El momento más esperado en el oficialismo pasó ayer sin pena ni gloria por los pasillos de la Casa de Gobierno. Sucede que, según fuentes del Ejecutivo, las puertas del alperovichismo estaban entrecerradas para el intendente Domingo Amaya mucho tiempo antes de que éste diera el portazo. El dilatado juego de indecisiones del amayismo mantenía hastiado al gobernador, José Alperovich, según su entorno. Los mensajes públicos de emisarios y las críticas veladas a la gestión, entre otras actitudes del jefe municipal y su tropa, fueron desgajando la paciencia del jefe del oficialismo.

Puertas adentro del despacho, sin embargo, hubo sonrisas. El escenario electoral fragmentado hoy en tres (Manzur- Cano- Amaya) habría estado entre los planes favoritos del alperovichismo para este 2015. Por ello, Alperovich le restó ayer importancia a la ida del dirigente peronista y parece estar decidido a no hablar mal de él en público para no ensalzar su imagen de “opositor”.

La decisión de Amaya pasó sin pena ni gloria, pero Alperovich salió al mediodía exultante de su oficina y con una amplia sonrisa.

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