Por Federico Diego van Mameren
29 Marzo 2014
Eran las 10 de la mañana y Marianela Mirra ya había encendido la mecha de lo que sería el incendio para Jorge Rial. Las redes sociales, los canales y los sitios propagaban el virus del diálogo privado que se hizo público a una velocidad que sorprendía a la mismísima fibra óptica. El escándalo mediático que se discutía en comentarios, en Twitter y en Facebook... Y empezó el debate. De a poco una gran mayoría entró en la discusión de lo que estaba ocurriendo entre la tucumana y el conductor bonaerense.
Este tipo de reacciones ayudan a medir la potencia de una información y las argumentaciones suelen abrir debates que luego se vuelcan en las producciones. Lo curioso fue cómo todos nos pusimos en la vereda del frente. Nos convertimos en espectadores y esquivamos el análisis de un fenómeno social que cautivaba a una gran audiencia y que describía dos estereotipos muy claros. “Eso es de otros”, “eso es cholulismo”, “eso no me incluye”, se instaló en nuestra mirada periodística y no pudimos profundizar sobre el fenómeno, pese a que atrapó nuestro interés.
Este tipo de reacciones ayudan a medir la potencia de una información y las argumentaciones suelen abrir debates que luego se vuelcan en las producciones. Lo curioso fue cómo todos nos pusimos en la vereda del frente. Nos convertimos en espectadores y esquivamos el análisis de un fenómeno social que cautivaba a una gran audiencia y que describía dos estereotipos muy claros. “Eso es de otros”, “eso es cholulismo”, “eso no me incluye”, se instaló en nuestra mirada periodística y no pudimos profundizar sobre el fenómeno, pese a que atrapó nuestro interés.