Un retrato de la amistad y de la superación

Reedición de la novela de Sacheri recientemente llevada al cine

ABRAZADOS EN LA PANTALLA GRANDE. Diego Peretti, Pablo Echarri, Pablo Rago y Diego Torres, en una de las escenas de Papeles en el viento. la gaceta / archivo ABRAZADOS EN LA PANTALLA GRANDE. Diego Peretti, Pablo Echarri, Pablo Rago y Diego Torres, en una de las escenas de Papeles en el viento. la gaceta / archivo
08 Febrero 2015

NOVELA

PAPELES EN EL VIENTO

EDUARDO SACHERI

(Alfaguara - Buenos Aires)  

¿Qué hay más allá de la derrota? Más derrota. ¿Y qué, después de eso? Más derrota aún. O la esperanza.

Eso parece marcar la vida de tres amigos tras la muerte del Mono (Alejandro Raguzzi, “bocho” informático por equivocación), cuarto integrante de una vieja barra del barrio de Castelar.

Los tres amigos: Fernando: docente de escuela secundaria, hermano del Mono, ordenado, previsor, esquemático. Mauricio: abogado prestigioso, auto de alta gama, bella esposa. El Ruso: improvisado, delirante, indisciplinado.

La derrota: la compra, por parte del Mono, poco antes de su muerte, de Mario Juan Bautista Pittilanga, delantero, 21 años, algo excedido de peso, otrora integrante de un seleccionado juvenil sub 17, parte del plantel de un club ignoto de Santiago del Estero cuyo pase pertenece a Platense. Como negocio, un fracaso.

La esperanza: el pacto, resucitar la carrera futbolística de Pittilanga.

Para eso, se convertirán en los dueños de su pase, lo seguirán por un par de provincias, harán una página web, alterarán estadísticas, comprarán periodistas y se reunirán con directores técnicos, representantes y dirigentes de clubes nacionales y extranjeros.

Y siempre el vínculo, los sujetos, ellos y sus circunstancias. Los abismos que separan a un hombre de otro, a la par del invisible e insistente filamento que los une. Y el futbol, siempre de por medio, como suele suceder en gran parte de la obra de Eduardo Sacheri.

Lo que queda

Papeles en el viento, la novela recientemente llevada al cine por Delpy y Taratuto e interpretada por Diego Peretti, Pablo Rago, Pablo Echarri y Diego Torres, sobrevuela el drama de la muerte, el amor por la camiseta y las relaciones personales, barnizados con una gran dosis de humor (“la llave maestra”, el camino que “lleva a todos los sitios”) y un lenguaje coloquial que denota un gran manejo de la cultura popular, articulada en dos líneas narrativas, de manera fragmentaria y alternada, que se da en la numeración y título de los capítulos. Y un final que puede oler a traición o a plan secreto, pero que jamás desmerece la voluntad y la tenacidad por obtener aquello que se ansía y se busca.

Porque, en definitiva, cuando se hace de noche y se acaba el partido, lo único que queda en la inmensidad de la tribuna -ese universo en versión reducida- son los hinchas, y ese que parece un tiempo muerto podría serlo si se pierde o se empata, pero, de ganar, será un placer ver los papelitos con que antes se recibió a los jugadores, su refrescante brillo, ahora llevados por la libertad del viento.

© LA GACETA

Publicidad

Hernán Carbonel

Comentarios