Hans Christian Andersen: entre la ópera y el patito feo

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22 Julio 2014
Cuentan los dignos de fe, que Hans Christian Andersen -el inolvidable escritor de “La Sirenita”- era un hombre delgado y extremadamente alto. Más alto que la media de aquella época. Pero no por eso, menos atractivo. Incluso tenía el aspecto de un príncipe inglés, una osadía poco frecuentada en la Dinamarca del siglo XIX. Hasta dicen que le gustaba mucho hablar -a veces demasiado-, y que solía contar sus cuentos a los gritos, mientras cortaba un papel. Al terminar el relato abría aquello que había estado recortando y desplegaba esa misma historia hechas siluetas, algo que dejaba a todos pasmados. Una de esas siluetas (se conservan unas 1.000) es hoy el logo del Museo Hans Christian Andersen, en Odense (Dinamarca), su ciudad natal.

Este escritor, al que muchas generaciones de niños le deben tanto como a los Reyes Magos o a Papá Noel, nació el 2 de abril de 1805. Era hijo único. Su padre murió cuando él tenía 11 años, y él se dedicó a leer todo lo que podía encontrar. Años después decidió su futuro: sería cantante de ópera. Pero imprevista y curiosamente lo rechazaron en la escuela de canto de Copenhague y lo aceptaron en la de danza. Tal vez su altura y su figura lánguida haya tenido que ver con eso.

De todas formas era un chico raro. Muchos lo veían como a un lunático, pero consiguió hacer algunos buenos amigos. El rey Federico VI se interesó por él y lo envió a una escuela donde, según el mismo Andersen, pasó los peores años de su vida. A partir de entonces llegaron los viajes y las publicaciones de algunas de sus obras de teatro, poesía y novela; hasta que sus cuentos empezaron a tener más y más fama. Y, aunque cueste creerlo, Andersen quería ser dramaturgo; por eso no le daba ninguna importancia a sus cuentos de hadas. Sin embargo, fueron estos relatos infantiles los que finalmente le dieron fama mundial y lo convirtieron en uno de los escritores infantiles más queridos.

Su obra
En 1843, después de haber publicado dos antologías de cuentos, un par de novelas y una ópera que no tuvieron mucho éxito, Andersen dio a la imprenta una nueva serie de relatos titulada “Cuentos nuevos”. Entre los más famosos se encontraban los clásicos “El patito feo”, “El traje nuevo del emperador”, “La reina de las nieves” (famosa últimamente por la versión de Disney “Frozen”), “Las zapatillas rojas”, “El soldadito de plomo”, “El ruiseñor”, “La sirenita” y “La princesa y el guisante”.

Estos cuentos han sido traducidos a más de 80 idiomas y adaptados a obras de teatro, ballets, películas, dibujos animados, juegos en CD y obras de escultura y pintura. Releerlos siempre es un renovado e inigualable placer.

En la primavera de 1872, Andersen se cayó de su cama y se hirió gravemente. Nunca llegó a recuperarse del todo. Poco antes de morir en Copenhague, años después del accidente, habló con un compositor sobre la música para su funeral: “La mayor parte de la gente que caminará detrás de mi ataúd serán niños, así que haz que el ritmo sea corto, como lo son sus pasos”. Andersen murió el 4 de agosto de 1875, a los 70 años.

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