Por Abrehu Carlos
12 Julio 2015
Marzo de 1988 despuntó cargado de tensiones políticas y sociales. El país era gobernado por el alfonsinismo, mientras en Tucumán una alianza del Partido Justicialista (PJ) y el Frente de Acción Peronista (FAP) evitó el cambio de color del Ejecutivo. Así, José Domato sucedió a Fernando Riera, tras una polémica sesión del Colegio Electoral, que designaba al jefe del PE.
El radical Rubén Chebaia quedó afuera, pese a ser el ganador en las elecciones de septiembre de 1987. Domato fue votado por los electores de Osvaldo “Renzo” Cirnigliaro. A cambio, el PJ votó por la elección anticipada de Cirnigliaro como senador nacional y cedió cargos de gobierno a los cirniglaristas.
Fin de la tregua
Los problemas gremiales ahogaban a la administración peronista, con focos de agitación de estatales y protestas de jubilados.
El 1 de marzo, Chebaia activó el fuego político desde Mendoza, donde desarrollaba actividades como secretario de Desarrollo Regional de la Nación. Calificó de legal pero ilegítimo al gobierno de Domato. Y atribuyó la crítica situación que vivía Tucumán a las malas decisiones del Colegio Electoral.
Las expresiones del dirigente de la UCR despertaron la polémica, a 60 días de la consagración de Domato.
Los diputados Raúl Penna y Gabriel Casas (PJ) devolvieron el golpe. El ex candidato a gobernador parece que no quiere dejar ese cargo, arguyeron.
Domato, por su parte, eligió otro ángulo para defenderse. Si él (Chebaia) no denunció esa irregularidad (en el Colegio Electoral) es cómplice, dijo.
La rebelión inesperada
Pero el primer sacudón a la estabilidad del acuerdo bipartidista provino del propio oficialismo.
En la sesión del 4 de marzo, la Cámara de Diputados rechazó por 20 votos a 18 del FAP y del PJ la renuncia del presidente del cuerpo Eduardo Castro. ¿Quiénes coincidieron en avalar a Castro? La UCR, la Bandera Blanca (liderada por Antonio Bussi) y los justicialistas Jesús María Martínez y Fortunato Daher. Fue el primer golpe que sufrió el entendimiento interperonista.
El FAP y el PJ habían convenido que Diputados fuese presidida por el justicialista renovador Néstor Varela y que Castro -afin a Cirnigliaro- pasara a conducir el bloque de diputados del PJ. Este puesto lo cedía a su vez Casas. Todos estos enroques se desplomaron estrepitosamente.
Es un grave error que compromete la estabilidad institucional de la provincia, advirtió Casas. El titular de Diputados era el tercero en la sucesión del gobernador. Alfredo Terraf (UCR) argumentó que el cuerpo había elegido autoridades por un año. Aceptar la renuncia (de Castro) hubiese sido convalidar un pacto que hizo gobernador a Domato, José Vitar (PJ) y Gumersindo Parajón (UCR) cruzaron acusaciones de grueso calibre. Los radicales apostaron a desestabilizar el pacto PJ-FAP y a divorciar a los peronistas amigos de “Renzo” de este.
Tomando distancia
La deserción de Castro le permitió a Domato designar los directores de la Caja Popular de Ahorros, que se habían reservado para el FAP. Tras la confirmación de Castro, Casas, con criterio pragmático, propuso rodear al presidente de la Cámara. No al feudo del FAP, era la idea fuerza.
¿Cómo se desligó Castro de Cirnigliaro? Nunca estuve en el FAP. Soy peronista, no cirnigliarista, alegó. Si bien reconoció haber formado un equipo de trabajo con “Renzo”, dijo que emprendió un camino distinto. A su vez, Cirnigliaro admitió su amistad con Castro, pero repudió las conductas espurias y exigió el relevo de sus cargos quienes violaron el pacto. Corresponde la expulsión de las filas partidarias, reclamó. Nada pasó luego.
El radical Rubén Chebaia quedó afuera, pese a ser el ganador en las elecciones de septiembre de 1987. Domato fue votado por los electores de Osvaldo “Renzo” Cirnigliaro. A cambio, el PJ votó por la elección anticipada de Cirnigliaro como senador nacional y cedió cargos de gobierno a los cirniglaristas.
Fin de la tregua
Los problemas gremiales ahogaban a la administración peronista, con focos de agitación de estatales y protestas de jubilados.
El 1 de marzo, Chebaia activó el fuego político desde Mendoza, donde desarrollaba actividades como secretario de Desarrollo Regional de la Nación. Calificó de legal pero ilegítimo al gobierno de Domato. Y atribuyó la crítica situación que vivía Tucumán a las malas decisiones del Colegio Electoral.
Las expresiones del dirigente de la UCR despertaron la polémica, a 60 días de la consagración de Domato.
Los diputados Raúl Penna y Gabriel Casas (PJ) devolvieron el golpe. El ex candidato a gobernador parece que no quiere dejar ese cargo, arguyeron.
Domato, por su parte, eligió otro ángulo para defenderse. Si él (Chebaia) no denunció esa irregularidad (en el Colegio Electoral) es cómplice, dijo.
La rebelión inesperada
Pero el primer sacudón a la estabilidad del acuerdo bipartidista provino del propio oficialismo.
En la sesión del 4 de marzo, la Cámara de Diputados rechazó por 20 votos a 18 del FAP y del PJ la renuncia del presidente del cuerpo Eduardo Castro. ¿Quiénes coincidieron en avalar a Castro? La UCR, la Bandera Blanca (liderada por Antonio Bussi) y los justicialistas Jesús María Martínez y Fortunato Daher. Fue el primer golpe que sufrió el entendimiento interperonista.
El FAP y el PJ habían convenido que Diputados fuese presidida por el justicialista renovador Néstor Varela y que Castro -afin a Cirnigliaro- pasara a conducir el bloque de diputados del PJ. Este puesto lo cedía a su vez Casas. Todos estos enroques se desplomaron estrepitosamente.
Es un grave error que compromete la estabilidad institucional de la provincia, advirtió Casas. El titular de Diputados era el tercero en la sucesión del gobernador. Alfredo Terraf (UCR) argumentó que el cuerpo había elegido autoridades por un año. Aceptar la renuncia (de Castro) hubiese sido convalidar un pacto que hizo gobernador a Domato, José Vitar (PJ) y Gumersindo Parajón (UCR) cruzaron acusaciones de grueso calibre. Los radicales apostaron a desestabilizar el pacto PJ-FAP y a divorciar a los peronistas amigos de “Renzo” de este.
Tomando distancia
La deserción de Castro le permitió a Domato designar los directores de la Caja Popular de Ahorros, que se habían reservado para el FAP. Tras la confirmación de Castro, Casas, con criterio pragmático, propuso rodear al presidente de la Cámara. No al feudo del FAP, era la idea fuerza.
¿Cómo se desligó Castro de Cirnigliaro? Nunca estuve en el FAP. Soy peronista, no cirnigliarista, alegó. Si bien reconoció haber formado un equipo de trabajo con “Renzo”, dijo que emprendió un camino distinto. A su vez, Cirnigliaro admitió su amistad con Castro, pero repudió las conductas espurias y exigió el relevo de sus cargos quienes violaron el pacto. Corresponde la expulsión de las filas partidarias, reclamó. Nada pasó luego.