¿Quién prepara la mejor feijoada de Belo Horizonte? El día que se organice la competencia, Isabela es candidata de fierro a subirse al podio. Cada mañana emprende la tarea de nutrir la olla con los porotos negros y los trozos de carne de chancho que componen el núcleo del plato más famoso de Brasil. La variante en Minas Gerais, y a la vez un rasgo distintivo de su gastronomía, es el tropeiro. Consiste en agregarle a la feijoada un preparado de farofa (harina de mandioca). Al igual que la feijoada, se sirve acompañado por arroz blanco y ensalada. Niungún hincha volverá a su país sin haber probado el tropeiro al menos una vez.
La mesa en Minas Gerais, al igual que en buena parte del país, es rica en calorías. Abundante carne –pero no de vaca-, frituras, legumbres y cereales constituyen una dieta básica superproteica. La compensación viene por el lado de los lácteos. El queso es cosa de todos los días, al igual que las frutas y las verduras. Un equilibrio nutrientes y vitaminas para darle un respiro al hígado y bajar los valores del colesterol, En pleno Mundial hay que cuidar la máquina, los anfitriones están acostumbrados.
Las queijerías (queserías) atraen con su aroma dulzón y capturan transeúentes, tentados por probar un bocadito. El de catupiry es de lo más sabroso. El queso está presente también en la elaboración de panes. Un pao de queijo es infaltable para acompañar cualquier clase de comidas. También las tiritas de polenta frita y las papas al horno.
A los chorizos, rellenos con todos los ingredientes imaginables, se los consigue por buenos precios. Recomiendan uno hecho con una mezcla de carne, leche y queso. Los cortes de cordero y de buey conviven con el frango (pollo), otro clásico de la mesa mineira. ¿Y nuestras costillas, picana y vacío? Los precios son absolutamente prohibitivos.
En un guiso pueden encontrarse los champiñones más grandes que se pueda imaginar. Y también picantes, hay que tener cuidado. Para valientes: el chili volcánico. Más suave es el mauapi de Amazonas y los dedos de mosca. Pero a no confiarse.
La condición mediterránea de Belo Horizonte conspira contra el consumo de pescado, masivo en Porto Alegre, Río de Janeiro y Bahía. Con el surubí conviven especies de mar y de río: piramutaba, panga, gurijuba, tilapia y tanbaqui. Las ensaladas de hojas verdes –todas las existentes-, tomate, cebolla, batata y berenjenas, combinadas con arroz, acompañan al pescado, que suele prepararse frito con harina. Porque si algo no falta en Brasil es la harina, al punto de que se vende suelta y de diferentes extracciones, principalmente de mandioca.
Las frutas son un festival de aromas y de colores tropicales. Las fruterías son grandes como almacenes, porque falta lugar para ubicar tanta oferta: abacaxis (ananá), jacas (muy dulces), graviolas (ideal para hacer jugo), cajá manga (similares a nísperos, pero mucho más grandes), mamónes, maracuyá, guayabas, limas, kiwis, mangos, toda clase de naranjas, peras, sandías, melones y sigue la cuenta. Claro que si de sobremesas (postres) más elaborados se trata, el clásico es el budín (nuestro flan).
A la mañana se disfruta un café expresso, pero apenas asoma la tarde es el tiempo de la bebida reina del país: la cerveza. Puede ser Brahma, Skol, Antarctica o cualquier otra marca. Lo concreto es que, por alguna razón que habrá que explorar, la cerveza siempre es más fría en Brasil. La cachaza con la que se prepara las caipirinhas viene en segundo lugar, precediendo al vino. Todo con moderación, y con algún refrigerante (un jugo) de por medio. De lo contrario, se corre el riesgo de que el Mundial pase de largo.