18 Junio 2014
Siempre es una buena noticia cuando se recupera una joya de nuestro patrimonio arquitectónico. La residencia de fin se semana del filántropo Alfredo Guzmán y de su esposa Guillermina Leston ha vuelto a lucir como en su época de esplendor. La residencia ubicada en el parque Guillermina fue una víctima constante del vandalismo y del abandono. La refacción que llevó a cabo la Municipalidad capitalina, incluye una cerca perimetral que delimita un perímetro de una hectárea y media.
Según explicó el subsecretario de Planificación Urbana, se reparó la fachada y el jardín, los cielos rasos, las molduras, los pisos, los baños (se incluyó uno para discapacitados). Se instalaron cañerías para agua fría y caliente y artefactos de iluminación y refrigeración en todos los ambientes. “Esta casa fue víctima, durante muchos años, del vandalismo”, dijo el funcionario.
La decana de la Facultad de Arquitectura y experta en patrimonio dijo que lo primero que se debería hacer en el chalet, es evaluar las actividades que allí podrían desarrollar y estimó que estas deberían ser poco agresivas. “Una convención no sería adecuada, pero una reunión protocolar es aceptable. También sería ideal que se incluyera a los vecinos y compartir las actividades con ellos”, sostuvo. Propuso convertir la casa en un museo de sitio representativo de lo que fue la Quinta Guillermina. “Allí, se aclimataron especies de citrus, por ejemplo. Podrían acondicionar una salita representativa, a la que se le podría sumar un homenaje al arquitecto José Graña, cuya actividad fue excepcional para Tucumán”, afirmó.
El casa se halla dentro de las 35 hectáreas de la Quinta Guillermina, adquirida por Municipalidad en 1969. Fue construida en 1927 por el arquitecto José Graña, que diseñó de la sede de la Federación Económica de Tucumán.
Desde que el municipio se hizo cargo de la quinta, convertida en paseo público, vivió períodos de dicha y de desdicha y la casa fue el destino de diversas iniciativas que no prosperaron en el tiempo. En la década del 90, LA GACETA reflejó en sus páginas los avatares por los que atravesaron el chalet y el paseo: “Avanzan los arreglos en la casa del parque Guillermina. Se habilitará una sala de reuniones para la Municipalidad” (febrero, 1993); “Se transformará en museo” (septiembre, 1995); “El Guillermina tiene amigos. Una asociación civil se encargará de preservar el pulmón verde” (marzo, 1997); “Recuperación cultural del histórico parque Guillermina. Una fundación y la Municipalidad trabajan en un proyecto de jerarquización del paseo” (octubre, 1998); “Por los robos, devuelven la casa del parque Guillermina. La fundación que mantenía el edificio se alejó por la inseguridad” (agosto, 2005); “La maestría en Turismo ya se dicta en el parque Guillermina. En la restauración de la casona se invirtieron alrededor de $120 mil” (septiembre, 2006).
Sería positivo si la casa tuviese una actividad cultural constante, por ejemplo, desde audiciones de música de cámara hasta presentaciones de libros, conferencias y ciclos de cine; los fines de semana, en el parque o alrededor del chalet, podrían programarse conciertos, recitales, puestas teatrales para adultos y niños o espectáculos de danza. De ese modo, el paseo adquiriría un perfil diferente, posiblemente sería más convocante. No sólo sería un lugar para la práctica de deportes, sino también un espacio para la cultura.
Según explicó el subsecretario de Planificación Urbana, se reparó la fachada y el jardín, los cielos rasos, las molduras, los pisos, los baños (se incluyó uno para discapacitados). Se instalaron cañerías para agua fría y caliente y artefactos de iluminación y refrigeración en todos los ambientes. “Esta casa fue víctima, durante muchos años, del vandalismo”, dijo el funcionario.
La decana de la Facultad de Arquitectura y experta en patrimonio dijo que lo primero que se debería hacer en el chalet, es evaluar las actividades que allí podrían desarrollar y estimó que estas deberían ser poco agresivas. “Una convención no sería adecuada, pero una reunión protocolar es aceptable. También sería ideal que se incluyera a los vecinos y compartir las actividades con ellos”, sostuvo. Propuso convertir la casa en un museo de sitio representativo de lo que fue la Quinta Guillermina. “Allí, se aclimataron especies de citrus, por ejemplo. Podrían acondicionar una salita representativa, a la que se le podría sumar un homenaje al arquitecto José Graña, cuya actividad fue excepcional para Tucumán”, afirmó.
El casa se halla dentro de las 35 hectáreas de la Quinta Guillermina, adquirida por Municipalidad en 1969. Fue construida en 1927 por el arquitecto José Graña, que diseñó de la sede de la Federación Económica de Tucumán.
Desde que el municipio se hizo cargo de la quinta, convertida en paseo público, vivió períodos de dicha y de desdicha y la casa fue el destino de diversas iniciativas que no prosperaron en el tiempo. En la década del 90, LA GACETA reflejó en sus páginas los avatares por los que atravesaron el chalet y el paseo: “Avanzan los arreglos en la casa del parque Guillermina. Se habilitará una sala de reuniones para la Municipalidad” (febrero, 1993); “Se transformará en museo” (septiembre, 1995); “El Guillermina tiene amigos. Una asociación civil se encargará de preservar el pulmón verde” (marzo, 1997); “Recuperación cultural del histórico parque Guillermina. Una fundación y la Municipalidad trabajan en un proyecto de jerarquización del paseo” (octubre, 1998); “Por los robos, devuelven la casa del parque Guillermina. La fundación que mantenía el edificio se alejó por la inseguridad” (agosto, 2005); “La maestría en Turismo ya se dicta en el parque Guillermina. En la restauración de la casona se invirtieron alrededor de $120 mil” (septiembre, 2006).
Sería positivo si la casa tuviese una actividad cultural constante, por ejemplo, desde audiciones de música de cámara hasta presentaciones de libros, conferencias y ciclos de cine; los fines de semana, en el parque o alrededor del chalet, podrían programarse conciertos, recitales, puestas teatrales para adultos y niños o espectáculos de danza. De ese modo, el paseo adquiriría un perfil diferente, posiblemente sería más convocante. No sólo sería un lugar para la práctica de deportes, sino también un espacio para la cultura.
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