Por Carlos Páez de la Torre H
21 Agosto 2014
la gaceta / archivo
DOÑA SERAFINA. La caracterizó una intensa acción en beneficio de los necesitados.
Una dama tucumana que desarrolló tareas de vasta trascendencia social fue doña Serafina Romero de Nougués (1862-1942). Merece sin duda un recuerdo. Fue una de las matronas que se ocuparon de los desvalidos, en la época en que el Estado se desentendía del asunto.
Al fundar la Sociedad de Beneficencia el Hospital del Niño Jesús (hoy Hospital de Niños), fue una de las mayores donantes de dinero para erigir los pabellones de la manzana enmarcada por las calles Sarmiento, Junín, Santa Fe y Salta. Antes, tras el cólera de 1887, afrontaba la atención del Lazareto establecido en el viejo Hospital de Hombres. En uno de sus escritos, Ernesto Padilla recuerda que la veía pasar con ese rumbo, a pie, todos los días.
Admiradora de la obra de Elmina Paz de Gallo, fundadora de las Hermanas Dominicas, doña Serafina donó parte del edificio donde hoy funciona el Colegio Santa Rosa. Idéntica admiración le merecía la obra de Don Bosco. Por eso donó la manzana de la avenida Mitre donde se edificó el Colegio “Tulio García Fernández”, costeado por el industrial Manuel García Fernández. Igualmente, donó a esa comunidad una casa en Villa Nougués, para residencia de verano. Todos los años, doña Serafina conducía la “colecta salesiana”, para engrosar la cual movilizaba a sus amistades, que eran muchas y poderosas.
El papa Pío XI le otorgó la condecoración “Pro Ecclesia et Pontifice”. En 1892, promovió el debate sobre los problemas del trabajo obrero y los cuidados de la primera infancia, temas entonces de muy escasa advertencia. En suma, representó la mejor tradición tucumana en materia de inquietud por el prójimo. Merecería llevar su nombre una calle de esta ciudad.
Una dama tucumana que desarrolló tareas de vasta trascendencia social fue doña Serafina Romero de Nougués (1862-1942). Merece sin duda un recuerdo. Fue una de las matronas que se ocuparon de los desvalidos, en la época en que el Estado se desentendía del asunto.
Al fundar la Sociedad de Beneficencia el Hospital del Niño Jesús (hoy Hospital de Niños), fue una de las mayores donantes de dinero para erigir los pabellones de la manzana enmarcada por las calles Sarmiento, Junín, Santa Fe y Salta. Antes, tras el cólera de 1887, afrontaba la atención del Lazareto establecido en el viejo Hospital de Hombres. En uno de sus escritos, Ernesto Padilla recuerda que la veía pasar con ese rumbo, a pie, todos los días.
Admiradora de la obra de Elmina Paz de Gallo, fundadora de las Hermanas Dominicas, doña Serafina donó parte del edificio donde hoy funciona el Colegio Santa Rosa. Idéntica admiración le merecía la obra de Don Bosco. Por eso donó la manzana de la avenida Mitre donde se edificó el Colegio “Tulio García Fernández”, costeado por el industrial Manuel García Fernández. Igualmente, donó a esa comunidad una casa en Villa Nougués, para residencia de verano. Todos los años, doña Serafina conducía la “colecta salesiana”, para engrosar la cual movilizaba a sus amistades, que eran muchas y poderosas.
El papa Pío XI le otorgó la condecoración “Pro Ecclesia et Pontifice”. En 1892, promovió el debate sobre los problemas del trabajo obrero y los cuidados de la primera infancia, temas entonces de muy escasa advertencia. En suma, representó la mejor tradición tucumana en materia de inquietud por el prójimo. Merecería llevar su nombre una calle de esta ciudad.
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