Ni Mónaco ni González alcanzaron la final, pero lo que hicieron fue bueno

02 Agosto 2014
Podríamos confiar en aquello de “un triunfo llama a otro”, para entender las últimas semanas del tenis argentino. El que, por mucho margen, es el mejor tramo del año, tuvo ahora su expresión en la seductora Kitzbühel, al pie de los Alpes suizos.

Fue un viernes definitivamente intenso. La actividad comenzó con el triunfo en cuartos de final de Juan Mónaco frente al italiano Andreas Seppi por 6-2, 3-6 y 6-3. La victoria puso al tandilense en una dura semifinal frente a un descansado Dominic Thiem, el austríaco, de 20 años, 50° del ranking y señalado como uno de los jugadores que dominarán el tour en los próximos años. Entonces se vio a un Mónaco cansado en lo físico y liviano en la combinación mental-anímica. Pocos puntos largos, poca convicción, poca confianza. Y poco score. El 6-3 y 6-1 es elocuente. Para resumir la actuación en una imagen, podríamos tomar una de las tantas veces en las que Juan caminó, casi perdido, mirada en el piso.

Casi todo de lo contrario de lo que pasó en la otra semifinal. Máximo González, otro tandilense, enfrentó al belga David Goffin, que llegaba en racha de 18 triunfos seguidos. Ambos buscaban su primera final de ATP. Y respondieron a las demandas del otro lado de la red, durante los dos primeros sets. En el tercero, en cambio, Máximo pareció desconcentrado y eso le costó quedar rápidamente 1-5. Entonces, otra vez enfocado, volvió a pelear aunque no le alcanzo. El resultado 5-7, 6-4 y 6-3 refleja un partido parejo para cerrar la mejor actuación de su carrera y confirmar vuelta al top100 del ranking.

No habrá argentinos en la final austríaca. Una lástima. Fuera de eso, hay varias razones para celebrar, tras otra buena semana de nuestro tenis.

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