Por Juan Manuel Asis
15 Enero 2015
En 21 días más se sabrá si el peronismo estará unido en los comicios de agosto. ¿Por qué? Porque el 5 de febrero es una fecha clave en la vida interna del PJ local: ese día vence el plazo de presentación de las listas para competir por la integración de los distintos cuerpos provinciales del partido, incluyendo el consejo y el congreso provincial. La asistencia, o la ausencia, en estos comicios dirá mucho sobre si el justicialismo enfrentará la elección de renovación de autoridades provinciales fracturado y, si eso ocurre, en qué magnitud: llamativa o peligrosa en cuanto a la disputa por la continuidad del justicialismo en el Gobierno.
Hoy, en el consejo provincial del PJ, que preside la senadora Beatriz Rojkés, tienen un lugar entre los 20 miembros Domingo Amaya, Germán Alfaro, José Fernando Orellana y Gerónimo Vargas Aignasse. Cuatro que, hoy por hoy, están más en la trinchera de la disidencia: los dos primeros tratando de dar pelea por la gobernación y la intendencia capitalina; y los dos segundos compitiendo por el massismo a nivel nacional. Situaciones que los ponen con un pie fuera de la estructura partidaria, por díscolos o intratables. Habría que ver qué sucede con otros de los integrantes del consejo, como los casos de Teresa Felipe de Heredia, Marta Zurita -a quien desde la Fiscalía de Estado se le ha sugerido que no podía ir por la re-re en la Legislatura-, Fernando Juri y Rodolfo Ocaranza, el número 20 en la nómina partidaria.
¿Habrá renovación o una composición pensada para atenuar el internismo y llegar fortalecidos a agosto? En este sentido, la interna del PJ no se presenta como una más. Lo que sí, no hay demasiados interesados en inmiscuirse y dar pelear a todo el aparato del Estado que, seguramente, se va a poner al servicio del oficialismo para consagrar por tercera vez consecutiva a la primera dama. ¿Es un premio consuelo para ella, ya que Alperovich la dejó fuera de la carrera por la gobernación? ¿Se convertirá al PJ, con la senadora a la cabeza, en la estructura de poder paralela para “controlar” a la dupla Manzur-Jaldo en caso de ser los elegidos y de ganar la gobernación? Hace pocos días, el secretario de Salud de la Nación advirtió que Alperovich es Alperovich y que él es Manzur. Una verdad de perogrullo, pero que en política dice mucho más. No es una frase suelta o calculada. Es una afirmación que linda con la traición intelectual, con el no reconocimiento del mandatario como el futuro jefe político detrás de bambalinas. O sea, Manzur está diciendo elegantemente que hará de las suyas, que habrá continuidad con cambios -al estilo sciolista-, pero con su impronta de gestión.
En este punto vuelve a cobrar importancia la integración de las estructuras partidarias del PJ. ¿Tiene Manzur tantos acólitos como para exigir lugares en los cuerpos colegiados del peronismo y asegurarse un espacio de poder interno en el partido oficialista con vista al futuro? ¿Los puede exigir? Para nada, por ahora sólo debe limitarse a esperar que le llegue la bendición del titular del PE para ser su posible sucesor encabezando la boleta del Frente para la Victoria. No es menor que no exista el manzurismo todavía. Por ahora, Manzur se limita a realizar declaraciones formales con alusiones a una futura pero sugestiva independencia del alperovichismo, pero nadie en el PJ se rasga las vestiduras por el vicegobernador licenciado.
En función de los niveles de influencia y de cotos de poder se podría afirmar que existe más un jaldismo, pensando en la interna del justicialismo y que el ministro del Interior podría ser más beneficiado que Manzur en la integración del PJ con gente allegada a su espacio de influencia. Aquí cabe una pregunta ineludible: ¿es Jaldo el que vigilará a Manzur en nombre de la familia Alperovich? Todavía resuena en el recinto del Congreso su juramento “por el mejor gobernador de la historia de Tucumán”. Semejante prueba de fe debe tener un correlato.
