05 Abril 2015
VIGILIA. El papa Francisco instó a deponer “las cómodas certezas”. reuters
La Pascua no es un hecho intelectual, es un misterio al que se entra con humildad, afirmó el Papa Francisco durante la Vigilia que presidió ayer en la Basílica de San Pedro, en la que invitó a los fieles a aprender de las primeras discípulas de Jesús, que velaron “con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida”.
La ceremonia comenzó con el encendido de la llama pascual en el atrio de la Basílica, para luego trasladar el cirio pascual al interior del templo. Ya dentro, un diácono entonó el pregón pascual, el antiguo himno que alaba la resurrección. Asimismo, unas siete mil velas fueron encendidas por los fieles, congregados dentro de la iglesia. El Santo Padre recordó que “esta noche es noche de vigilia”. Francisco explicó que esa noche fue “de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús”. “Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: ‘¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...’. Pero he aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta”. El Papa recordó que ellas “’entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco’ (…) En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos en reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor”. “No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más”, afirmó. En ese sentido, explicó que “entrar en el misterio significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla”. Añadió que “entrar en el misterio” exige no tener miedo de la realidad, sino “ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón”. Durante la ceremonia, bautizó a diez catecúmenos: cuatro hombres y seis mujeres, de las cuales una es una adolescente de trece años. Cuatro son de Italia, tres de Albania, y los otros tres provienen de Camboya, Kenia y Portugal.
La ceremonia comenzó con el encendido de la llama pascual en el atrio de la Basílica, para luego trasladar el cirio pascual al interior del templo. Ya dentro, un diácono entonó el pregón pascual, el antiguo himno que alaba la resurrección. Asimismo, unas siete mil velas fueron encendidas por los fieles, congregados dentro de la iglesia. El Santo Padre recordó que “esta noche es noche de vigilia”. Francisco explicó que esa noche fue “de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús”. “Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: ‘¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...’. Pero he aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta”. El Papa recordó que ellas “’entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco’ (…) En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos en reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor”. “No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más”, afirmó. En ese sentido, explicó que “entrar en el misterio significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla”. Añadió que “entrar en el misterio” exige no tener miedo de la realidad, sino “ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón”. Durante la ceremonia, bautizó a diez catecúmenos: cuatro hombres y seis mujeres, de las cuales una es una adolescente de trece años. Cuatro son de Italia, tres de Albania, y los otros tres provienen de Camboya, Kenia y Portugal.