Venezuela no es Ucrania

Por Ian Bremmer - Agencia Reuters

02 Marzo 2014
Los presidentes asediados por las protestas callejeras parecen usar el mismo breviario. Luego de que las manifestaciones se volvieron violentas, la agencia de seguridad ucraniana las consideró “una operación antiterrorista” en represalia. En cuestión de días, el apoyo al presidente Viktor Yanukovich se desmoronó, huyó del país y las “fuerzas radicales” que había despreciado se hicieron con el poder.

En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro ha calificado la ola de protesta como una corriente de “fascismo” que tiene por objeto eliminarlo. Pero Venezuela no es Ucrania y es improbable que Nicolás Maduro sufra pronto el destino de Yanukovich. He aquí el por qué.

Las cosas no han ido bien para Maduro, con protestas masivas alentadas por una aumento constante de los problemas económicos, el crimen y la inflación.

La débil oposición inicialmente hizo algunos progresos a través de las vías electorales: Henrique Capriles quedó a un 1,5% de derrotar a Maduro en una elección que el opositor denunció como parcialmente amañada. Sin embargo, la perspectiva de esperar hasta 2018 para infringir una derrota a Maduro ha desmoralizado a una oposición que se ha radicalizado. El líder opositor Leopoldo López ha capturado ese sentimiento con sus llamados para que los venezolanos lleven su descontento a las calles. Cuando el Gobierno le acusó de terrorismo y asesinato, López se entregó (no sin antes ofrecer un apasionado discurso). Eso sólo ha fortalecido su apoyo y ha puesto a Maduro entre la espada y la pared: liberar a López para que encabece más protestas o provocar a la oposición con su encarcelación.

Maduro es un presidente débil, y las protestas son hasta ahora el más grave reto a su autoridad. Pero Maduro tiene cartas que Yanukovich no tenía. Controla y tiene la lealtad del aparato estatal clave: los militares, la policía, el parlamento y la petrolera PDVSA.

No hay un comando unificado de las fuerzas de seguridad que pudiese volverse en su contra de una manera organizada y está mucho más dispuesto a reprimir y apoyar al Gobierno que en Ucrania.

Las protestas no se han propagado, ni han calado en la base chavista de Maduro; de hecho, le ofrecen al presidente la oportunidad de reforzar su apoyo y su legitimidad. En términos de opinión internacional, EEUU se le opone, pero Maduro tiene hoy relaciones aceptables con la mayoría de los países de América Latina. Se han oído lamentos de varios vecinos, pero poca crítica abierta. La petrolera estatal ha comprado favores de muchos países en la región con generosos acuerdos energéticos.

¿Cuál es la estrategia de Maduro en adelante? Se atrincherará, distraerá y dividirá. Se mantendrá en su enfoque de todo o nada, rehusándose a dar concesiones significativas a la oposición. Esperará a que en las próximas semanas la oposición se dé cuenta que no ha obtenido nada. Es poco probable que veamos a Maduro huir del país pronto. Pero sobrevivir a esta batalla es algo muy diferente a ganar la guerra. La economía seguirá sufriendo y no hay voluntad política en el Gobierno para tomar medidas para enfrentar una inflación acelerada y un panorama fiscal que se deteriora. Esta no es una primavera venezolana. Hay que esperar que las cosas empeoren lenta y consistentemente antes de que mejoren.

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