Un mundo en sus manos

Tucumán BB lo vio nacer como dirigente; en febrero de 2014 será presidente de FIBA.

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Con 62 años recién cumplidos, es más que difícil encontrar en la vida de Horario Muratore algo en lo que no se haya destacado. Para quien se formó como dirigente en Tucumán BB, y que en febrero de 2014 será ungido presidente de la Federación Internacional de Basquetbol, la felicidad pasa por el deber cumplido y por disfrutar de su numerosa familia y de sus amigos. En un diálogo con LG Deportiva, afloró como nunca la simpleza de un tucumano que en poco tiempo tendrá un mundo en sus manos.

• Sus primeros pasos. “Me llamaron Horacio por mi papá. Pero era ‘Horacito’ para todos. Nací al frente de Tucumán BB, en Suipacha 1.121, en una zona que respiraba básquet y que tenía a Los Eléctricos como punto de reunión de amigos. Siempre digo que me ligué al deporte desde que estaba en el vientre de mi madre. Papá me hizo socio del club cuando nací. Él fue un gran presidente: le dio a Tucumán BB buena parte de su infraestructura. Él era muy querido en el barrio; hasta llevaba cosas de su trabajo al club -tenía una carpintería en la zona con un socio, mi tío Alberto Bono-. ¡Eso generaba algunas internas en la familia! A mí la carpintería no me tiraba, pero sí su parte administrativa. ¡Solo jugaba de chico con las virutas! Jaja.”

• Los orígenes: “El primer Muratore (significa levanta muro en italiano) de mi familia que llegó a la Argentina fue Salvador, vino de Sicilia por la guerra. Mi mamá, Carmen Felipa Tuttolomondo, también vino de Sicilia. Mi papá tenía ocho hermanos. Y nosotros somos tres. Yo soy el mayor, luego viene otro varón, Luis Ángel, y la más chica es Elizabeth. Los tres hermanos tuvimos una buena educación y hemos participado y lo seguimos haciendo en actividades públicas. Gracias al esfuerzo de mi padre en la carpintería pudimos estudiar y nos hicimos profesionales: yo y mi hermana contadores, y mi hermano médico.”

• Cuestión personal: “De los sicilianos saqué mucho la parte social: los sureños de Italia son más alegres y familieros que los del norte. De carácter soy tranquilo, pero creo que algo tengo de mis ancestros: me vuelvo loco cuando alguien me falla o siento que hay malicia. Creo en el amigo, en la gente. Comprendo a las personas, siempre me gusta ponerme en el lugar del otro. Felizmente no soy de esos que ante una situación difícil dice nunca más. Me ocurrió con socios míos, con gente de la cual no me gustaron cosas.”

• Polideportivo: “Soy un deportista nato, me gustan todos y los sigo mucho por televisión. Fui futbolista de chico, era un N°8, de los carrileros de antes, jugaba sobre todo en el colegio. Pero también hice tenis y ping pong, ¡solo me faltó patinaje artístico! Lo que no quise hacer nunca es rugby, pese a que el colegio tenía una fuerte relación con Corsarios. Quizás no quise ir porque estaba compenetrado con el básquet, que dejé porque mamá presionó para que me dedique a estudiar. Era base y dejé a los 17 años. Siempre jugué en Tucumán BB. ¡Sino mi papá me exoneraba, así que de ir a Mitre ni hablar! Recuerdo que íbamos al club y nunca nos cerraban las puertas, ni aunque estuviéramos en la cancha a la madrugada. Hoy es distinto, sobre todo por una cuestión de costos, porque no hay plata para pagar la luz, por ejemplo. Ah, y soy un tenista frustrado”.

• Cuestión de colores. “Soy hincha de San Martín y de River. Pero por circunstancias raras. Yo no soy ‘contrera’, pero resulta que había un primo de mi mamá y también un tío que le hicieron la contra a mi papá y yo los seguí. Mi ‘viejo’ fue jugador de Atlético y socio vitalicio. Hasta llegó a ponerse la camiseta de Tigre, pero le agarró fiebre tifus y se tuvo que volver. Él era “decano” y de Boca, como lo son mis hermanos y casi todos mis vecinos. Aún mantengo la pasión por los colores, aunque ahora River me hace sufrir. ¡Prefiero jugar al buraco y no verlo al ‘millonario’!”

• Amor de madre. “Mi mamá era mi hincha N°1, me apoyaba siempre, me acompañaba. Mi papá, por su manera de ser, expresaba sus sentimientos de manera distinta, aunque sé que estaba orgulloso de mí por lo que hacía. Felizmente pudo verme presidente de la Confederación Argentina de Básquet. Mi ‘vieja’ era de guardar los recortes de diarios y revistas que hablaban de mí. La seguía mucho, me encantaba cómo era conmigo. Mis hermanos decían que yo era el preferido.”

