Por Guillermo Monti
05 Julio 2014
BRAZOS EN ALTO. Los jugadores celebraron la victoria cerca de los hinchas que los alentaron en Brasilia. REUTERS
Los jugadores están saludando en el círculo central. Cantan con la hinchada: "soy argentino, es un sentimiento, no puedo parar…" Messi, que demostró su humanidad al perder un mano a mano con el arquero belga, extiende la sonrisa más grande que se le conoce. Higuaín, el hombre del partido, agita los brazos y desde la tribuna su familia agita los corazones. Hay muchísimos jóvenes en la tarde de Brasilia y millones repartidos por el país. Nunca vieron a la Selección jugando las semifinales de la Copa del Mundo. Es la hora.
Inteligencia y equilibrio. Ese era el pedido de Sabella para su equipo. Pues bien, Argentina lució inteligente y equilibrada y por eso derrotó a los belgas. Fue 1 a 0, pudo haber encontrado un resultado más generoso de haber juntado más gente en ataque. Pero la Selección prefirió manejar los ritmos y ese fue su acierto. Casi no necesitó apretar el acelerador, alternó breves períodos de intensidad con tiempos mucho más plácidos, por momentos cansinos. Tanto respetaron los belgas la camiseta albiceleste que nunca se animaron a soltarse del todo. Un regalo bien aprovechado.
Los cambios solidificaron a la Selección. De la vulnerabilidad del eje Fernández-Gago se pasó a un doble cinco mucho más luchador. Mascherano recibió el aporte de Biglia como un regalo de Navidad: con los brazos abiertos y el agradecimiento dibujado en la mirada. Más compensada, anticipando en la media cancha, mordiendo, Argentina se metió en el bolsillo al talentoso Hazard, que al final terminó sentado en el banco. Al equipo lo manejó Fellaini, solo entre camisetas adversarias. Romero estuvo bien cuidado, apuntando además que Demichelis y Garay se entendieron como en el barrio. Vale aquí un punto a favor para el DT: hizo las variantes justas.
Claro que el gol de movida ayudó. La pelota le quedó acomodada a Higuaín para el estiletazo, después de un rebote, y la mandó a guardar de primera. Típico gol de centrodelantero despierto y certero. En el momento clave del Mundial la Selección recuperó a Higuaín y esa es una noticia de primera plana. A punto estuvo de aumentar tras una jugada propia de messilandia,
con caño incluido y un obús que rozó el travesaño. Higuaín jugó un gran partido con y sin la pelota, el mejor en muchísimo tiempo en la Selección.
Mientras tanto, Messi entraba y salía del juego, para desesperación de su cancerbero Witsel. De repente metía un cambio de frente o un pase bochinesco entre líneas. Después dribleaba en la media luna, obligaba a la infracción y el remate de tiro libre se marchaba cerca de Courtois. En el complemento se acomodó para contragolpear, siguió jugando y haciendo jugar y… lo insólito. De cara al arquero, con toda el área para él, intentó un toquecito que paró Courtois. Está perdonado.
Veinte minutos después del epílogo marcado por el italiano Rizzoli -correcto- los hinchas siguen cantando en una de las cabeceras. No quieren irse nunca de Brasilia porque Argentina acaba de romper un maleficio de 24 años con un beso de gol. No se olvidan en algún canto de Di María, lesionado sin que nadie lo haya rozado, tras probar al arco. ¿Se perdió el
Mundial? Sería una baja clave pensando en lo que viene, más allá de que Enzo Pérez entró muy bien, al igual que Basanta.
Bélgica se presentó en la cancha decidida a tocar y se despidió de la Copa tirándole pelotazos a Lukaku. Eso habla bien de la concentración con la que se defendió Argentina, imprescindible frente a rivales de esta y de mayor categoría. El gol de Higuaín, la disposición táctica y esa seguridad en la cancha consiguieron que la Selección se sintiera cómoda, una novedad por cómo venían las cosas en el Mundial. No fue una actuación brillante ni consagratoria, más bien la sensación de que se hallaron respuestas necesarias y de que hay materia para aspirar a más.
Viene lo más complicado, ya sin la mochila de los 1.000 kilos que representaban los cuartos de final. Argentina llegó a Brasil para disputar siete partidos y alcanzó esa meta primaria y anhelada. Ahora los objetivos son más ambiciosos. ¿Cómo no aspirar a ellos si después de media hora, con los jugadores bañados y cambiados, la hinchada sigue gritando bajo el sol
de Brasilia? Son las 15.30 y están cantando el Himno. Es un momento bello y conmovedor.