Críticas de las puestas de la Fiesta Nacional del Teatro

Por Héctor Puyo. Agencia Télam

CROL (FOTO DE ARCHIVO) CROL (FOTO DE ARCHIVO)
31 Marzo 2015
Una propuesta con el público muy cerca
“Prueba I”, de Capital Federal, muestra las peripecias de una familia tipo -marido, esposa y dos hijos varones- y la grisura de su vida cotidiana, pero lo hace de un modo especial, en una suerte de teatro de aproximación, en una vivienda real, y con un mínimo público que observa alrededor. Los intérpretes interactúan entre sí pero de vez en cuando toman a algún asistente como testigo de los hechos, lo interpelan y de algún modo lo integran a la acción, incluso cuando una actriz -la intensa Juliana Muras- cumple una necesidad íntima en el baño. Sin entrar a compararlas, porque esta experiencia no tiene nada de comercial, esto recuerda a “Tamara”, aquella puesta de los 90 en un palacete de San Telmo, pero más a su más o menos contemporánea “Herótica”, una exploración sobre el sexo que los intérpretes cumplían a pocos centímetros del espectador. De ese modo, el actor y el espectador se contemplan, hay un intercambio de vibraciones entre ambos, porque ya no existe una cuarta pared ni separación alguna entre los cuerpos y la realidad se hace impredecible y contigua.

Un homenaje a los nadadores de río
“Crol” habla de los nadadores de río que en la Argentina de otros años tuvieron su popularidad como aventureros más que como deportistas -queda para los de pileta- y es la deformación de la palabra inglesa “Crawl”, que refiere a un estilo de nado. Según una relatora, el crol fue “robado” por los británicos a diversas tribus originarias de Sudamérica que lo utilizaban para trasladarse a través de ríos caudalosos. Así es que la pieza homenajea a figuras ya olvidadas pero que solían aparecer en la tapa de El Gráfico, como Pedro Candioti, “el Tiburón del Quillá”; Vito Dumas, quien fue un famoso navegante solitario; Ramón Báez, el que se dejó ganar por cortesía por Johnny Weissmuller en el Paraná, y la jovencita Teresa Plans. Lo interesante de esas historias, más allá de la inocencia de los tiempos evocados y la valentía de esos cruzados, con voluntad despojada de ambición económica y semejante a la de los teatros independientes, está en la forma del espectáculo. Mezcla de show musical y número de kermesse, tiene en su protagonista -Verónica Schneck- a una actriz comunicativa y llena de glamour que sorprende cuando canta, rodeada de un cuarteto de músicos-actores. El homenaje se completa con imágenes proyectadas con un viejo aparato de diapositivas y un “aroma” que traslada a escena el espíritu de otros tiempos.

Comedia melancólica sobre las relaciones
La noche se completó con “Lágrimas de pez”, escrita y dirigida por Nicolás Blandi, procedente de Lomas de Zamora, una comedia melancólica sobre una mujer que deja a su pareja por un pusilánime y una amiga solitaria dedicada a los deportes. El tema es la pasividad extrema del muchacho, cuya conducta se debate entre la indiferencia y el masoquismo y, aunque se alarga demasiado, tiene diálogos interesantes y un buen elenco en el que se destaca Emiliano Dátola, uno de los “piolas” más repugnantes que pueda concebirse sobre un escenario.

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