No hay rivales fáciles en un Mundial. Los márgenes entre las potencias futbolísticas y los seleccionados más modestos en pretensiones se achicaron muchísimo. Por eso siempre aparece alguna sorpresa metiéndose entre los mejores. Costa Rica, Colombia y Bélgica llegaron a cuartos de final, pero no pudieron avanzar y se acabaron las sorpresas. Los cuatro semifinalistas estaban en la lista de candidatos previos. En Brasil sobreviven tres campeones del mundo -el local, Alemania y Argentina- y uno que perdió tres finales y quiere sacarse la espina -Holanda-. La FIFA no podía pedir más. En un torneo pleno de emociones, llegan cuatro equipos preparados para grandes batallas futbolísticas.

Argentina fue de menor a mayor. Todos le auguraban una primera fase tranquila pero ganó sus partidos con lo justo. Se valoraron los resultados, no el rendimiento. Contra Suiza mostró una importante mejoría. Se suponía que Bélgica sería un rival más exigente, pero resolvió los cuartos de final con aplomo y comodidad. La lectura es clara y simple: cuando más difícil es el escollo, más sencillo es el trámite para la Selección.

No hay que perder la calma si ahora viene Holanda. La defensa se afianzó, el medio campo mejoró, Higuaín se reencontró con el gol y está Messi. El que hace la diferencia. El que invita a soñar.

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