Una prueba de confianza para determinar si finalmente jugará el papel “ojo avizor” de Alperovich lo dirá la nómina del PJ, que tiene que presentarse en tres semanas. Será el día en que saltarán a vista las desconfianzas y las divisiones en el peronismo. Y tal vez hasta nuevas alternativas electorales.
Hoy, en el consejo provincial del PJ, que preside la senadora Beatriz Rojkés, tienen un lugar entre los 20 miembros Domingo Amaya, Germán Alfaro, José Fernando Orellana y Gerónimo Vargas Aignasse. Cuatro que, hoy por hoy, están más en la trinchera de la disidencia: los dos primeros tratando de dar pelea por la gobernación y la intendencia capitalina; y los dos segundos compitiendo por el massismo a nivel nacional. Situaciones que los ponen con un pie fuera de la estructura partidaria, por díscolos o intratables. Habría que ver qué sucede con otros de los integrantes del consejo, como los casos de Teresa Felipe de Heredia, Marta Zurita -a quien desde la Fiscalía de Estado se le ha sugerido que no podía ir por la re-re en la Legislatura-, Fernando Juri y Rodolfo Ocaranza, el número 20 en la nómina partidaria.
¿Habrá renovación o una composición pensada para atenuar el internismo y llegar fortalecidos a agosto? En este sentido, la interna del PJ no se presenta como una más. Lo que sí, no hay demasiados interesados en inmiscuirse y dar pelear a todo el aparato del Estado que, seguramente, se va a poner al servicio del oficialismo para consagrar por tercera vez consecutiva a la primera dama. ¿Es un premio consuelo para ella, ya que Alperovich la dejó fuera de la carrera por la gobernación? ¿Se convertirá al PJ, con la senadora a la cabeza, en la estructura de poder paralela para “controlar” a la dupla Manzur-Jaldo en caso de ser los elegidos y de ganar la gobernación? Hace pocos días, el secretario de Salud de la Nación advirtió que Alperovich es Alperovich y que él es Manzur. Una verdad de perogrullo, pero que en política dice mucho más. No es una frase suelta o calculada. Es una afirmación que linda con la traición intelectual, con el no reconocimiento del mandatario como el futuro jefe político detrás de bambalinas. O sea, Manzur está diciendo elegantemente que hará de las suyas, que habrá continuidad con cambios -al estilo sciolista-, pero con su impronta de gestión.
En este punto vuelve a cobrar importancia la integración de las estructuras partidarias del PJ. ¿Tiene Manzur tantos acólitos como para exigir lugares en los cuerpos colegiados del peronismo y asegurarse un espacio de poder interno en el partido oficialista con vista al futuro? ¿Los puede exigir? Para nada, por ahora sólo debe limitarse a esperar que le llegue la bendición del titular del PE para ser su posible sucesor encabezando la boleta del Frente para la Victoria. No es menor que no exista el manzurismo todavía. Por ahora, Manzur se limita a realizar declaraciones formales con alusiones a una futura pero sugestiva independencia del alperovichismo, pero nadie en el PJ se rasga las vestiduras por el vicegobernador licenciado.
En función de los niveles de influencia y de cotos de poder se podría afirmar que existe más un jaldismo, pensando en la interna del justicialismo y que el ministro del Interior podría ser más beneficiado que Manzur en la integración del PJ con gente allegada a su espacio de influencia. Aquí cabe una pregunta ineludible: ¿es Jaldo el que vigilará a Manzur en nombre de la familia Alperovich? Todavía resuena en el recinto del Congreso su juramento “por el mejor gobernador de la historia de Tucumán”. Semejante prueba de fe debe tener un correlato.
Una prueba de confianza para determinar si finalmente jugará el papel “ojo avizor” de Alperovich lo dirá la nómina del PJ, que tiene que presentarse en tres semanas. Será el día en que saltarán a vista las desconfianzas y las divisiones en el peronismo. Y tal vez hasta nuevas alternativas electorales.