06 Julio 2014
EL LLANTO DE TODOS. En 1990, Maradona lloró al perder la final contra Alemania. Veinticuatro años más tarde, Messi tiene la posibilidad de cambiar la historia. la gaceta / archivo
Recesión, desocupación, sueldos bajos..! Y encima, Maradona con la uña encarnada! La frase del día, la de Bosip, resumía lo que vivía la Argentina, hace 24 años, cuando su paso mundialista llegó hasta la final, chocó contra Alemania y perdió con aquel penal convertido por Andreas Brehme al heroico “Goyco” (actual columnista de LG Mundial en Brasil).
Los argentinos que sufrimos aquel partido memorizamos un nombre: Edgardo Codesal, el árbitro uruguayo, nacionalizado mexicano, que nos privó de la Copa. Ese 1990 fue un año difícil para los argentinos. El país venía de la hiperinflación y la moneda, el Austral, daba sus últimos estertores, antes de la Convertibilidad.
Era la Argentina del escándalo. El presidente de entonces, Carlos Menem, estuvo en el debut argentino en el Mundial de Italia y confirmó su mote de “mufa”. La Selección perdió con Camerún 1-0. Antes, condecoró a Maradona como embajador argentino itinerante; y en la Quinta Presidencial de Olivos, echó a su propia esposa, Zulema Yoma.
Eran tiempos de privatizaciones de servicios públicos, de tarifazos y de una inflación mensual que trepaba al 14% y al 716% semestral. Fue el último año que, en los decretos, un Presidente conmemoraba un 9 de Julio en otro sitio que no era Tucumán, y que al año siguiente pasaría a ser la Capital de la República para esa fecha. Por aquel entonces, se elegía la Reina de la Independencia en la zona de la Confitería del Lago, en el parque 9 de Julio.
La plaza Independencia se llenaba espontáneamente de tucumanos que asistían al desfile cívico militar que se desarrollaba por calle 25 de Mayo. No había convocatorias políticas, sino espontáneas.
En 1990 tronó el escarmiento en la industria azucarera por la amenaza de importación desde Brasil. También hubo parálisis del Estado por falta de pago de los sueldos, en tiempos de la gestión de José Domato. Los estatales no concurrían a sus lugares de trabajo, y la Casa de Gobierno estaba casi vacía.
En la escena política, Ramón “Palito” Ortega asomó como candidato a gobernador, mientras Antonio Domingo Bussi buscaba otra vez pelear contra el justicialismo en las elecciones desde Fuerza Republicana.
Los “Tucu Tucu” celebraron sus 30 años con la música en el estadio de la Caja Popular de Ahorros.
Fue el año en que Mercedes Paz deslumbró con su tenis en el mundo y también en el que San Martín peleaba por ascender a la “A”, hasta que se cruzó con Belgrano de Córdoba. En el mismo tiempo, Atlético se quedó con la plaza fija en el Nacional B, con aquel gol de Francisco Medina a Atlético Concepción, después de tres partidos definitorios en medio de un clima de mundial.
Más de veinte años después, los roles cambiaron, como también los ídolos. Maradona le dio paso a Lionel Messi. Pero, entre los tucumanos, siempre estarán latentes esas ganas de gritar “¡Campeón!” en la plaza Independencia, ese lugar de encuentro en el corazón de la ciudad. La ilusión está intacta. Argentina puede lograrlo.
Se puede. Faltan dos pasos.
Los argentinos que sufrimos aquel partido memorizamos un nombre: Edgardo Codesal, el árbitro uruguayo, nacionalizado mexicano, que nos privó de la Copa. Ese 1990 fue un año difícil para los argentinos. El país venía de la hiperinflación y la moneda, el Austral, daba sus últimos estertores, antes de la Convertibilidad.
Era la Argentina del escándalo. El presidente de entonces, Carlos Menem, estuvo en el debut argentino en el Mundial de Italia y confirmó su mote de “mufa”. La Selección perdió con Camerún 1-0. Antes, condecoró a Maradona como embajador argentino itinerante; y en la Quinta Presidencial de Olivos, echó a su propia esposa, Zulema Yoma.
Eran tiempos de privatizaciones de servicios públicos, de tarifazos y de una inflación mensual que trepaba al 14% y al 716% semestral. Fue el último año que, en los decretos, un Presidente conmemoraba un 9 de Julio en otro sitio que no era Tucumán, y que al año siguiente pasaría a ser la Capital de la República para esa fecha. Por aquel entonces, se elegía la Reina de la Independencia en la zona de la Confitería del Lago, en el parque 9 de Julio.
La plaza Independencia se llenaba espontáneamente de tucumanos que asistían al desfile cívico militar que se desarrollaba por calle 25 de Mayo. No había convocatorias políticas, sino espontáneas.
En 1990 tronó el escarmiento en la industria azucarera por la amenaza de importación desde Brasil. También hubo parálisis del Estado por falta de pago de los sueldos, en tiempos de la gestión de José Domato. Los estatales no concurrían a sus lugares de trabajo, y la Casa de Gobierno estaba casi vacía.
En la escena política, Ramón “Palito” Ortega asomó como candidato a gobernador, mientras Antonio Domingo Bussi buscaba otra vez pelear contra el justicialismo en las elecciones desde Fuerza Republicana.
Los “Tucu Tucu” celebraron sus 30 años con la música en el estadio de la Caja Popular de Ahorros.
Fue el año en que Mercedes Paz deslumbró con su tenis en el mundo y también en el que San Martín peleaba por ascender a la “A”, hasta que se cruzó con Belgrano de Córdoba. En el mismo tiempo, Atlético se quedó con la plaza fija en el Nacional B, con aquel gol de Francisco Medina a Atlético Concepción, después de tres partidos definitorios en medio de un clima de mundial.
Más de veinte años después, los roles cambiaron, como también los ídolos. Maradona le dio paso a Lionel Messi. Pero, entre los tucumanos, siempre estarán latentes esas ganas de gritar “¡Campeón!” en la plaza Independencia, ese lugar de encuentro en el corazón de la ciudad. La ilusión está intacta. Argentina puede lograrlo.
Se puede. Faltan dos pasos.
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