20 Julio 2014
FELIZ. Zambrano comparte su dicha con su esposa Lourdes y su hijo Máximo.
La vida le sonríe a Franco Zambrano. Cuando a los 8 años correteaba en los potreros del Ingenio Leales luciendo la camiseta de Piraña FC, en su interior alimentaba la esperanza de algún día poder jugar en categorías importantes. Lo consiguió 20 años después, cuando tras una larga trayectoria desembarcó en el San Martín que hoy lo verá debutar nada menos que ante Atlético.
Franco recuerda que cuando jugaba en los baby-fútbol, “Baloco” Banegas (que era el técnico del equipo) lo ubicaba como delantero, o como se dice ahora: mediapunta. “Como en los torneos sólo se aceptaban a jugadores que tuvieran una estatura de hasta 1,50 metros y yo ya pasaba esa medida, dejé de jugar allí. A los 11 años, me fui a jugar en la escuela de fútbol que “Buchino” Juárez tenía en el Parque 9 de Julio. Luego fiché en las inferiores de San Fernando donde debuté a los 16 años en Primera”, comentó su historial el siempre espigado zaguero “santo”.
A todo lo bueno de aquellas épocas le tuvo que sumar un hecho de pura tristeza, cuando lo llevaron a probarse en Banfield y sufrió un accidente de tránsito que hizo que la chance se desvaneciera. “Recuerdo que Silvio Marzolini, que en ese entonces era el técnico de las inferiores, me seleccionó para me quedara, pero cuando volví a mi casa para organizar todo para radicarme allí, volcamos en la camioneta de mi padre y me fracturé la mano. Me tuvieron que poner clavos en la zona afectada. Esa situación me frustró mi sueño de jugar en Buenos Aires”, recordó con dolor el hoy lateral izquierdo.
A los 19 años Marcelo Sáez, que era gerenciador del club La Florida, adquirió el pase de Zambrano. Desde ese momento, el jugador comenzó una meritoria carrera que lo llevó a Concepción FC, a Gimnasia y Tiro y a San Jorge, club que le sirvió de trampolín para estar viviendo una de las mayores alegrías que le dio la vida.
“Pensar que cuando era chico me emocionaba viviendo por televisión los clásicos de la década del 90 y hoy podré darme el gusto de ser protagonista de esta fiesta que se vive con una adrenalina muy especial”, se emocionó el defensor en medio de la entrevista, en la casa de sus suegros que viven en Mancopa, donde él puso un miniservice que se encuentra a la vera de la ruta nacional N° 9.
“Todavía me cuesta creer lo que estoy viviendo. Mi pase de San Jorge a San Martín me cambió la vida. Estoy como tocando el cielo con las manos de tanta felicidad. Espero poder responderle a quienes creyeron en mí en este nuevo proyecto. Comparto con mi esposa Lourdes (27 años) y mi hijo Máximo (1) una dicha que no quisiera que se terminara nunca”, sueña.
Sobre el clásico de esta tarde, Zambrano reconoció que el clima es absorbente. “Una cosa es vivirlo de afuera y otra como protagonista. Cada vez que me tocó jugar en La Ciudadela lo hice con hinchada en contra y hoy por primera vez voy a tener la gente de mi lado. Es tanta la ansiedad que quisiera ya estar jugando este encuentro y sentir el ensordecedor aliento del hincha de San Martín”, dice y pide el deseo con los ojos cerrados: “me imagino un estadio celebrando un triunfo sobre el rival de siempre. Dios quiera que esto se haga realidad”.
Franco recuerda que cuando jugaba en los baby-fútbol, “Baloco” Banegas (que era el técnico del equipo) lo ubicaba como delantero, o como se dice ahora: mediapunta. “Como en los torneos sólo se aceptaban a jugadores que tuvieran una estatura de hasta 1,50 metros y yo ya pasaba esa medida, dejé de jugar allí. A los 11 años, me fui a jugar en la escuela de fútbol que “Buchino” Juárez tenía en el Parque 9 de Julio. Luego fiché en las inferiores de San Fernando donde debuté a los 16 años en Primera”, comentó su historial el siempre espigado zaguero “santo”.
A todo lo bueno de aquellas épocas le tuvo que sumar un hecho de pura tristeza, cuando lo llevaron a probarse en Banfield y sufrió un accidente de tránsito que hizo que la chance se desvaneciera. “Recuerdo que Silvio Marzolini, que en ese entonces era el técnico de las inferiores, me seleccionó para me quedara, pero cuando volví a mi casa para organizar todo para radicarme allí, volcamos en la camioneta de mi padre y me fracturé la mano. Me tuvieron que poner clavos en la zona afectada. Esa situación me frustró mi sueño de jugar en Buenos Aires”, recordó con dolor el hoy lateral izquierdo.
A los 19 años Marcelo Sáez, que era gerenciador del club La Florida, adquirió el pase de Zambrano. Desde ese momento, el jugador comenzó una meritoria carrera que lo llevó a Concepción FC, a Gimnasia y Tiro y a San Jorge, club que le sirvió de trampolín para estar viviendo una de las mayores alegrías que le dio la vida.
“Pensar que cuando era chico me emocionaba viviendo por televisión los clásicos de la década del 90 y hoy podré darme el gusto de ser protagonista de esta fiesta que se vive con una adrenalina muy especial”, se emocionó el defensor en medio de la entrevista, en la casa de sus suegros que viven en Mancopa, donde él puso un miniservice que se encuentra a la vera de la ruta nacional N° 9.
“Todavía me cuesta creer lo que estoy viviendo. Mi pase de San Jorge a San Martín me cambió la vida. Estoy como tocando el cielo con las manos de tanta felicidad. Espero poder responderle a quienes creyeron en mí en este nuevo proyecto. Comparto con mi esposa Lourdes (27 años) y mi hijo Máximo (1) una dicha que no quisiera que se terminara nunca”, sueña.
Sobre el clásico de esta tarde, Zambrano reconoció que el clima es absorbente. “Una cosa es vivirlo de afuera y otra como protagonista. Cada vez que me tocó jugar en La Ciudadela lo hice con hinchada en contra y hoy por primera vez voy a tener la gente de mi lado. Es tanta la ansiedad que quisiera ya estar jugando este encuentro y sentir el ensordecedor aliento del hincha de San Martín”, dice y pide el deseo con los ojos cerrados: “me imagino un estadio celebrando un triunfo sobre el rival de siempre. Dios quiera que esto se haga realidad”.
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