El poder de movilización está intacto. José Alperovich había ordenado a su tropa preparar un acto que le significara la tranquilidad para un vicepresidente comprometido en causas judiciales. La exposición pública fue, hasta ayer, la peor pesadilla para Amado Boudou. Alperovich le garantizó la paz. En definitiva, al acto se lo preparó un amigo. No hubo cacerolas ni marchas de protestas contra el Vicepresidente. Tampoco se las iban a permitir en una plaza colmada de simpatizantes alperovichistas que, entre ellos mismos, llegaron a desconocerse. Así es la política; las peleas de hoy serán las alianzas de mañana. Así es el peronismo, ese que ayer realzó a un vice muy resistido más por propios que por los extraños. Boudou tuvo motivos para reírse en Tucumán. Nadie lo condenó, un teatro colmado lo vitoreó. Otra obra de Alperovich.

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