal cual ha trascendido y él no lo ha desmentido.

"El hombre que Alperovich inventó" parafraseando al extrañado escritor Osvaldo Fasolo, sostiene que Cristina le pide que siga al frente del Ministerio y con ese justificativo disimula la mentira de su candidatura. La decisión popular no debería ser tan endeble porque la que sufre esos mandobles finalmente es la democracia.

El hecho de encontrar una causa que lo exima de culpa no lo exime de culpa. Que Cristina lo pida no quiere decir que sea aceptable hacer lo que se dijo que no se iba a realizar.

Indudablemente. Alguien no entendió nada. El mensaje de los comicios parecía ser que la sociedad reclamaba un respeto a la institucionalidad.

Claro que el radicalismo es también parte de eso. Y tampoco entendió. No tuvieron problemas. Al fin y al cabo están a la moda. Engañar al electorado además no trae consecuencias.

El ciudadano había entrado al cuarto oscuro y había optado por una papeleta. Una decía Manzur-Jaldo o tal vez Cano-Silvia Elías de Pérez. También podía decir otra cosa, pero al final cuando se abrieron las urnas esos cuatro apellidos eran los preferidos. Durante los comicios hubo un debate sobre las testimoniales. Todos se pronunciaron en contra. Es más, el propio Cano dudó y argumentó ante cuanto ciudadano se le acercó que no quería ser candidato a diputado para no dar una testimonial porque él había despotricado contra esa forma de actuar. Seguramente, Silvia Elías de Pérez nunca lo escuchó. Pero no fue la única. Ella podrá decir que debe cumplir con la candidatura de senadora que tenía anteriormente y que se debe a ese electorado. Es posible, pero durante la campaña eligieron el silencio y no se preocuparon por ser claros ante la ciudadanía. Fueron claros hacia adentro. Hoy el radicalismo está perdido en un laberinto del cual no va a salir sin magulladuras.

La desconfianza y la incapacidad para crear nuevos líderes son ingredientes de la mezquindad política que se solaza en la mentira.

Las reglas, como las leyes, ayudan a dar tranquilidad y previsibilidad a una sociedad. Cuando un político se sale de ellas, siempre, sin excepción, se equivoca y por lo general, al tiempo (nunca inmediatamente) la sociedad termina reclamándoselo. Alperovich es un experto en esto. El abandono de la gestión pública de Oscar Bercovich es un simple ejemplo. No era bueno para la independencia de poderes que el hijo de la vocal de la Corte estuviera en un cargo de tanta trascendencia. El tiempo (poco en este caso) le puso quicio al desquicio.

Silencio y mala memoria
"No conozco", dijo el gobernador José Alperovich. "No recuerdo", dijo el vicegobernador con licencia, ex presidente de la Convención Constituyente, diputado electo renunciante y ministro de Salud de la Nación, Juan Manzur. Silencio fue la respuesta de la flamante secretaria general de la Gobernación, Carolina Vargas Aignasse. El manejo de los fondos de la Convención Constituyente que le permitió dos mandatos más al actual mandatario es más que triste. La mayoría de los involucrados tiene serios problemas de memoria para recordar qué hicieron o cómo manejaron miles de pesos. O no valoran el dinero o no cumplieron con sus obligaciones o mintieron.

La conciencia la tienen tranquila por dos razones: 1) porque el cuerpo, aduciendo su autonomía, levantó la mano y aprobó los gastos, por lo tanto legalmente se sienten cubiertos. 2) La cuestión ética tampoco pesa, porque no se hizo otra cosa que lo que se venía y se sigue haciendo.

Los convencionales recibieron plata. Como debía ser ad honórem, los fondos se habrían destinado para pagar asesores. En vez de pagarles a los asesores directamente les dieron los fondos a los convencionales para que ellos les paguen. Es decir que los hombres y mujeres que estaban haciendo la ley suprema que regiría a los tucumanos estaban esquivando la ley de contratación de un asesor. Hay quienes pueden defender lo realizado con recibos, especialmente entre los opositores. En cambio, entre los oficialistas eso se convirtió en una tarea tortuosa; o mejor, fue una misión imposible. Pareciera además que los colaboradores de los convencionales oficialistas tienen mejor capacidad, o por lo menos su asesoramiento es mucho más caro, ya que mientras hay quienes recibieron $ 3.000, otros $ 15.000 y otros muchos miles de pesos más. ¿Qué diferencia había entre un convencional opositor y uno oficialista? Muchos miles de pesos.

