Falta muy poco tiempo para el mundial de fútbol de Brasil y, como ocurre cada cuatro años, la exacerbación del sentimiento nacional comienza a propagarse como un virus letal. Las multinacionales que venden televisores, las marcas de celulares, de cervezas y de bebidas gaseosas inoculan en la sociedad un falso espíritu triunfalista de nuestra selección nacional de fútbol. ¿Tiene todo esto un fin mercantilista? Y obvio que sí. Las empresas sólo quieren vender sus productos a cualquier precio. Durante la década pasada, los spots publicitarios comenzaron a ensayar la forma de llegar a los consumidores sin hacer alusión directa al producto. Las empresas decidieron lanzar sus subliminales misiles hacia el corazón de los potenciales compradores, utilizando el viejo recurso de exaltar la imagen del equipo nacional, sin importar que, en la previa, el combinado celeste y blanco haya dado menos que pena. Cada cuatro años, y antes del pitazo inicial, la selección argentina siempre es la mejor del mundo. No hay escuadra en el globo terráqueo que se le asemeje. El mensaje que se intenta bajar a los televidentes es el que sostiene que los muchachos vestidos con las camisetas albicelestes entrarán a la cancha y desde el primer día tendrán asegurado el campeonato. Desde hace unas semanas comenzó a ser irradiada una publicidad de una cadena de electrodomésticos donde un conocido relator de fútbol simula estar en un estadio brasileño. En el guión de ese spot, Argentina pasa a cuartos de final y todo el mundo explota de alegría por los triunfos cosechados. Pero volvamos a la realidad. El mundial de fútbol aún no comenzó y si bien es necesario que exista un clima de confianza con el equipo, no es bueno caer en ficciones y, menos todavía, en un chauvinismo mufa.

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios