Qué sería de Boca sin Román

Una de las cosas que más se le siguen reprochando a Juan Román Riquelme es aquel gesto de no haberse sumado al festejo colectivo cuando Martín Palermo anotó el gol récord que lo convirtió en máximo goleador de la historia de Boca. Ese día, Román, que como tantas otras veces, había dado al “Titán” la asistencia de gol, prefirió quedarse de espaldas al sector donde estaba La 12.

Lo que aún casi nadie cuenta es que, apenas unas horas antes, los barras habían apretado a Román, creyendo que Palermo, que llevaba varias fechas sin marcar, no llegaba al récord porque Riquelme, acaso celoso, ya no lo asistía como antes. La amenaza, según cuenta más de una fuente, fue clara: “mirá que te rompemos el auto”. Riquelme, según estas fuentes, respondió entonces celebrar el gol récord dándole la espalda a La 12. Y no se sumó al festejo porque acaso intuyó que hubo alguien que le dijo a la barra que él, supuestamente, ya no asistía a Palermo como antes.

Como sí lo había hecho, por ejemplo, en aquel largo pelotazo de la final Intercontinental 2000 contra Real Madrid, tal vez el momento culminante de la pareja Carlos Bianchi-Riquelme. La sociedad, que acaso viva hoy su último partido en Boca, sufrió este año y medio por la ausencia de resultados, pero sigue siendo poderosa aún en el afecto de miles y miles de hinchas. Román asistió de modo notable a Palermo esa tarde de gloria en Japón, pese a que en las horas previas a la final se produjo otro de los cortocircuitos más importantes de la relación. Fue cuando el “Titán”, según lo aceptó él mismo en su libro biográfico, pidió a Bianchi que jugara su amigo Guillermo Barros Schelotto. El “Virrey” entendió que el Mellizo aún no estaba pleno tras una lesión y eligió aprovechar el gran momento que atravesaba el Marcelo Delgado, amigo del 10, es cierto, pero también quien dio la asistencia a Palermo en el primer gol de esa misma final, que Boca terminó ganando 2-1.

Cuentan que Bianchi, emocionado como nunca, lágrimas incluidas, y acaso consciente de las diferencias internas, dio una charla previa de pura emotividad, que duró 45 minutos, en la que puso especial énfasis al destacar todo lo hecho, la gran campaña previa y que ese esfuerzo merecía premio. Riquelme terminó ofreciendo ese día un show de pisadas, clave para su trasferencia posterior a Barcelona, donde no tuvo las chances que sí le dieron luego en Villarreal, al que llevó a semifinales de Liga de Campeones. Hábil, Bianchi eligió un “neutral” como capitán, el colombiano Jorge Bermúdez, un “Patrón” que tras la victoria ante Real Madrid durmió toda la noche pegado a la Copa Intercontinental, acaso temiendo que se la fueran a robar.

Bianchi siempre tuvo gran relación con Palermo. Pero su sociedad con Román ganó sabor especial con esta última vuelta de ambos. La adversidad, inclusive, fortaleció la unión. Acaso se unieron años antes, cuando ambos se rebelaron al entonces poderoso presidente Mauricio Macri, uno haciendo el Topo Gigio, el otro dejando al hoy jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires plantado en plena conferencia de prensa.

Curioso que el partido de hoy ante Lanús, que algunos señalan como posible despedida conjunta, tenga como DT rival al “Mellizo”, otro testigo central de los años de gloria, más cercano al grupo del “Titán”, y ahora el técnico más codiciado por el futuro Boca.

Bianchi, 403 goles en 577 partidos, calle de tierra, potreros de Villa Real, se recuperó en cinco meses de una triple fractura de pierna izquierda y jugó los últimos seis meses de su carrera, otra vez en Vélez, con los ligamentos rotos. Solía decir que entraba a la cancha con 73 puntos: 9 en rodilla derecha por operación de meniscos, 19 por fractura de tibia y peroné, 30 por operación de aductores, 13 por meniscos de rodilla izquierda y 2 en la ceja por un codazo.

Román creció desparramando gambetas en la Villa San Jorge, en Don Torcuato, donde nació, y donde fue a buscarlo Jorge Rodríguez, su descubridor, deslumbrado después de verlo jugar en el club Nueve de Julio, de José C. Paz. Otro dato que une al DT más veces campeón y al votado como máximo ídolo de la historia de Boca (y sin necesidad de tirarse al piso) es, curiosamente, River, el gran rival. Bianchi confesó alguna vez que de pibe era de River, por admiración al gran Amadeo Carrizo.

Y Román, aunque muchos hoy no lo recuerden, tuvo al menos dos pruebas en River. En la primera, tenía 12 años, cuando fue rechazado por Delem. “En ese puesto –habría dicho el brasileño- tengo tres mejores”. Lo había llevado el ex arquero de Estudiantes y luego representante Alberto Poletti. Ya más grande, tuvo una nueva y buena chance de firmar para River. Pero eligió Boca, que le pagaba tres veces menos. Acaso esas dificultades de los inicios, acaso cierta excelencia, acaso cierta arrogancia, acaso el ego. Lo que sea. Nunca fueron dóciles.

Un Bianchi que ya se sentía intocable desairó a Macri cuando ni siquiera incluyó dentro de la delegación que viajó a una final en Japón al atacante Naohiro Takahara, fichado por el presidente justamente para acercar patrocinadores asiáticos. Y Román, también pocos lo saben, discutía en realidad su salario con Macri desde que tenía 19 años y ya advertía que, aún siendo el mejor del equipo, ganaba menos que varios otros.

Su llegada los últimos días a una práctica con la radiografía en mano, para dar su propia versión de una lesión, es apenas una historia de tantas. Los pibes de Boca, en cambio, cuentan que hacia ellos Riquelme ha tenido gestos de gran protección, como pedir que el club pague taxis de jugadores lesionados que deben volver a sus casas o informarle a los dirigentes que las estrellas no cobrarían hasta que los juveniles estuvieran al día. Contra eso, hay relatos en plena era Falcioni de un vestuario caliente, pleno de reproches a Riquelme. Otra vez, en medio de una dura crisis interna, Boca ganó 1-0 el clásico a River. “En la cancha -dijo Román apenas le pusieron un micrófono- somos todos hermanos”.

Algunas fuentes aseguran que Bianchi sí tendría un último nuevo semestre, Riquelme, en cambio, parece más cerca de la despedida. En ambos casos, como admitió Bianchi, la despedida sería ya definitiva, sin retornos como otras veces. “Renuévele Angeleti”. Despectivo al punto de confundir su nombre, Caparrós le dijo al presidente Daniel Angelici, que le renueve el contrato urgente a Román, que le ponga cebador de mate y que le pida disculpas si llegó a despertarlo a la hora de la siesta.

Si no hay renovación, Caparrós advierte a “Angeleti” que recuerde Diego Maradona no pudo volver por mucho tiempo a La Bombonera por enfrentarse con Román cuando era DT de la selección. “Imagínese lo que podría pasarle a usted, señor Angeleti, que no es nadie”. No hay caso, son cada vez más los que sugieren que no habrá renovación. Y que Román, aún en una pierna, la única gota de fútbol del pobre Boca actual, jugará hoy su último partido oficial con la azul y oro. Se iría, como lo llamó alguien alguna vez, “el último 10”. Se despide la “Brujita” Verón en Estudiantes y el “Gringo” Heinze en Newell’s. Difícil para los hinchas y, ante todo, también para ellos mismos. Y difícil para Román.

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