• Estudiante y profesional. “Hice mi carrera de contador en cinco años exactos. De mis compañeros del secundario fui de los primeros que se recibió. En el primario y secundario había sido abanderado-escolta. En la facultad fui escolta. Ya desde la primaria se me había puesto en la cabeza que quería ser contador. Hasta dejé el colegio y me fui a rendir a la escuela de Comercio. Ya de antes de recibirme de contador, hacía trabajos en la materia. En la carpintería de mi papá, por ejemplo. Entré a trabajar en la universidad en una época muy difícil, en 1974, hacía tareas en la auditoría. Y cuando estaba en tercer año, a instancias de la facultad, hice un viaje de dos meses por todos los circuitos turísticos del país, a partir de un plan y acompañado por profesores. Al terminar, hubo otro a Europa, de las mismas características. Fuimos a 11 países”.

• Un cambio de vida. “Antes de ir a Europa, ya estaba de novio con quien es hoy mi esposa, hija de españoles. Y la puse en la nómina de viajeros. Trabajábamos mucho para pagarnos el viaje. Pero cuando se enteró mi suegra, no quiso saber nada. Entonces yo ya tenía cierta independencia económica y por eso decidí adelantar el casamiento, en enero de 1975. No fue el único ‘problema’ que tuve que resolver: en la universidad no me querían dar licencia y entonces presenté la renuncia. O sea, me fui casado y sin trabajo, aunque con mucha fe en mí mismo y en el futuro. Al volver, empecé a buscar trabajo. Me gustaba la docencia y me presenté para profesor de contabilidad en primer año y gané el concurso. Paralelamente, lo nombran decano de la facultad a Carlos Aníbal Martínez, con quien había ido a Europa y me pidió ser su secretario. Esas tareas las hice por 20 años. Con el tiempo, generé mi propio estudio y allí estaba por la tarde. No podía quejarme, mi vida era buena. Esquematizada, pero buena.”

• Una pasión creciente: “En ese tiempo, por la noche, volví a hacer dirigencia deportiva. Ya cuando era estudiante, a los 20 años, me pusieron como tesorero de Tucumán BB, con mi papá en la presidencia, en 1971. Luego pasé por la subcomisión de básquet. En 1978 mi ‘viejo’ dejó la presidencia y me presenté a elecciones. Fue una instancia dramática, porque “Tompy” Díaz, que era el ídolo de todos, promocionaba otra lista. Ganamos y desde allí pasé dos años increíbles de trabajo. Me pasaba días sin estar con mi familia. En esa época hice grandes amigos.”

• Más responsabilidades: “En 1980 terminé mi período en el club, después de una gestión en la que hicimos muchas cosas. Al tiempo vinieron Wilfredo Macián y Guillermo Gallo, porque veían en mí pujanza, y me convencieron para hacerme cargo de la Federación Tucumana de básquet. Corría 1982. Y dejé cuando ganamos las elecciones de la Confederación en Buenos Aires, en diciembre de 1992.

• Su cargo internacional: “Aún hay que hacer el Congreso del Buró de la Federación Internacional, del 1 y del 2 de febrero en Barcelona, pero mi presidencia ya está acordada. Cuando llegué a miembro del buró central en 2002 pensé que había llegado a mi techo. Pero los representantes de los distintos continentes me fueron dando su confianza. Y aquí estoy.”

• Selecciones. “En el básquet es muy difícil mantenerse en la cima: hay unas 30 federaciones que pueden lograrlo. Le pasó a EE.UU. luego de perder algunas cosas. Y fue por la recuperación cuando desde 1992 puso a los profesionales de la NBA. Y después de 2002, cuando Argentina le ganó en Indianápolis, se concentraron a hacer mejor las cosas. Mis mayores orgullos en el tiempo que estuve al frente de la Confederación fueron el oro olímpico de Atenas 2004, el subcampeonato del mundo, el haber hecho un Preolímpico sin infraestructura, siendo Tucumán una de las sedes, la presea de bronce en Beijing y el haber estado cerca de las medallas en Japón 2006 y Londres 2012.

• Balance nacional. “Estando en la Confederación, me planteé muchos objetivos y los logré. Unir al básquet fue la prioridad, darle una buena organización. Ese fue mi éxito. Antes, cada asamblea que se hacía daba lugar a la división. Yo llegué a la presidencia en 1992 y después me dediqué a unir a la gente. Desde entonces, en cada elección se presenta una lista única. Y eso da una fuerza grande. Dejé el cargo contento, satisfecho. Yo siento que respondí a la confianza que depositaron en mí. Podría haber seguido en la presidencia al llegar a la vicepresidencia de Fiba Américas, pero había estado 16 años en ese cargo, con mi permanencia venía parando a otra gente que mostraba ímpetu. De lo mío, no veo nada que no haya dejado de hacer. Todos los objetivos los cumplí, en lo institucional, deportivo, en selecciones. Sí quizás quedó pendiente, aunque no depende totalmente de la Confederación, el equiparar más la diferencia entre los grandes y los chicos. Lo mismo me pasó en Sudamérica. Hice lo imposible al respecto, con competencias de todos los niveles. Pero para poder cambiar eso hay que hacerlo con todas las estructuras.”

