El oficio de hallar lo que esconde la montaña

La epopeya de Mariano Galván, el andinista que rescató el cuerpo del indio Malli Babu

SELFIE. Malli Mastan Babu hizo cumbre en el volcán Tres Cruces, a las 10; luego bajó y lo sorprendió la nevada. fotos gentileza de LA EMBAJADA DE INDIA EN CHILE SELFIE. Malli Mastan Babu hizo cumbre en el volcán Tres Cruces, a las 10; luego bajó y lo sorprendió la nevada. fotos gentileza de LA EMBAJADA DE INDIA EN CHILE
En el Aconcagua es casi moneda corriente que, en todas las temporadas, tenga que armar la mochila y salir al rescate de algún andinista en problemas. Mariano Galván, de 35 años, vive en Mendoza, pero más allá de la cercanía con esa montaña, siempre lo llaman por su experiencia para los senderos riesgosos.

A los 25 años empezó a hacer alpinismo. Además del Aconcagua, también estuvo en Nepal y en el Tíbet. Asegura que su trabajo y su pasión están en la montaña. Nació en Trelew (Chubut), a nivel del mar, pero dice que su cuerpo se adapta muy bien a la altura. En 2013 había viajado a Pakistán con la idea de escalar las montañas de Gasherbrum. De pronto, surgió la noticia sobre cuatro alpinistas españoles que estaban desaparecidos en medio de la nieve, a más de 7.000 metros sobre el nivel del mar. No había comunicación, ni señales de ellos. El mendocino estaba cerca de ese lugar y cuando los paquistaníes le dieron la noticia no dudó en intentar socorrerlos. Subió a la montaña y el resultado fue agridulce. Encontró a tres españoles que habían muerto congelados, pero logró auxiliar al cuarto con vida. Lo asistió con oxígeno y le ayudó a bajar con cuerdas.

De aquella experiencia estaba al tanto el tucumano Hernán Parajón, presidente de la Fundación Cumbres Andinas. Cuando surgió el caso de Malli Mastan Babu, perdido en el volcán Tres Cruces (en la frontera norte de Argentina y Chile, a la altura de Catamarca), Parajón llamó al mendocino Galván.

A sabiendas de que la búsqueda era la etapa más difícil, Parajón estableció que las montañistas Lis Sable y Griselda Moreno serían llevadas en helicóptero hasta un punto medio de 5.100 metros de altura para hacer un rastrillaje hacia abajo. También se acordó que Galván escalaría por otro trayecto en soledad, por su mejor capacidad atlética.

El primer día caminó más de 10 horas hasta que se terminó la luz natural. Al caer el sol armó el campamento para pasar la noche en la montaña. El segundo día emprendió el ascenso con la esperanza de hallar a Malli, pero tampoco tuvo suerte. Al caer la noche repitió la rutina de armar el campamento. No tenía la misma energía del primer día y ya había superado los 5.000 metros de altura. Bajo la planta de los pies llevaba las raquetas para evitar hundirse en la nieve.

El tercer día caminó más de nueve horas y, al atardecer, se detuvo. Con lo poco que quedaba de luz natural debía armar el campamento. Despejó la nieve con la mano y se sentó sobre una piedra helada. Había elegido el sitio para pasar la noche. Giró la cabeza y, a unos cinco metros de distancia hacia un costado, pudo ver un trozo de tela de color naranja flúo, que sobresalía en la blancura del paisaje.

Por seguridad, Galván armó su refugio antes de la caída del sol. Después salió a ver de qué se trataba esa tela naranja. Comenzó a raspar en la nieve y descubrió que era una bolsa de dormir. Siguió removiendo la capa blanca hasta que, ante sus ojos, se abrió el rostro de Malli Mastan Babu congelado, a 5.950 metros.

El rescatista aprovechó los últimos hilos de luz natural para tomar fotografías (por razones legales) y marcar el terreno con GPS. “Soy guía de montaña, y me ha tocado ver cuerpos, pero nadie termina de estar preparado para la muerte. Fue muy duro estar ahí, porque generalmente uno va con un grupo de rescate y, por lo menos, tiene la contención de los demás, pero aquí estaba solo y el sol caía a las seis y media de la tarde -recordó Galván-. Pasé una noche bastante mala, porque obviamente cuando descubrí el rostro de Malli fue muy chocante. Esa imagen se estuvo mezclando en mi memoria y la sensación amarga de que yo también hago lo mismo que él. Fue una noche larga, parecía que el amanecer no llegaba nunca hasta que, por fin, a la mañana pude armar mis cosas y empecé a bajar para reunirme con los otros socorristas y mandar un mensaje de que había encontrado a Malli. Además tenía que bajar, porque se venía el mal tiempo”, rememoró.

El 2 de de abril, Galván bajó en soledad por el mismo sendero. Después, el grupo tendría 11 días más para diseñar el plan de rescate del cuerpo. No contaban con el helicóptero. El rescatista volvió a subir al mismo sitio y logró bajar el cuerpo de Malli el martes al mediodía hasta la ruta, donde esperaba un vehículo. Recuperó todas sus pertenencias (GPS, reloj, cámara de fotos, una bandera). Fue trasladado a Tucumán, donde llegó el martes pasado (después de 22 días de haber hecho cumbre en Tres Cruces).

A la sala velatoria llegó Malli Dorasanamma, una de sus hermanas, que viajó desde India. El jueves, a las 14, ella acompañó el traslado por vía terrestre a Buenos Aires. El cuerpo de Malli permanece en Buenos Aires. Ayer, la mujer esperaba completar los trámites legales para tomar un vuelo de Ezeiza a Nueva Delhi, la capital India, donde el gobierno de ese país, le rendirá homenajes a su héroe de la montaña. Después será llevado a Gandhi Jana Sangam, el pequeño pueblo del sur de la India, donde Malli había nacido hace 40 años. Mientras tanto, Galván volvió a Mendoza a la espera de su próxima montaña, porque así se siente vivo.

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