Por Guillermo Monti
18 Junio 2014
VALE ORO. Sebastián tuvo su foto con Messi, con Orión como fotógrafo.
Sebastián Hardaman ejecutó su plan con frialdad y decisión. La idea era infiltrarse en el Sheraton de Río de Janeiro para codearse con la Selección y, si todo salía bien, sacarse una foto con Lionel Messi. Aparecieron obstáculos, como en todo filme de 007, pero los fue sorteando con una mezcla de astucia y buena suerte. Y le salió redondo. La foto es un tesoro que guardará para siempre.
Sebastián cuenta su historia en la cálida mañana de Belo Horizonte. Es misionero de Posadas y abogado, al igual que Julio Troche y Leo Villafañe. El portavoz del grupo es Diego Mayuli, el escribano que maneja el mate con maestría y lo surte generosamente con yerba Santa María. “Es buenísima porque se estaciona naturalmente, no en secadero”, explica con erudición litoraleña. El grupo se completa con Alvaro, hijo de Diego, siempre con la albiceleste y habilitado para faltar unos días a la escuela.
Pero volvamos a la historia de Sebastián: “tomé un taxi a pocas cuadras del hotel e hice que me dejara en la puerta, simulando estar hospedado. Así llegué al hall. La Selección estaba en el piso 18 del Sheraton y era difícil llegar, pero me di cuenta de que no todos los ascensores estaban bloqueados, había dos que funcionaban con normalidad. Llegué al 18, pero estaba todo controlado y era imposible quedarse”.
Ese fue el nudo del relato, el segmento en el que parece que todo se frustra. Hasta que la novela da un vuelco. “Me fui más abajo, al piso de la cafetería y restaurante, confiado en que ahí podía encontrarme con los jugadores. Pero justo aparecieron los preparadores físicos, que me hicieron sacar por los guardias de seguridad. Llego al ascensor, se abre la puerta y ¡aparece Bilardo! Y detrás de él resto del plantel. Yo estaba con un japonés, desesperados por hacer las fotos y ¡las sacó Mascherano!”.
Faltaba el moño para el mejor regalo que Sebastián recibió en su vida. “La verdad es que me daba por satisfecho. Estaba a punto de irme cuando veo que otro jugador venía caminando despacito por el pasillo”. Sí, era Messi, quien con la mejor onda se detuvo para cumplir un sueño misionero. Esa foto la sacó Orión.
La banda viajó en auto a Río de Janeiro y desde allí subieron a Belo Horizonte. Un viaje de 2.500 kilómetros. Después del partido del sábado regresarán a casa, ya que no están seguros de ir a Porto Alegre a ver Argentina-Nigeria. De Posadas a Porto Alegre hay 700 kilómetros y la invasión argentina será descomunal. Pero se tienen fe, sobre todo Sebastián, que saca pecho ante el cronista: “si querés una nota con Messi avísame. Vamos a la concentración y te la consigo”.
Sebastián cuenta su historia en la cálida mañana de Belo Horizonte. Es misionero de Posadas y abogado, al igual que Julio Troche y Leo Villafañe. El portavoz del grupo es Diego Mayuli, el escribano que maneja el mate con maestría y lo surte generosamente con yerba Santa María. “Es buenísima porque se estaciona naturalmente, no en secadero”, explica con erudición litoraleña. El grupo se completa con Alvaro, hijo de Diego, siempre con la albiceleste y habilitado para faltar unos días a la escuela.
Pero volvamos a la historia de Sebastián: “tomé un taxi a pocas cuadras del hotel e hice que me dejara en la puerta, simulando estar hospedado. Así llegué al hall. La Selección estaba en el piso 18 del Sheraton y era difícil llegar, pero me di cuenta de que no todos los ascensores estaban bloqueados, había dos que funcionaban con normalidad. Llegué al 18, pero estaba todo controlado y era imposible quedarse”.
Ese fue el nudo del relato, el segmento en el que parece que todo se frustra. Hasta que la novela da un vuelco. “Me fui más abajo, al piso de la cafetería y restaurante, confiado en que ahí podía encontrarme con los jugadores. Pero justo aparecieron los preparadores físicos, que me hicieron sacar por los guardias de seguridad. Llego al ascensor, se abre la puerta y ¡aparece Bilardo! Y detrás de él resto del plantel. Yo estaba con un japonés, desesperados por hacer las fotos y ¡las sacó Mascherano!”.
Faltaba el moño para el mejor regalo que Sebastián recibió en su vida. “La verdad es que me daba por satisfecho. Estaba a punto de irme cuando veo que otro jugador venía caminando despacito por el pasillo”. Sí, era Messi, quien con la mejor onda se detuvo para cumplir un sueño misionero. Esa foto la sacó Orión.
La banda viajó en auto a Río de Janeiro y desde allí subieron a Belo Horizonte. Un viaje de 2.500 kilómetros. Después del partido del sábado regresarán a casa, ya que no están seguros de ir a Porto Alegre a ver Argentina-Nigeria. De Posadas a Porto Alegre hay 700 kilómetros y la invasión argentina será descomunal. Pero se tienen fe, sobre todo Sebastián, que saca pecho ante el cronista: “si querés una nota con Messi avísame. Vamos a la concentración y te la consigo”.
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