• Dirigencia y pareceres. “Lamentablemente hay gente, en los distintos niveles, que más están por la figuración personal que por el desarrollo Si no hay una dirigencia del básquet que se adapte a las circunstancias del desarrollo, que no tenga un trabajo interno, se hace imposible crecer. Todo lo contrario, las diferencias se hacen más notorias.”

• El esfuerzo personal. “Como dirigente me siento bien. Tenía esto como obsesión. Y cuando hice el gran salto, irme a Buenos Aires, viajé durante 16 años y tuve que cambiar el ritmo de mi vida profesional, económico y familiar. En broma, en la facultad, decíamos con Lisandro Carrizo que desde escritorios cercanos estábamos manejando gran parte de los deportes populares de Tucumán. Él fue quien revolucionó el rugby en la provincia. Y después vino Luis Castillo, de quien fui compañero y ahora soy amigo. Él tuvo la deferencia, antes de aceptar este proyecto que encabeza en la UAR, de conversar conmigo temas sobre dirigencia nacional. Yo le conté mi experiencia. Me pasó lo mismo con Andrés Ibáñez Parody, dirigente del voley que admiré y que no tenía el lugar que le correspondía. Y Ángel Pereyra anda por un camino similar. Recuerdo también lo que hizo en su momento Abel Tannuré, en la Federación 9. Todo esto me lleva a pensar que materia prima dirigencial tenemos de sobra en Tucumán.”

• Un camino largo. “En mi vida logré cosas increíbles, pero jamás imaginé llegar a donde estoy. ‘Miralo a Horacito’ habrán dicho los vecinos del barrio que me vieron crecer. Igual, yo sigo siendo el mismo, si no cambié hasta ahora, seguiré igual. Lo que hice, lo hice viviendo a la vuelta de la casa de muchos tucumanos. Hoy me muevo en el mundo, con dirigentes internacionales de mucha envergadura. Para llegar a donde estoy, tuve que responder a un montón de gente. Y eso me pone contento. Primero agradezco a mi familia: con mis tareas, mi esposa tuvo que tomar el mando. Y después a la Federación Tucumana, porque si no hubiera ocupado su presidencia, jamás hubiera llegado a este presente. También a la Confederación Argentina, que me transformó en un líder político deportivo. Y finalmente, a los diez países de Sudamérica y a los del resto de América. Y por supuesto a los amigos personales. Hoy puedo decir que soy feliz. Y esa es una sensación increíble”.

SOBRE EL BÁSQUET NACIONAL Y PROVINCIAL
- Punto por punto. El básquet, hay que decirlo, tiene una estructura muy distinta desde que se instaló la Liga Nacional. Sabíamos que era necesaria, para la competencia y para el profesionalismo. En el país se ganó un vuelo impresionante y los jugadores se pudieron desarrollar y los árbitros y técnicos entendieron la necesidad de capacitarse. Nosotros teníamos competencias asociativas en todo el país. Pero la Liga “mató” a esas competencia internas. Al torneo se lo pensó desde el norte para el sur. Pero se desarrolló al revés. Y crecieron clubes de ciudades chicas. Eso trajo un bajón en las provincias consideradas “fuertes”. Y reitero, si no hay una dirigencia que se adapte al momento, es muy difícil levantar vuelo. Hoy veo un panorama con el Torneo Federal que fue un éxito, con 23 de las 24 provincias teniendo representantes. A la luz de esto, creo que se puede dar el gran salto de nuevo, y está a la vista que Tucumán tiene ahora varios jugadores que se alistan en equipos que están en competencias nacionales. Con todo, repito que lo que se necesita es la unión de toda la dirigencia, que sea más fuerte. Si la hubiésemos tenido, hubiéramos pasado de otra manera el mal momento que tuvimos. Hoy con la competencia y el esfuerzo individual de cada uno se lo está logrando. Las recetas son las mismas. En Tucumán, si no logramos aumentar las bases del deporte, que llegó a ser indiscutidamente el segundo en la provincia, va a ser muy difícil implementar un desarrollo si no tenemos chicos que jueguen al básquet. A eso hay que sumarle capacitación para árbitros y técnicos, mejorar las competencias, tratar de tener inserción y una mayor inmediatez del periodismo, que tienda a ser especializado. Pienso que Tucumán debe tener al menos un equipo en la elite. Pero que sea de todos, un genuino representante, que sea el espejo de los chicos.

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