Por Carlos Páez de la Torre H
19 Agosto 2014
NOLASCO CORDOBA. Desde la izquierda, don Nolasco, Luis M. Esteves, Próspero Mena, Pedro Koch y Lucas Córdoba, fotografiados en los últimos años del siglo XIX. la gaceta / archivo
Don Nolasco Córdoba fue una figura singular en la ciudad de su tiempo y merece sin duda un recuerdo. Nació el 20 de noviembre de 1858, pocos años antes de la batalla de Pavón, y murió cuando transcurría la primera presidencia de Yrigoyen. Era hijo de Nabor Córdoba y Ester Luna, y por tanto hermano del dos veces gobernador Lucas Córdoba.
Como toda su familia, sirvió en la milicia. Fue expedicionario al Desierto y lo enorgullecía mostrar la medalla que acordó el Congreso a los miembros de esa campaña. También revistó en la plana mayor de la Armada, como alférez de navío. Diestro con los números, fue contador de la cañonera “Uruguay” y enseñó Matemáticas en la Escuela Naval de la Nación.
Después de sus campañas y casado con la porteña Josefina Alais Ortega, volvió al Tucumán natal. Acompañó a su hermano Lucas en la política. Fue senador provincial y, como presidente de esa Cámara, ejerció la gobernación en las ausencias del titular. Durante tres lustros se desempeñó como Defensor General de Menores en los Tribunales. Dictó largo tiempo la cátedra de Matemáticas en el Colegio Nacional, en la Normal y en la Escuela de Agricultura, y fue vocal del Consejo de Educación.
Era cultor ferviente de la música tradicional y ejecutante de la guitarra. Hasta sus últimos años, en las reuniones, disfrutaba bailando las danzas criollas, entre aplausos y con gracia inimitable. Era la misma que ponía en su conversación, pespunteada de ricas anécdotas y vertida en la rueda del Club Social, institución que presidió. Hombre de vida austera, popularísimo y querido en todas partes, don Nolasco Córdoba murió en Tucumán el 31 de enero de 1919.
Como toda su familia, sirvió en la milicia. Fue expedicionario al Desierto y lo enorgullecía mostrar la medalla que acordó el Congreso a los miembros de esa campaña. También revistó en la plana mayor de la Armada, como alférez de navío. Diestro con los números, fue contador de la cañonera “Uruguay” y enseñó Matemáticas en la Escuela Naval de la Nación.
Después de sus campañas y casado con la porteña Josefina Alais Ortega, volvió al Tucumán natal. Acompañó a su hermano Lucas en la política. Fue senador provincial y, como presidente de esa Cámara, ejerció la gobernación en las ausencias del titular. Durante tres lustros se desempeñó como Defensor General de Menores en los Tribunales. Dictó largo tiempo la cátedra de Matemáticas en el Colegio Nacional, en la Normal y en la Escuela de Agricultura, y fue vocal del Consejo de Educación.
Era cultor ferviente de la música tradicional y ejecutante de la guitarra. Hasta sus últimos años, en las reuniones, disfrutaba bailando las danzas criollas, entre aplausos y con gracia inimitable. Era la misma que ponía en su conversación, pespunteada de ricas anécdotas y vertida en la rueda del Club Social, institución que presidió. Hombre de vida austera, popularísimo y querido en todas partes, don Nolasco Córdoba murió en Tucumán el 31 de enero de 1919.
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