12 Abril 2015

Por Suzanne Jill Levine * - Para LA GACETA - Santa Bárbara (California)

En su vida está la clave de Cien años de soledad. El suele decir que después de los diez años no le pasó nada realmente importante. Ese período de la infancia está poblado de una magia que supera la capacidad de entendimiento de un adulto. Sus padres lo dejaban mucho con sus abuelos y la imagen verdaderamente inicial de la novela está ligada al misterio que rodea a su abuelo, el coronel. Durante muchos años García Márquez luchó arduamente por encontrar su estilo, su propia voz. Y eso ocurrió desde La hojarasca, su primer libro. De alguna manera ése y los tres textos que le siguieron son todos borradores de Cien años… Gabo quería desentrañar lo que había ocurrido en la casa de su niñez (de hecho La casa fue el primer nombre de su gran novela). Y logró hacerlo cuando descubrió que las voces para contar adecuadamente la historia que tenía dentro eran las de sus abuelos. Particularmente la forma en que su abuela le relataba los más increíbles sucesos dentro de un contexto completamente cotidiano. El libro fue así tomando forma. Comenzó siendo la historia de un hombre, luego se convirtió en la de una familia y, finalmente, en una metáfora de Colombia y de toda América latina.

© LA GACETA

* Ph.D. en Literatura de la Universidad de Nueva York. Autora de El espejo hablado: un estudio de Cien años de soledad. Este es un fragmento de una entrevista publicada en este suplemento en 2008.

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