19 Enero 2015
El Banco Central Europeo (BCE) enfrentará una prueba crucial de su determinación de hacer “lo que sea necesario” para preservar al euro. Esta semana anunciará la compra de bonos de deuda para combatir la deflación que afecta a las economías de los países que integran la Unión Europea (UE).
El asesor de la máxima corte de la UE y del Banco Nacional Suizo han abonado el camino para el alivio cuantitativo, o la impresión de dinero, pero la dura oposición del Banco Central de Alemania, de políticos y del público de ese país podrían maniatar al BCE.
Ya no se discute la compra de bonos soberanos por parte del BCE, sino cómo se diseñará el programa y si será visto como creíble y suficiente para resolver los problemas. El riesgo es que la institución, que ha mantenido cohesionada el área de la moneda única a lo largo de cinco años de crisis de deuda, adopte un plan de alivio que envíe la señal equivocada a los mercados, incumpla su objetivo y ponga en peligro su credibilidad.
Las noticias de que el presidente del BCE, Mario Draghi, se reunió en privado con la canciller alemana, Angela Merkel, la semana pasada resalta la enorme sensibilidad política de la decisión. Mientras que el Banco Central alemán se opone a la política, porque la mira como una puerta trasera para financiar a gobiernos irresponsables, creando potenciales cargas para los contribuyentes alemanes, el BCE tiene la esperanza de que Merkel no lo censure y que contenga a sus aliados conservadores.
Algunos de los que respaldan el alivio cuantitativo temen que Draghi haga demasiadas concesiones a los alemanes al enmarcar a un programa que es limitado en volumen, que no comparte riesgos intrafronterizos y que excluye la compra de bonos de países con bajas calificaciones crediticias. Un borrador del plan que circuló este mes entre los técnicos del BCE limita las compras a 500.000 millones de euros. Algunos analistas de mercados afirman que para alcanzar su objetivo, el programa tendría que duplicar ese tamaño o ser ilimitado.
Draghi cuenta con mayoría en el Consejo de Gobierno que define la política monetaria, pero los dos integrantes alemanes -el titular del Banco Central, Jens Weidmann, y la representante del directorio ejecutivo del BCE, Sabine Lautenschlaeger- probablemente votarán en contra del plan de asistencia. Un puñado de otros gobernadores podría unirse a ellos.
El veterano economista danés, Niels Thygesen, uno de los expertos que diseñó el borrador original del euro en la década de 1980, aseguró: “si esas son las circunstancias para un alivio cuantitativo, quizás no valdría la pena, incluso para sus más grandes entusiastas”.
Sería un programa limitado diseñado tanto por abogados como por economistas.
El asesor de la máxima corte de la UE y del Banco Nacional Suizo han abonado el camino para el alivio cuantitativo, o la impresión de dinero, pero la dura oposición del Banco Central de Alemania, de políticos y del público de ese país podrían maniatar al BCE.
Ya no se discute la compra de bonos soberanos por parte del BCE, sino cómo se diseñará el programa y si será visto como creíble y suficiente para resolver los problemas. El riesgo es que la institución, que ha mantenido cohesionada el área de la moneda única a lo largo de cinco años de crisis de deuda, adopte un plan de alivio que envíe la señal equivocada a los mercados, incumpla su objetivo y ponga en peligro su credibilidad.
Las noticias de que el presidente del BCE, Mario Draghi, se reunió en privado con la canciller alemana, Angela Merkel, la semana pasada resalta la enorme sensibilidad política de la decisión. Mientras que el Banco Central alemán se opone a la política, porque la mira como una puerta trasera para financiar a gobiernos irresponsables, creando potenciales cargas para los contribuyentes alemanes, el BCE tiene la esperanza de que Merkel no lo censure y que contenga a sus aliados conservadores.
Algunos de los que respaldan el alivio cuantitativo temen que Draghi haga demasiadas concesiones a los alemanes al enmarcar a un programa que es limitado en volumen, que no comparte riesgos intrafronterizos y que excluye la compra de bonos de países con bajas calificaciones crediticias. Un borrador del plan que circuló este mes entre los técnicos del BCE limita las compras a 500.000 millones de euros. Algunos analistas de mercados afirman que para alcanzar su objetivo, el programa tendría que duplicar ese tamaño o ser ilimitado.
Draghi cuenta con mayoría en el Consejo de Gobierno que define la política monetaria, pero los dos integrantes alemanes -el titular del Banco Central, Jens Weidmann, y la representante del directorio ejecutivo del BCE, Sabine Lautenschlaeger- probablemente votarán en contra del plan de asistencia. Un puñado de otros gobernadores podría unirse a ellos.
El veterano economista danés, Niels Thygesen, uno de los expertos que diseñó el borrador original del euro en la década de 1980, aseguró: “si esas son las circunstancias para un alivio cuantitativo, quizás no valdría la pena, incluso para sus más grandes entusiastas”.
Sería un programa limitado diseñado tanto por abogados como por economistas.