Esa interminable curiosidad que en cierta forma atentaba contra su propio beneficio de la duda hizo que Matías Juárez se sume al deporte de mayor crecimiento de los últimos años: las artes marciales mixtas. Los críticos dirán que se trata de una carnicería, de un matadero entre dos hombres o mujeres encerrados en una jaula que se pegan hasta que uno diga basta, por la vía del sueño o sumisión. Pero no es así. Las MMA (mix martial arts) conforman un combo de disciplinas. Un luchador preparado, entrenado y conocedor de varias escuelas termina tentado y confiado en que con lo que sabe hará la diferencia. Juárez es uno de ellos.
Nació en Ledesma, Jujuy. Se mudó a Salta de chico y ya mayor de edad encalló su vida en Tucumán, donde terminó sus estudios de ingeniería en sistemas de información. Mientras tanto, la misma curiosidad que lo había mantenido despierto de pequeño lo hizo probar con el chaiu do kwan, un estilo de kick boxing, el boxeo y el jiu jitsu brasileño, de la mano del sensei Gerardo Chirre. Cuando se sintió preparado, “Dragón” se animó a meterse en un jaula. Cinco años después de su primera incursión, Juárez tendrá la oportunidad de su vida el 18 de abril próximo cuando en Buenos Aires salte a escena en el Arena Tour V, en el Luna Park, el evento más convocante de Sudamérica de MMA.
Hoy por hoy Juárez es un profesional que la rema para vivir de lo que le gusta. Pasa sus días a los golpes y por los golpes. “Entreno en tres turnos todos los días: gimnasio, físico y mucha lucha. Me llegó la gran oportunidad de mi vida y sé que no voy a dejarla pasar. Voy a pelear en el mejor nivel y no voy de punto, eh. Sé que puedo ganarle a cualquiera”, infla el pecho “Dragón”, que en su última presentación hace unos días, en Invictus Figthers (Salta), derrotó por nocaut técnico a Diego “León” Robledo, en el tercer round.
“Que tengas muchas luchas encima no te dice nada. Podés perder contra un debutante o bien ganar tranquilo”, sostiene Juárez, dueño de una foja de cinco combates, con cuatro triunfos por nocaut y un empate, su cruz. “Fue mi primera vez, en Jujuy. Fui gordo, con 94 kilos, poco preparado y sin entrenadores. ¿Qué pasó? Las peleas son a tres rounds de cinco minutos cada uno, pero mi rival no quiso salir a pelear en el tercero, anularon la pelea y me dieron empate. Una locura, pero qué le vamos a hacer”, se lamenta hoy este flaco que roza los 77 kilos y al que si alguien lo cruza en la calle no pensaría que puede “dormir” a su rival con la mirada. Juárez confiesa perder la noción del tiempo cuando entra a la jaula. No recuerda absolutamente nada de lo que hace. “Es por la adrenalina que llevás adentro”, explica quien hasta la semana pasada estuvo en Buenos Aires entrenándose con el equipo de Javier Oryazabal (boxeo) y de Javier Cardozo (Jiu jitsu), dos grossos del tema.
A este Arena Tour, en el que a Matías no le lloverán ni dólares ni pesos pero sí gloria y proyección, si gana, llegará como punto contra el peligroso brasileño Luciano Contini, un tipo de mano pesada y con una foja en ascenso: 10 luchas, 9 triunfos y una derrota. Contini es amplio favorito.
“Me motiva que se diga que voy de relleno. Sé que tendré que entrenarme como nunca en mi vida porque me voy a enfrentar a un profesional 100% que pega y pega fuerte. A él le gusta terminar sus peleas antes del primer round. Es la oportunidad que esperé toda mi vida y por la que tengo que dejar hasta el último aliento”, confiesa Matías, enfrascando en un texto mental que lo motiva, diciéndole: “Si no ganás, no hay mañana”.
No se siente presionado, sino a gusto con la motivación de saber que 15 minutos (o menos) pueden definir su futuro. “A mí lo que me sirve dentro de la jaula es tener miedo. Si no lo sintiera, debo preocuparme porque algo está mal en mí. Trato de convertir ese miedo en algo positivo para que me ayude a ganar. Si no estás endemoniado en ese momento, es difícil hacerle daño a tu oponente”.