Desde la última década del siglo pasado hasta hoy ningún gobierno fue capaz -tampoco quiso- de poner en claro este desorden ético. Aún hoy los legisladores que mejor se portan con el Poder Ejecutivo cobran más dineros que otros. Alguna vez se disimularon bajo la denominación de gastos de bloque y hoy se llaman "gastos sociales" que los legisladores cobran en negro por encima de las dietas. También se hace con papelitos que seguramente firman pero que mañana nadie recordará.

Las constituciones, como el voto, son pilares de la democracia. Ayudan a la convivencia sana e igualitaria de los ciudadanos. En Tucumán se ocuparon de golpear esa simiente. Con mentiras, artilugios, desmemorias, obediencias políticas, no se ha hecho más que poner en duda lo que se construyó.

LA GACETA tuvo acceso a los recibos que se licuan en el olvido de los convencionales. Allí los propios protagonistas estamparon sus firmas avalando un sistema rayano con la ilegalidad y con la desigualdad.

No importó, ni importa. Se justifica porque la convención necesitaba la reelección, como se justifica la candidatura testimonial porque Manzur es necesario en el gabinete nacional. De la misma manera se disimula el unitarismo argentino que se pone el disfraz de federal.

Temporal
Indudablemente, esta semana los principales referentes políticos de la provincia no estuvieron preocupados por el manejo de los fondos de la Convención Constituyente. El primer desvelo lo causó la renuncia de Bercovich. Mejor dicho el reemplazo. Los referentes de mayor experiencia despotricaron y los más jóvenes aplaudieron la designación de Carolina Vargas Aignasse. En el gabinete nacional Cristina hizo los cambios que hizo porque leyó los mensajes y porque sabe de política. Alperovich lo hizo por intuición, pero le dio un mensaje de peronización al gobierno, algo que nunca antes hubiera hecho.

En el Paseo por Playa de Carmen no todo fue "pancitas al sol". Un dúo (Alperovich-Gassenbauer) habría sostenido que los "votos eran de José" y el otro (Jaldo y Sergio Mansilla) que eran del peronismo y, por lo tanto, insistían en la peronización del gabinete. A juzgar por el desenlace, este último grupo habría ganado la pulseada.

Pero el sacudón más fuerte en la Casa de Gobierno llegó con el fin de semana y el huracán Diego López Avila desató el terror. Apenas detuvo a una de las personas el rumor generó llamadas, corridas, pedidos, preguntas, desmentidos, acusaciones, preocupaciones y los rumores se multiplicaron. Es más, el viernes por la mañana ya se hablaba de ex ministros o secretarios presos y de asesores cercanos al gobernador entre rejas. En la Fiscalía de López Avila tranquilizaron a más de un abogado curioso -o contratado por previsores-. "Hasta la semana que viene no habrá otras novedades". Alperovich se hizo eco de los rumores y salió a decir que no se encubría a nadie.

Falso. Hubo encubrimientos en la gestión alperovichista. Hubo encubrimientos en la Justicia que seguramente terminarán afectando al mismísimo Luis de Mitri. El ministro fiscal, como los fiscales, dejaron pasar siete años y no pudieron hacer nada y López Avila en pocos días hizo lo que cualquiera hubiera hecho si tenía algún indicio para investigar. Alberto Lebbos sopla para que el viento que se levantó en Tribunales le traiga una Navidad un poco más justa. Otros no saben cómo evitar el temporal.

Si cada uno de los actores de esta horrible historia hubiera respetado las instituciones y hubieran realizado lo que debían sin forzarla, hoy la simple toma de una declaración no se transformaría en un huracán indomable.

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